En mi molesta opinión

Las elecciones están al caer y el PNV lo sabe: "No es nada personal, son sólo negocios"

Andoni Ortuzar, PNV
Las elecciones están al caer y el PNV lo sabe: “No es nada personal, son sólo negocios"
CONTACTO vía Europa Press

Tenemos un nuevo caído en combate en el Congreso de los diputados, y no es Meritxell Batet, que ha decidido buscar aguas más tranquilas y abandonar una nueva presidencia en la Cámara Baja. El nuevo caído es Iván Espinosa de los Monteros. Nadie lo esperaba y menos dos días después de que Vox diera un paso al lado y renunciara a cualquier exigencia de cargos públicos en beneficio de los posibles -aunque poco probables- pactos del PP con otra fuerza parlamentaria. Espinosa de los Monteros se ha ido discretamente y con la elegancia que le ha caracterizado todos estos años de actividad pública. Con su look conservador de gentleman británico y su correcto castellano, anunció ayer que por cuestiones familiares abandonaba todos sus cargos en Vox.

Los motivos que ha dado no son muy creíbles: “la familia me necesita”; está muy bien como excusa, pero la familia “política” también le requiere y precisa de su saber estar. El ya ex líder de Vox, que siempre ha sonado como recambio de Santiago Abascal, maneja otras claves personales menos filantrópicas. Al margen de sus malas o cada vez más débiles relaciones con el presidente de Vox, ha visto como el partido se ha ido deteriorando y ha bajado mucho sus expectativas electorales, y puede que siga bajando si nadie lo remedia y se producen elecciones generales en diciembre. En ese caso, Vox no crecerá y quizá se impongan aún más las vacas flacas para los verdes, ante la necesidad perentoria de apoyar a un PP que pueda frenar a Pedro Sánchez y a la extrema izquierda. Con esta salida, Espinosa se retira por la puerta de atrás con cierta dignidad y huyendo de posibles males mayores en su partido.

Pero la película sigue y el “viaje del héroe” no ha terminado. Las dudas de una repetición en las urnas están cada día más presentes en la cabeza de los políticos y en el temor de los ciudadanos. ¿A quién le apetece volver a votar después de dos elecciones consecutivas gracias a las maniobras personales de Pedro Sánchez? Sin duda, a nadie; ni siquiera al culpable de la repetición. ¿A quién beneficia unas nuevas elecciones generales? Sin duda, a nadie, salvo a Carles Puigdemont y su corte de los milagros andantes. El líder de Junts tiene claro, según sus propias palabras en una entrevista, que negociar con el líder del PSOE es negociar con un mentiroso: “Verdad que tú no le comprarías un coche de segunda mano a Sánchez, pues yo tampoco”.

Las necesidades reales de JuntsXCAT y de Puigdemont pasan por Cataluña más que por España. La reinvención de Convergencia i Unió tiene claro que su prestigio y su fuerza están en su tierra y que debe buscar toda su pujanza en las próximas elecciones catalanas del próximo año 2024. Si hace lo contrario será devorado de manera rotunda por ERC; o al menos, y lo que es peor para ellos, será valorado al mismo nivel “pactista” con Madrid que sufre hoy Esquerra Republicana. Si algo desea el ex president afincado en Waterloo es diferenciarse de sus rivales más directos -Junqueras y Rufián-, considerados “botifler”, y vencerles en las autonómicas de 2024. Ni Junts ni Puigdemont van de farol. Saben que el precio de agachar la cabeza y decirle “sí, señor” a Sánchez es muy elevado, tanto que casi los aniquilaría como partido en Cataluña.

