En mi molesta opinión

El “guiño” necesario de Leonor con el catalán, el euskera y el gallego

El “guiño” necesario de Leonor con el catalán, el euskera y el gallego
El “guiño” necesario de Leonor con el catalán, el euskera y el gallego
Europa Press

En España la lengua oficial es el castellano, pero ello no debería ser un motivo para limitar o estrangular a las otras lenguas “menores” y periféricas. La grandeza de un idioma nacional, particularmente con la potencia que hoy día tiene el español, se muestra y demuestra con la generosidad y magnanimidad propia con el catalán, el euskera y el gallego, expresando con esa grandeza que está muy por encima de las otras lenguas, y que es la “lengua madre” que acoge con apego y fraternidad a las otras, que son importantes en valor en sus territorios pero menores en cuanto a número de hablantes e influencia.

Además, tenemos la costumbre de anteponer el lema “de entrada no”, por si acaso, y no lo digo por Felipe González y la OTAN, sino por nuestro habitual estilo negativo y de poco confraternizar que nos lleva a ver siempre a los vecinos como si fueran rivales a los que hay que desestabilizar y amargar la vida. Luego ya discutimos y si eso solucionamos los problemas y los conflictos para que no se diga. ¿Qué inconveniente hay en mostrar y demostrar el sentido común y el lucimiento desde el primer momento para facilitar la concordia entre las lenguas de un mismo país, que además benefician a todas las partes?

Hagamos un juego de recreación mental con el caso catalán, por ejemplo. Imaginemos por un minuto que es el Estado español el que pide y exige que el catalán se prime y se favorezca en Cataluña de manera casi exclusiva y muy por encima del castellano, porque considera que es lo mejor para todos los catalanes e incluso para todos los españoles. Y que, viceversa, son los políticos catalanes los que le piden, por favor, al Estado español que fomente un poco más en toda la autonomía el castellano porque eso favorecerá a los catalanes. ¡Oh, my God! que diría un británico que supiera de nuestros líos idiomáticos, y añadiría: “¡los españoles amándose y respetándose por primera vez, y buscando el bien común y no las bofetadas recíprocas!, ¡esto sí que es un milagro! “.

Es algo que podría suceder perfectamente si el Estado español no fuera tan españolista ni tan nacionalista y fuera sólo razonablemente español, que ya es ser muy español; y dejara que las otras lenguas “hermanas o hijas” tuvieran su peso específico, su importancia y su reconocimiento más allá incluso de su exclusivo territorio. Una idea que en los años noventa, en la revista “Tiempo”, que formaba parte por aquel entonces del Grupo-Z, publiqué en un artículo en el que se proponía que se fomentaran en todas las autonomías las lenguas periféricas, aunque fuera de manera menor y simbólica; que los niños de Extremadura o La Rioja aprendieran de forma básica el catalán, el Euskera y el gallego. Un buen “Si us plau", un “Boas noites" o un "Eskerrik asko”..., no le amarga la vida a nadie, ni tampoco perjudica a la nacionalidad ni a la mentalidad de nadie, más bien todo lo contrario, une e incluso limpia, fija y da esplendor a la sociedad y al propio idioma castellano que se siente como la lengua madre protectora de todas las demás hablas de España.

En principio la culpa no es del castellano, sino de algunos políticos y también de algunos periodistas o ciudadanos fanáticos que les molesta que alguien hable a su lado, no con ellos, en otra lengua que no controlan. Cuántas veces me habrán dicho, medio en broma o medio en serio: ¿qué te pasa en la boquita?, bonito; cuando estando en Madrid me han oído hablar en catalán por el móvil. Es verdad, que la mala educación -motivada por los complejos- suele ser bilateral y en este caso particular a bastantes catalanes les gusta ser muy ‘tocapelotas’ y cuando llega a Barcelona un navarro, un madrileño o un murciano, por ejemplo, se empeñan en hablar en catalán entre ellos. Son problemas puntuales que podrían solucionarse en las escuelas y entre los políticos para beneficio de la sociedad.

Un beneficio que también implica a la monarquía parlamentaria que representa Felipe VI. Ahora hay una gran oportunidad para empezar a corregir algunas actitudes, aunque la Casa Real ha mantenido siempre una especial sensibilidad en sus discursos con las lenguas periféricas, y se ha mostrado abierta al conocimiento personal de las tres lenguas principales. Pero la gran oportunidad a la que me refiero pasa por la princesa Leonor y su jura de la Constitución del próximo 31 de octubre, día que cumple su mayoría de edad. Es la ocasión perfecta para desentumecer algunos hábitos sociales atascados, y que la princesa pronuncie algunas partes de su juramento también en gallego, euskera y catalán, aunque sean unas pocas líneas que refuercen la unidad de España, que es por ahí donde hay que trabajarla, y no sólo por la amnistía política hecha a la medida de los afectados.

Es el momento de crear un futuro y nutrir a una nueva generación de españoles con principios y valores democráticos, y con la actitud imprescindible de la heredera al trono, Leonor, que es la que deberá promover y armonizar, cuando le corresponda y dentro de sus funciones, la unidad y el bienestar de la nación y de los españoles. La generación de Leonor es la que puede y debe impulsar esta fraternidad lingüística y todas las capacidades que propicien un mayor entendimiento y respeto entre las regiones que trascienda las circunstancias y diferencias políticas.

Sí, ya sé que Puigdemont ha sido el primero que ha pedido que Leonor jure también la Constitución en catalán, pero es que don Carles puede ser un prófugo pendiente de captura y estar equivocado en muchas cosas, pero no tiene un pelo de tonto por mucha cabellera que luzca. El expresidente de la Generalitat tampoco es un progresista/comunista al uso gubernamental sino más bien es un conservador pragmático que sabe que la unidad de España es rentable para todas las partes, incluida Cataluña, y es por eso que exige con buen criterio que la princesa utilice también el catalán, y yo añado las otras lenguas cooficiales, para dar mayor realce y empaque a la ocasión, ya que también la princesa es y desea seguir siendo en un futuro reina de Galicia, Cataluña y País Vasco.

Ah, y aunque Junts, ERC y Puigdemont se ausenten del Congreso el día 31, Leonor puede y debe jurar la Constitución en catalán no por los políticos que no asistirán, sino en honor de los ciudadanos de Cataluña y de toda España que son los verdaderos protagonistas. Estoy convencido que todos ellos acudirían a la invitación, si alguien les ofreciera la oportunidad, incluidos los independentistas más recalcitrantes; siempre y cuando, esos sí, la princesa dijera en el juramento unas palabras en catalán, y el viaje en AVE y también la comida fueran gratis.

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