En mi molesta opinión

De Ayuso a Belarra, o cómo comprar en el supermercado de Podemos

Ione Belarra
De Ayuso a Belarra, o cómo comprar en el supermercado de Podemos
EFE

Qué mala pata tiene el pobre Félix Bolaños, el ministro asalta protocolos, que se ha lesionado en combate por una afección aguda de vesícula, no tan aguda como su fracaso el 2 de Mayo, pero que le provoca cólicos biliares desagradables y dolorosos, y que de momento le mantiene ingresado en el hospital. No creo que Isabel Díaz Ayuso le haga una visita de cortesía al ministro Bolaños, pero no sería la primera vez que la presidenta de Madrid acude a interesarse por algún rival político caído en desgracia. Por ejemplo, Ángel Gabilondo, que tras las elecciones del 4 de mayo de 2021 sufrió una arritmia, Ayuso se personó en el centro médico para interesarse por el estado de salud del político socialista, hoy Defensor del Pueblo.

Con Bolaños no creo que haga lo mismo. Presiento que no hay el mismo feeling. Quizá aproveche Díaz Ayuso y mande en su lugar a Alejandra Blázquez, la jefa de Protocolo que le paró los pies al ministro Bolaños. Pero eso sería muy cruel y no creo que ese sea el estilo de Ayuso. La veo más enviando flores o una caja de bombones para endulzarle y no amargarle la vida al nuevo damnificado de Pedro Sánchez, que ya veremos cómo acaba su “postoperatorio” en Moncloa tras su último fiasco en la celebración del 2 de Mayo en Madrid.

Y hablando de bombones, amarguras y fiascos, ¿qué me dicen de la última propuesta de Ione Belarra de crear supermercados estatales con precios justos? La idea podría sonar bien si de entrada no fuera algo más propio de países comunistas que de países con libre mercado. Sin embargo, por mucho que Belarra grite en los mítines y diga que la distribución española es “un oligopolio” que impide que bajen los precios, la realidad es bien distinta: España es el país de Europa -según todos los indicadores- donde los cinco supermercados más grandes suman menor cuota. Comparen y verán como en Italia, Alemania, Francia o incluso Portugal, todos los porcentajes de los grandes operadores son muy superiores al español, que sólo alcanza un 50% de esa porción.

Lo que sucede es que se abrió la veda de ver quién la dice más gorda, la mentira y la barbaridad. Estamos a las puertas de unas elecciones y los votantes -no entiendo por qué- eximen de estas falsedades a los políticos. Perdonan incluso que durante cinco años el Gobierno de coalición les mienta y no haga nada por los jóvenes ni por los ciudadanos, y de repente Sánchez se dé cuenta de que hay que “pescar” como sea a los futuros votantes y hay que volverse loco dando todo tipo de prebendas. Prometiéndoles incluso aquello que sabe que no les va a poder dar. Otra cosa sería cumplir con lo prometido, una exigencia de obligado cumplimiento para dar el voto a ese político; algo que casi nunca sucede con este Ejecutivo.

El estilo del presidente está cada vez más de capa caída, tanto en el ambiente político como en el social. El 'antisanchismo' que está surgiendo en la sociedad es cada día más preocupante para los socialistas. Un político puede ser “algo” cínico de vez en cuando, pero no siempre, y mucho menos mentir todos los días sin pudor y sin escrúpulos. El presidente del Gobierno confunde la estética con la ética, cree que basta con cuidar la hermosura y olvidarse luego de la integridad de sus palabras. No lo digo yo, lo dice la mayoría, incluido “Ramón” en su viñeta del ABC: “A Sánchez ya no se le puede creer ni cuando miente”.

A pesar de que las evidencias demuestran que el comunismo no resuelve los problemas económicos ni alimenticios de las sociedades, Belarra sigue en sus trece y está empeñada en “destruir” y amargarles la vida a los pocos emprendedores que van quedando en España. Cualquiera diría que a la secretaria general de Podemos le molestan los empresarios, o al menos le inquietan. Además, siempre elige al mismo -Juan Roig- para meter el dedo en el ojo. ¿Qué le habrá hecho el jefe de Mercadona a Ione? Le tiene una inquina que no es normal. Quizá en su día alguien de Mercadona no la quiso contratar como cajera de sus supermercados, aunque eso no fue con ella, sino con Irene Montero.

La ministra Belarra sigue en primero de comunismo, intentando reconvertirnos como si la URSS nunca hubiera existido, y echándole todas las culpas al empedrado y ninguna a ella que está en el Gobierno. Es decir, palo al empresariado porque gana dinero con su trabajo, contrata empleados a los que paga dignamente -según reconocen ellos mismos- y abastece a muchos ciudadanos que desean libremente comprar esos productos porque sino podrían irse a otro supermercado. Dice Belarra que la cadena de supermercados pública se llamaría 'Precios Justos' y serviría para plantar cara al “oligopolio” ese de la alimentación, que según ella especula con la cesta de la compra.

Casualmente, en Venezuela, Hugo Chávez en 2011 y Nicolás Maduro en 2015, llamaron 'Precios Justos' a las Leyes diseñadas para el control estatal de los costes que acabaron siendo un desastre para los sufridos venezolanos que no encontraban ni encuentran alimentos en los dispensadores de los supermercados. La ideología que promueve Podemos, un comunismo barnizado, y que en muchos aspectos Pedro Sánchez imita, busca “salvar” en la teoría a los pobres pero en el fondo están obligados a mantenerlos -nunca mejor dicho- en esa situación de pobreza para que sigan votando y dependiendo de los políticos, no vaya a ser que se conviertan en una prospera clase media, que les alejaría del comunismo y del clientelismo de los votos.

Aunque usted no las vea en la tele ni en la prensa, las colas del hambre existen en España y son un fiel testigo del aumento de la pobreza y del riesgo de exclusión social, a pesar de que los Telediarios oculten su existencia o los medios afines al Gobierno escondan el problema para no disgustar a Sánchez ni a Félix Tezanos. A partir de hora Ione Belarra ya tiene la solución a los problemas de los españoles: crear los “supermercados del hambre”, no compras ni comes nada pero te paseas mucho buscando aquello que nadie encuentra porque ya no existe, porque ya nadie lo fabrica.

Ese es el gran problema de Belarra, creer que si los españoles comen carne es por la benevolencia del carnicero -entiéndase también papá Estado-, en lugar de tener claro que el carnicero, el lechero o el panadero se preocupan de alimentarnos para lograr su propio beneficio, tan respetable como el nuestro de querer comer carne. Esto lo dijo Adam Smith hace unas cuantas décadas pero sigue siendo vigente; aunque para muchas ilustres comunistas sigan más vigentes los deseos de crear “los supermercados del hambre”: sin pan para hoy y con mucha miseria para mañana.

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