En mi molesta opinión 

El arte de asesinar a tus ministros sin mancharte las manos

Sánchez
El arte de asesinar a tus ministros sin mancharte las manos.
Europa Press

La crisis de los ministros degollados sin contemplación sigue sangrando tres días después. Y es que no hay presidente de Gobierno que dé puntadas sin hilo ni puñaladas sin sentido. ¿Tú también, Bruto, hijo mío? No lo dijo así de claro Ábalos, pero sus silencios fueron elocuentes. Sin embargo, partiendo del principio psico-estético de que asesinar a tus propios ministros no es un arte fácil de ejecutar, y que siempre necesitas un buen motivo para matar a un mal político, nos encontramos ante una histórica escabechina de consejeros que por la “postura” de los cadáveres ofrece interesantes claves acerca de los miedos y peligros que angustian a Pedro Sánchez.

Desde el 4 de mayo, día del ascenso a la gloria de Isabel Díaz Ayuso, tenía apuntado Sánchez en su moleskine que alguien iba a pagar ese tremendo batacazo y ese gran ridículo. Como buen killer de la política que juega con sus propias reglas, y no olvida ni perdona, Pedro Sánchez apuntó el nombre de Iván Redondo. Ni que decir tiene que el presidente agradece la labor de Redondo, sobre todo por ayudarle a llegar a la Moncloa. Pero Sánchez, que es una versión 3.0 de Zapatero, y se siente impelido a realizar grandes hazañas, tiene claro que la necesidad -la suya, la de permanecer en Moncloa- está por encima de cualquier otra consideración.

Visto así, tiene su lógica. Y quizá, al igual que hizo con el actual ministro de Exteriores, José Manuel Albares, estrecho colaborador suyo, y con su amigo Óscar López, nuevo jefe de gabinete, recupere a Iván Redondo después de dejarlo un tiempo en remojo. Aunque seguro que Redondo sabrá aprovechar la ocasión desde ‘Llorente & Cuenca’ para “ayudar” a las empresas que lo contraten a recibir el millonario maná que ha de llegar de Europa y que Moncloa ha de repartir con ecuanimidad, esto también está por ver. Era muy complicado que Redondo -que rompió los lazos con el aparato del PSOE- continuara en Moncloa en esta nueva etapa en la que hay que potenciar al partido por encima o a la par que al “sanchismo”, invento raro pero real que se le atribuye a Redondo, y que disfruta de la complacencia del propio Sánchez.

Las urnas del 4-M hicieron saltar las alarmas, y los malos resultados de las encuestas posteriores -no consiguen apoyos de votantes de C’s ni de UP, y aumenta el desencanto entre socialistas- han confirmado la necesidad de cambiar el estilo y el color del “maquillaje”: algo menos de sanchismo y un poco más de socialismo. Lo malo es que eso no se lo cree nadie, ni los afectados ni los interesados. Es como pedirle, por ejemplo, a Ronaldo que juegue como Messi, o viceversa, es imposible que funcione sobre todo cuando ya el mundo entero ha visto como actúa Sánchez y cuál es su estilo de gobernar y de “matar” los problemas, incluidos sus ministros. Cierto es que el partido, la gente del aparato, estará ahora más presente en Moncloa y en las decisiones que se tomen, pero Sánchez no sabe torear/ejecutar de otra manera, él es el sanchismo en estado puro y sin él no hay futuro, y el que no esté ciego de progresismo entenderá lo que digo.

Hay que reactivar al viejo PSOE para que los socialistas de pata negra se animen y retomen las ganas de votar. Y allí está Sánchez cambiando el polvo por brillo, echando de Moncloa a Redondo y a otros pesos pesados, Carmen Calvo y Ábalos, para iniciar una etapa más PSOE, pero dejando claro que el macho alfa, el nº1, el único, el que es capaz de filtrar los nombres de los nuevos ministros a los medios afines antes de comunicárselos oficialmente al Rey, es él, Pedro Sánchez. Ya no queda nadie que le pueda toser, ha hecho un gobierno subalterno al servicio de una única causa: Sánchez. Los fichajes son estéticos, más que de prestigio; tienen cualidades progres y socialistas que adornan un gabinete hecho a la medida de un presidente que ha decidido que ya sabe volar solo. Sánchez ha aprendido de qué va este negocio y ya no precisa tener cerca a los influyentes popes: Calvo, Ábalos, Redondo… se basta con técnicos que le hagan la faena, él pondrá la cara y la dosis necesaria de estrategia política.

Lo de Miquel Iceta tiene una lectura más sutil. El catalán sonaba incluso como portavoz del Gobierno, y se ha quedado como florero dejando el ministerio de Política Territorial para “descansar” como ministro de Cultura. El motivo, que el presidente no quiere que Iceta, aficionado a hablar con alegría e ideas propias, se pase los días comentando el problema catalán. Las relaciones con la Generalitat se llevarán desde presidencia con fino bisturí, pocas palabras y mucho guante blanco. Con este “problema” se juega mucho Sánchez, tiene pavor a que el tiro le salga por la culata, y quiere que sea Félix Bolaños, nuevo hombre fuerte y poco dado a los focos, el que maneje el diálogo y los acuerdos de manera discreta.

Esta nueva etapa que Sánchez ha bautizado como de “Recuperación” -quizá más de él que de España-, está despertando muchas expectativas en los empresarios, emprendedores y ciudadanía en general, que luego no será nada fácil contentar a tantos, sobre todo si ese maná millonario no llega a la mayoría de las bocas que lo necesitan. Y puestos a contentar, Sánchez no ha tocado a los ministros de Unidas Podemos para no tener que negociar nuevos nombres, y porque los existentes -una vez desaparecido Pablo Iglesias- no dan grandes problemas, más allá del chuletón poco hecho.

Faltan bastantes meses para unas nuevas elecciones, pero Sánchez tiene cierto miedo a que su desgaste político, tan evidenciado el 4-M, no remita y siga creciendo; y de ahí que decida no hacer más experimentos con el sanchismo e iniciar un giro hacia ese centro izquierda que tantos años ha ocupado el PSOE, y que gracias a Iván Redondo había desaparecido en los últimos tiempos. En breve veremos si el nuevo travestismo político funciona y Sánchez es realmente un estratega-killer, o por el contrario se queda en un matarife de ministros en apuros.

Mostrar comentarios