En mi molesta opinión

Amnistía para Kate Middleton y photoshop para Puigdemont

Amnistía para Kate Middleton y photoshop para Puigdemont
Amnistía para Kate Middleton y photoshop para Puigdemont
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Aquí nadie se salva. Incluso la monarquía británica -tan aclamada y estirada- se está viendo zarandeada por la prensa con la excusa de unas fotos familiares retocadas por la propia Kate Middleton y porque allí nadie tiene mucha experiencia en trabajar. ¡Oh, my God! Tantos años sin dar ni un palo al agua y ahora todos salen corriendo para que no les pille el toro de la responsabilidad. Y eso que el trabajo de rey o de reina no requiere picar piedra ni mancharse de grasa. Morirse la reina madre -Isabel II la grande- y la casa por barrer. Parece que no hay nadie en los Windsor con dos dedos de frente y con ganas de arrimar el hombro para frenar esta crisis.

Camila Parker, la reina consorte de Carlos de Inglaterra, esa señora muy británica que nunca se sale del marco de la foto, ha dicho que se tomaba unos días de vacaciones tras cargar a sus espaldas -ríete de los de Glovo- la representación de la corona en el último mes y medio, dada la intervención de cáncer de su esposo el rey. No digo yo que no sea duro estrechar decenas de manos sudorosas o ásperas, y tener que hablar del clima o de banalidades con gente que te importa lo mismo que un sobao pasiego. Pero si ese es tu cometido y tu “negocio familiar” tendrás que protegerlo y apechugar con las exigencias que te obligan a ello, aunque no tengas experiencia laboral, y no deberás irte a descansar al mes y medio de empezar a trabajar.

Volviendo ahora al otro lío real, el de Kate Middleton, su torpeza fotográfica ha causado una tormenta de extrañas teorías que van desde su estado de salud, hasta una crisis mediática por su problema de confianza con la información que proporciona la familia Real británica. Sin olvidar otras especulaciones o conspiraciones acerca de una crisis matrimonial entre Kate y William, o la pretendida gravedad en la salud del Rey Carlos III. Es cierto que los miembros de esta monarquía británica llevan bastante tiempo con un comportamiento llamativo, por no decir insólito; con operaciones médicas simultáneas -el rey y la princesa de Gales- y todos ellos siguen estando ‘mising’ desde hace más tiempo del recomendable, y sus consortes no acaban de tomar las riendas en su representación institucional.

Dicho esto, todos sabemos por experiencia que no es nada fácil luchar contra los bulos de la redes ni saber torear con la presión ambiental de algunos medios de comunicación. Por este motivo, todo lector inteligente y avisado debe tomar sus precauciones a la hora de viajar por esas mismas redes y sumergirse con cierta prudencia en la información mediática. No toda información es cuestionable, por supuesto, pero hay que distinguir muy bien entre el polvo y la paja. Fijémonos ahora en la ley de amnistía que el Gobierno de Pedro Sánchez y los independentistas van a pactar estos días. Tras muchas semanas sin ningún tipo de transparencia ni de información ofrecida por el PSOE o por Junts o por el presidente, de golpe nos llega el regalo con lazo incluido. Parece que los ciudadanos que somos los que votamos y pagamos los impuestos no pintamos nada salvo si hay elecciones.

La inmensa mayoría de ciudadanos, por no decir todos, también saben que esta ley de perdón se ha hecho de manera precipitada, y algo chapucera, por los intereses de ambas partes. No se ha buscado un consenso social sino que se ha buscado el oportunismo político con falsas excusas. Sin embargo, oyes al presidente Sánchez o al ministro Bolaños -que además es ministro de Justicia- y parece que nos ha tocado la lotería a todos. En todo caso les ha tocado a Sánchez y a Puigdemont, que son los que se benefician de este tinglado, al resto de españoles les toca tragar y aguantar; y creer que culpar al Estado ante la afrenta separatista -sin pedir ecuanimidad a cambio- es la mejor solución para la unidad y concordia entre españoles e independentistas. Ya veremos qué pasa cuando Carles Puigdemont regrese a casa por la puerta grande y llevado a hombros, no hará falta que le hagan photoshop porque estará más guapo y reluciente que un San Luis. Y más cerca de la Generalitat que nunca.

Lo que voy a decirles ahora no es una teoría mía, que bien podría serlo porque comparto lo escrito, sino de un diario decano nada crítico con el ‘sanchismo’ y editado en Cataluña: “La Vanguardia”. El autor del artículo es Antoni Puigverd, y la verdad es que lo que escribe lo dice de forma clara y transparente: “Junts y ERC se han rendido, pero la retórica con que se dirigen a su clientela es de victoria. Cometieron errores fatales, engañaron a su gente, crearon un barranco entre catalanes, han arrastrado a Catalunya a un callejón sin salida. El país está desconcertado, deprimido y decepcionado. A pesar de ello, no han pronunciado ni una mínima frase autocrítica”.

No sólo no han hecho autocrítica, sino que quieren sacar partido de sus errores aprovechándose de la debilidad de Pedro Sánchez. Quizá si yo fuera independentista -catalán no hace falta porque ya lo soy- intentaría hacer un referéndum beneficiándome de que al Gobierno, perdido en su laberinto, sólo le queda depender de Puigdemont. Sánchez, una vez apruebe la amnistía, ya no tiene marcha atrás. Obtenido este trofeo como hecho diferencial, ya nada impide a Junts y ERC realizar una consulta soberanista, ante la cual ni el Ejecutivo ni el PSOE, ni tan siquiera el PSC del difuminado Salvador Illa, podrán oponerse en su inevitable huida hacia adelante.

Pedro Sánchez, como Julio César, ha cruzado el Rubicón, y no tiene posibilidad de volver atrás porque nadie lo aceptaría después de fracasar en Cataluña. Mucho menos después de ver cómo se produce un referéndum independentista -aunque sea con subterfugios- que demuestre que la amnistía sólo ha servido para darle alas al independentismo y dejar inerme al Estado de derecho y a la Justicia. “En este contexto, la amnistía no servirá ni para pacificar ni para unir, pues la retórica de los independentistas provoca un rechazo frontal en la inmensa mayoría de los españoles”, son palabras de Antoni Puigvert, un periodista claro y riguroso que, por si alguien tiene dudas, no es muy amigo ni de Aznar ni del PP. “Alea iacta est”.

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