En mi molesta opinión

Hablemos de toros y no tanto de Óscar Puente

El ministro de Transportes y Movilidad Sostenible, Óscar Puente.
El ministro de Transportes y Movilidad Sostenible, Óscar Puente.
EDUARDO PARRA / EP

Si entramos a matar con la última cornada de la actualidad política deberemos mencionar un nuevo enfrentamiento taurino, lo que nos permite no hablar tanto de Óscar Puente, que tiene poco de diestro y mucho de matador. Todo el mundo coincide en que gracias al ministro de Cultura y al portavoz de ‘Sumar’, Ernest Urtasun, la afición a los toros se ha convertido en algo transgresor y más propio de la contracultura, como si fuera un movimiento que se opone a los valores ideológicos y de marketing establecidos en la sociedad por el Gobierno. Quién se lo iba a decir a Belmonte, a Dominguín, al Cordobés, a Manolete, … que vestidos de luces y apurando los cuernos de su rival iban a ser más subversivos que Manolita Chen o cualquier otro rebelde sin pausa.

Y es que gracias a lo que muchos llaman lo ‘políticamente incorrecto’ en España se ha puesto de moda prohibir, que es lo más incorrecto desde el punto de vista de la libertad. Además, no aporta nada nuevo ni nada bueno, solamente el mismo lodo y el mismo modo de censurar a los que piensan de manera distinta. Casi siempre son los gobiernos con ramalazo autoritario -aunque ellos se sientan progres- los que se atribuyen el monopolio a decidir lo que es bueno y malo según su criterio y sin tener en cuenta las discrepancias y la opinión de los demás.

Pues bien, en este permanente río revuelto en el que nos tiene sumergidos Pedro Sánchez y su Gobierno, el mencionado ministro Urtasun ha suprimido el Premio Nacional de Tauromaquia, ya que considera que la fiesta nacional es un vestigio del pasado, tanto como comer rabo de toro, que interesa sólo a una minoría y hay que liquidar a esa minoría, culturalmente hablando, suprimiendo el galardón. También pensará, el señor ministro, que son una tortura, pero no creo que se atreva a tocar los ‘sanfermines’ por muy torturados que parezcan, dado su impacto mundial y porque la alcaldía de Pamplona la tiene Bildu, gracias al apoyo del PSOE, todo sea dicho.

No soy aficionado a los toros, aunque he visto lidiar a José Tomás y eso te hace entender un poco mejor la tauromaquia o arte de Cúchares, dicho de otro modo. Culturalmente hay un sinfín de palabras y expresiones referidas al mundo taurino que enriquecen y le dan un gran valor a nuestro vocabulario y a la expresión lingüística: “Ver los toros desde la barrera”, “Coger los toros por los cuernos”, “Echar un capote”, “Pase de pecho”, “Entrar al trapo”, “No hay quinto malo”, “Cambiar de tercio”, y un largo etcétera. Tampoco hay que olvidar la idiosincrasia del toro que lo convierte en un animal especial, muy bravo pero a la vez capaz de entrar al “trapo” de un buen torero. Mientras casi todos los animales retroceden ante una agresión humana, el toro bravo responde plantando cara y acompañando con su estilo y gallardía a este peculiar arte visual y exclusivo.

Entiendo que haya gente, mucha incluso, a la que no le gusten las corridas de toros, pero prohibirlas sólo consigue alimentar y engrandecer su leyenda. Veremos ahora en San Isidro y en otros festejos similares si el público soberano -por mucho que le moleste al ministro- apoya a los toros o prefiere inclinarse ante las decisiones del portavoz de Sumar, cuya jefa de partido es Yolanda Díaz, que por cierto “está de capa caída”, expresión muy taurina que sintetiza a la perfección el futuro político de ambos miembros del Ejecutivo.

Y como no hay quinto malo, aquí va una vuelta al ruedo del fango político protagonizada por el inefable Óscar Puente. Una de las cosas buenas que tiene este Gobierno es que nunca sabes si lo que sucede es intencionado o surge espontáneamente por un error de cálculo. No está claro si Puente se animó a insultar al presidente de Argentina, Javier Milei, por su cuenta y para hacerle otro favor al “puto amo” -como llama el propio ministro a Pedro Sánchez- o lo hizo para sentirse bravucón y corajudo con los jóvenes cachorros del ‘sanchismo’ con los que estaba reunido ese día.

Sea como fuere, la ocasión fue inoportuna porque sirvió para que le cayera un rapapolvo de la parte argentina al propio presidente del Gobierno español con motivo de la investigación judicial a su mujer. Una píldora amarga para Milei, del que Puente dijo que “consumía sustancias”, y otra no menos ácida para Sánchez que tuvo que oír una vez más la insinuación de “corrupción” de Begoña Gómez. Es lo que tiene poner de ministro de Transportes a un personaje apto para la polémica pero no para el buen funcionamiento de su cargo; esencialmente cuando el presidente habla estos días de fango y de bulos, y Óscar Puente alza la mano dispuesto a salir al campo para seguir embarrando o enfangando lo que le echen, mientras suelta y escribe todo tipo de barbaridades.

Pero no nos engañemos, Óscar Puente no pertenece a ‘Sumar’ como Urtasun ni ha caído de otro planeta, aunque a veces lo parezca. Puente es del PSOE y es el 'álter ego' de Pedro Sánchez nombrado para ese fin por él mismo y con el claro objetivo de menospreciar y enfangar a sus rivales para crear así una tensión que en Moncloa creen que les beneficia electoralmente. Tengo mis dudas de que esa fórmula acabe en éxito, pero lo veremos con el tiempo. De momento, lo que seguiremos viendo estos días es a Sánchez en el papel de José Luis Moreno, el famoso ventrílocuo que habla sin mover los labios; y como sucede siempre, las palabras las ponen ellos, mientras que las voces son de Óscar Puente y de Macario.  

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