En mi molesta opinión

Elegir a los miembros del CGPJ por sorteo y no a dedo

CGPJ
Elegir a los miembros del CGPJ por sorteo y no a dedo.
EFE

Si analizamos los hechos y las circunstancias llegamos a la conclusión de que a Pedro Sánchez y a Pablo Casado tampoco les viene nada mal que no haya acuerdo en la renovación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). Incluso me atrevo a decir que al presidente del Gobierno le viene bien poder afirmar que la culpa de este gran bloqueo -“que atenta contra todo principio democrático”, según él- es del Partido Popular que “sólo sabe polarizar la política y entorpecer la labor del Ejecutivo”. Ya que mientras Sánchez o sus ministros autorizados para hablar dan rienda suelta a sus ataques contra el PP, no tienen la necesidad de dar explicaciones acerca de la brutal subida de la factura de la luz, por ejemplo. Que esta cuestión energética sí preocupa mucho en Moncloa porque el daño electoral puede ser considerable. Sobre todo, si no se invierte en breve la tendencia y la luz no regresa a su precio de 2018, como ha prometido el propio Presidente y la ministra Ribera, la factura en votos que pagará Sánchez por sus “pocas luces” será astronómica.

Volviendo a la cuestión del control del Poder Judicial, que aunque se utiliza como cortina de humo demuestra la nula separación de poderes que hay hoy en España (Montesquieu ha muerto, como dijo Alfonso Guerra); me preocupa seriamente que pueda haber con tanta evidencia y descaro una Justicia de izquierdas y otra de derechas, y que una pretenda ser la buena y la otra la mala, o viceversa. Creo más bien que lo que hay realmente es un cúmulo de intereses entre los grupos políticos dominantes. Los partidos “necesitan” cubrir puestos orgánicos del CGPJ y repartirse cargos y carguitos para tener contentos a sus afines, y de paso ampliar las garras de su poder, que como siempre tiende a ser omnímodo, para mayor desgracia de todos.

Suena a tomadura de pelo que nos intenten vender esta “negociación de trastienda” entre los dos principales partidos -PSOE y PP- como un ejercicio democrático que busca sobre todo el bien de la Justicia y de los ciudadanos. Falso. Si realmente quieren fomentar una Justicia despolitizada y ciega ante los intereses partidistas deberían recurrir no al reparto y mangoneo arbitrario de cargos, sino a algo más aséptico: la insaculación. El nombre viene del latín, para que vean que no es un invento reciente, “in y sacculum”, y es el procedimiento de elegir a jueces y otros oficiales de justicia por sorteo.

¿Suena raro? Peor suena que los políticos, con la excusa de que ellos son elegidos por el pueblo, tengan la absoluta potestad de escoger y nombrar a los miembros del Consejo General del Poder Judicial. La separación o división de poderes es un principio político fundamental en un Estado de derecho y en el se busca la separación entre el poder legislativo, el ejecutivo y el judicial para evitar el abuso de poder. Sin embargo, hoy en España el poder ejecutivo, que ostenta el Gobierno, es el predominante y el que controla sin escrúpulos ni disimulos al legislativo, que se ejerce en el Congreso, y también, desde hace años, dirige de cerca y supervisa el jurídico, al elegir los miembros del Consejo General del Poder Judicial, que es el órgano de gobierno de los propios jueces. Simplemente recordar, para hacer más evidente este control político, que la actual Fiscal General del Estado, Dolores Delgado, salió del mismo Gobierno de Pedro Sánchez, tras ser durante tres años su ministra de Justicia.

La elección por sorteo de los miembros del CGPJ pretende que no sean los políticos los que se arroguen esa potestad, ya bastante poder ostentan. Se trata de poner en el sacculum (saco pequeño) los nombres de las personas idóneas y capaces de ejercer ese puesto, que sí podrían ser escogidas por los partidos, y después de mezclaras convenientemente se sacan al azar las bolas/nombres necesarios para que ocupen los cargos correspondientes. ¿Hay algo más equitativo y democrático a que sea el destino, la diosa fortuna, quien elija entre los seleccionados por los partidos los correspondientes cargos? Este sistema de elección, que también recibe el nombre de estococracia, intenta superar los problemas de manipulación por parte de los intereses políticos.

De este modo los jueces no se verían condicionados por haber sido nombrados por un Gobierno o un partido sino por la suerte del destino, aunque previamente fueran seleccionados como aptos, atendiendo a sus méritos y trayectoria, por determinadas siglas políticas. Imagínenselo por un momento, un juez, que debe impartir justicia es elegido por el ciego azar, sin compromisos y deudas previas, tendría las posibilidad de ser más libre a la hora de tomar decisiones o dictar sentencias al no tener que agradecer su elección a nadie en concreto, y sí a su propia suerte. Es una fórmula novedosa en estos tiempos, pero durante siglos, incluso en la democracia ateniense del siglo VI AC, se utilizó como la manera principal de lograr la equidad selectiva. El mismo Aristóteles se refirió a ella con elogiosos términos: “Se acepta como democrático cuando los cargos públicos se asignan por sorteo”.

En definitiva, si realmente los políticos quieren demostrar que les importa la separación de poderes -hoy día tan cuestionada y maltrecha, por decirlo suavemente- que demuestren su voluntad y permitan que sea el propio destino quien ejerza la elección; todo lo demás será visto como una manipulación inaceptable y un abuso de poder sobre la Justicia.

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