En mi molesta opinión

Cuando Sánchez pedía salir a celebrar que el virus estaba derrotado

Sánchez estudia la reabrir los trabajos en tres fases por temor a nueva ola del virus
Cuando Sánchez pedía salir a celebrar que el virus estaba derrotado.
Moncloa

No les quiero amargar la vuelta de vacaciones -si es que las han tenido-, pero esta cuesta de septiembre que sufrimos va a ser mucho más pronunciada y dolida -con “j” de jodida, con perdón- que la última cuesta de febrero que vivimos, cuando el coronavirus era aún sólo cosa de chinos. Lo malo no es que esta cuesta de septiembre sea dura y compleja, sino que inaugura un futuro que pinta muy duro para todos; y además, por si fuera poca la desgracia, los grandes 'bueyes' -Sánchez & Iglesias- que han de tirar de la carreta de esta España en graves apuros son poco aptos para la inteligencia y el sacrificio en momentos difíciles.

La casa común en la que habitamos todos, profesemos la ideología que queramos, está a punto de entrar en ruina. La situación es grave, pero aquí nadie se alarma ni nadie hace nada extraordinario para, al menos, dar la sensación de que es consciente de que el problema que tenemos encima es el más difícil que hemos padecido desde hace casi un siglo. Se dice pronto. Pero los economistas ya señalan que la situación de hoy día es mucho más espinosa que cualquier otra crisis que hemos sufrido durante la democracia, incluido el periodo de la Transición con sus Pactos de la Moncloa, e incluso durante el tardofranquismo.

Informarse, es decir, ver cualquier medio de comunicación -digital, televisivo, impreso, etc.- es en la actualidad un ejercicio de puro masoquismo. Decir que todo son malas noticias, es decir poco. No hay un mero hecho noticiable que pueda calificarse de positivo. Ni por el lado de la pandemia ni por el de la economía puede uno tomarse un respiro. De entrada, el jueves nos enterábamos de que todo el dinero que llegará de Europa para el desempleo ya nos lo hemos gastado entre julio y agosto. En concreto, en los siete primeros meses del año, el SEPE ha reconocido prestaciones por valor de 23.359 millones de euros. Es decir, por encima de los 21.300 millones que la Comisión Europea ha propuesto asignar a España —por medio de un préstamo— en el marco del llamado programa SURE, destinado a financiar el coste de los ERTE y de las prestaciones extraordinarias para autónomos.

Sí, en efecto, el paro vuelve a ser el caballo de batalla que desboca la economía española. Entre los trabajadores despedidos y los acogidos en ERTE nos hemos comido todas las ayudas que llegarán de Europa. Para los amantes de las cifras, destacar que en la actualidad existen 527.851 afiliados menos a la Seguridad Social que hace un año y algo más de 812.000 trabajadores en ERTE. En resumen, los datos del miércoles pasado indican que de momento 3,24 millones de españoles cobran alguna prestación del Estado, cuando en la anterior crisis de 2010, fueron 3,04 millones de trabajadores los que llegaron a cobrar algún subsidio.

Ante este panorama nada tranquilizador, tenemos en la cabina de mando a un presidente, Pedro Sánchez, dispuesto a seguir jugando al póker con sus rivales políticos, en lugar de ejercer de hombre de Estado capaz de aglutinar a todo el estamento político para hacer frente a esta gran crisis sanitaria y económica. El presidente sigue empeñado en marcarse faroles políticos para desgastar a sus rivales. Tras la reunión de esta semana con Pablo Casado, en la cual no hubo ni un simple borrador de los futuros Presupuestos, sólo una invitación a apoyar sin rechistar lo que Sánchez haga, lo único que se escuchó son desprecios hacia el líder de la oposición: “Es un obstruccionista”. “Ha elegido el frentismo”. “No le importan los problemas de los ciudadanos”, etc. Frases que no propician ese espíritu de concordia al que Sánchez apeló con énfasis ante los empresarios del Ibex.

Ha pasado el verano y vemos que todo no sigue igual, sino peor. Principalmente, el Gobierno central se dedica a quitarse responsabilidades de encima y a señalar a las autonomías, sobre todo la de Madrid, como si él -el Gobierno de España- fuera un convidado de piedra. En una situación de pandemia nacional el mando principal lo ostenta el Ejecutivo de Sánchez, que es el responsable de coordinar y supervisar todos los planes autonómicos. Descargar las transferencias a las CCAA no significa desinhibirse de las responsabilidades ni de su control. Recordemos que somos un Estado autonómico, no un Estado federal, al menos por ahora.

En una entrevista de esta semana en la SER, Pedro Sánchez dijo que le preocupaba la situación de Madrid, señalando a la región central como gran problema, y fomentando una vez más la “madrileñofobia” por interés político; pero no dijo nada de que le preocupara la situación de España en general, que es la que peores datos tiene en economía y en Covid-19 de toda Europa. Ni tampoco se sintió responsable de la actual situación, a pesar de que a finales de mayo anunciara alegremente que “Hemos salido y además hemos salido más fuertes”.

Por si acaso el triunfalismo presidencial no quedaba claro, el 4 de julio Sánchez hizo unas nuevas declaraciones en las que daba alas a los ciudadanos para que llevaran una vida de lo más alegre y despreocupada, que ahora estamos pagando: “Hemos doblegado la curva -dijo-. Hoy tenemos bajo control la pandemia. No bajemos la guardia, pero no nos dejemos atenazar por el miedo. Hay que salir a la calle, hay que disfrutar de la nueva normalidad recuperada, hay que recuperar la economía, hay que disfrutar (…)”. Dos meses después de estas frases, ni hemos salido, ni estamos más fuertes y la pandemia se ha disparado de nuevo, pero Sánchez y su Gobierno se hacen los 'suecos' como si el grave problema que todos tenemos entre manos ya no fuera con ellos. No hay nada como tener un presidente capaz de todo, incluso de ignorar la realidad, y todo por el bien de su persona y de su presidencia.

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