Junts ha roto desde hace tiempo con ERC, incluso Pere Aragonés les echó del Gobierno catalán, y ellos desistieron de pactar con el PSC de Salvador Illa y perder así las jugosas diputaciones catalanas por dignidad política. El precio que ha pagado hasta la fecha Junts, y su líder Puigdemont, es muy alto como para ahora rebajarse los pantalones y acceder a las pretensiones de Sánchez y los socialistas, grandes “enemigos” políticos. Muchos dirán que “poderoso caballero es don dinero”, pero al final todo puede acabar siendo pan para hoy y hambre para las urnas de mañana. Y el presidente en funciones del Gobierno sabe que su panorama pinta muy mal para alcanzar un acuerdo con Junts y lograr su enrevesada investidura con más de media docena de partidos. Lo sabe bien aunque se vaya luego de vacaciones a Marruecos mientras el futuro de España está en juego.

Algo parecido pero a la inversa puede suceder en el Euzkadi Buru Batzar del PNV, el partido que lidera Andoni Ortuzar como presidente. Ellos saben que pueden evitar unas nuevas elecciones generales y convertirse con ello en los “héroes” de una nueva película, que no sería de terror sino todo lo contrario. No digo que fuera “Qué bello es vivir”, pero sí quizá la de “Toma el dinero y corre”… y mañana ven a por más. Llegado el momento también podría titularse: “No es nada personal, son solo negocios”.

Empezando por la sociedad vasca y siguiendo por la sociedad española que valorarían mucho evitar nuevas votaciones como un gesto de responsabilidad política para impedir un mayor fracaso o parálisis institucional que pusiera en entredicho el futuro de la economía y del país. Por mucho que se diga, el PNV es un partido que vela por sus intereses y los de Euskadi, como hacen casi todos, pero también mantiene cierta responsabilidad política, aunque a veces juegue a travestirse con la izquierda y cambie de equipo con mucha facilidad. En este caso, también deberían mostrar más audacia y de paso conformar una mayor participación en las decisiones nacionales, aunque sea con personas próximas a su órbita en altos cargos o ministerios.

Sin embargo, los jeltzales parece que están empeñados en desperdiciar la oportunidad que supondría para los vascos y vascas aprovechar las ventajas económicas, políticas y de transferencias, etc. que les ofrece un acuerdo con Feijóo. En su lugar, prefieren seguir en sus trece y caer en una paulatina insuficiencia como le sucedió a Ciudadanos con Albert Rivera, por no querer pactar a tiempo con el partido político con el que debía hacerlo en ese momento. Prefirió ir contra natura y doblegar a los que defendían sus propias ideas. Fue duramente castigado por ello. El paradigma puede ser distinto ahora pero el fracaso puede ser el mismo ya que se repiten las coordenadas y la amenaza de las elecciones está cada vez más cerca.

El PNV tiene la oportunidad, no sólo política sino también social, de evitar una nueva catástrofe institucional y convertirse en el partido que decide el futuro de millones de vascos y españoles. No sólo evita con ello otras eleciones por tercera vez en menos de seis meses sino que consigue arrinconar a Vox -objetivo cumplido- y llevarse de paso el premio gordo para Euzkadi. Ellos siguen empeñados en abrazarse a Sánchez que no les dará nada que no le dé antes a Bildu, y además esa ecuación no podrá despejarse por exigencias de Puigdemont y JuntsXCAT. Y Arnaldo Otegi, si Sánchez le da alas, puede volar más alto que los peneuvistas.

Todos los partidos que se muestran “inútiles” y contrarios a la lógica política acaban pagándolo en las urnas. El PNV tiene que elegir muy bien sus pasos porque los errores se pagan caros en una sociedad tan volátil. Tiene que demostrar que el partido no está anquilosado y que hay posibilidades más allá de lo que diga Bildu porque sabe tomar decisiones atrevidas e inteligentes. El empecinamiento nunca ha sido una buena estrategia para lograr que un país no se hunda en su miseria y acabe atrapado en el “Día de la marmota” por culpa de los intereses de Sánchez y las ligerezas políticas del PNV. A un partido de centro izquierda como los jeltzales, le vendría bien controlar a un partido de centro derecha como el PP para crear una sociedad más equilibrada y próspera, con un presente menos amenazador y un futuro más tranquilizador. En sus manos está.

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