En mi molesta opinión

Messi también se va... el último que apague la luz

Messi
Messi también se va... el último que apague la luz.
Efe

Preparémonos para la nueva España que ya llama a la puerta. Más pobre, más humillada, menos rimbombante, menos cosmo-pija, más progre-hortera, más polarizada, más austera aunque no quiera, más encabronada por los cuatro costados… aunque quizá también más sincera; una España reconocible para los autóctonos veteranos pero desconocida para los imberbes y las 'barbies' que solo han probado el gin tonic con frutillas.

Lo de Messi es un aviso para navegantes. Una huida emblemática para una sociedad que adora al becerro de oro en formato mito deportivo. El mundo está mal, pero lo de España huele peor. Si Messi se va, su fuga se convertirá en el símbolo de una nación que se hunde como el Titanic. Catalunya quedará más sumergida, si cabe, ya lo está desde hace tiempo gracias a sus políticos e inteligentes ingenieros de la independencia simbólica… más fijarse en el País Vasco y menos soñar con fantasías calenturientas.

Junto a la Sagrada Familia, la de verdad no los Pujol, Messi es uno de los grandes iconos de la ciudad de Barcelona. Cada semana sus goles se veían en todo el mundo y todo el planeta soñaba con ver correr al 10 del Barça en el Camp Nou en un singular remake de 'Esplendor en la hierba'. O al menos, aspiraban a comprarse su camiseta en alguna tienda de las Ramblas. Si Messi se va, que se va, las pérdidas económicas para el club y la ciudad serán cuantiosas. Cuando termine el descalabro actual sin público en los estadios y sin turistas en las calles, llegará la ansiada normalidad y será difícil que el FC Barcelona mantenga la segunda posición en la lista Forbes de los clubes con más valor de mercado.

Con Messi se van muchas más cosas que millones de euros. Se va el prestigio de un club, de una ciudad, de una Liga de fútbol española que sin Cristiano Ronaldo, Neymar, Suárez ni Messi se quedará sin brillo y sin argumentos para negociar los derechos televisivos. Si se va Messi todos pierden, incluso los del Madrid. Se acabaron los grandes espectáculos futbolísticos, al menos en versión española, esos clásicos Madrid-Barcelona que se veían con fruición y pasión en todo el mundo.

Aunque Messi es argentino de Rosario, nació en Barcelona a los 13 años, y a esta ciudad y al Barça les debe todo, incluido su crecimiento físico con hormonas y el deportivo con seis Balones de Oro. Han pasado 20 años y el “10” azulgrana es ya la gran vaca sagrada del fútbol mundial. Es lo que tiene amamantar criaturas ajenas, les coges cariño pero crecen y se largan con pasta fresca a conquistar otros mares. Podemos enfadarnos con la 'Pulga' -como lo llaman sus amigos- pero quizá en su lugar haríamos lo mismo. Messi se quiere ir porque ya tiene 33 años y el Barcelona es una casa en ruinas con un proyecto incierto, como la propia Cataluña o la misma España, y prefiere pasar sus últimos años en activo con un entrenador que le cuide y le motive -Pep Guardiola- y un equipo que aspire al máximo: el Manchester City.

Además, el club británico le ofrece un contrato de cinco años, tres en el Reino Unido con el Manchester, y dos en su filial norteamericano, el New York City, algo que el Barça no le puede ofrecer… adiós Messi, adiós. Y aunque hay una cláusula de rescisión de 700 millones de euros, si el jugador decide irse será muy difícil hacerle cambiar de opinión, y habrá que negociar a la baja esa cláusula para que la salida de Messi no sea más bochornosa de lo que ya es. El Manchester y Guardiola lo tienen todo previsto para negociar su incorporación, que muchos culés darían por buena con algo más de 200 millones de euros y la cesión de algún jugador del Manchester al Barça.

Si somos sinceros, y viendo además como se están poniendo las cosas en España, todos querríamos ser Messi, no solo por los millones que gana o el don que posee, sino por la posibilidad de irnos a otra parte, ahora que empiezan a caer chuzos de punta. Irnos a un buen lugar donde hubiera un entrenador/ presidente de Gobierno que supiera lo qué debe hacer, que nos motivara para seguir luchando en medio de esta gran crisis y en el que pudiéramos confiar, sin temor a que nos engañe una vez más. En lugar de eso, tenemos un entrenador/presidente, Pedro Sánchez, que va dando palos de ciego con la esperanza de que algún día suene la flauta (o la vacuna) por casualidad. Pero no, tendremos que quedarnos aquí y ver como Sánchez y los demás políticos no se ponen de acuerdo para sacar a España de su mayor crisis.

Hasta hace muy poco, es decir, hasta que saltó la Covid-19 y pintaron bastos, éramos un país confortable por el cual la gente se moría de ganas por visitar. Cada año más de 80 millones de seres humanos se acercaban a disfrutar de nuestro estilo de vida, de nuestro sol y nuestra nocturna alegría. Ahora, ya no somos tanto un país de acogida, sino un país de huida. Hasta el exjefe de Estado se ha largado de España, y no solo por sus líos con la pasta, que también, sino harto de ser el Rey emérito de un país encanallado que es incapaz de unirse aunque solo sea para salvarse.

Pero volvamos a Messi. ¿Qué puede hacer un buen aficionado al fútbol en estas circunstancias cuando el nº 1, el ídolo, se va y te abandona? Tal vez sólo podamos encogernos de hombros y echar mano de los maravillosos recuerdos que nos deja. La huida de Messi es como cuando se van esas novias maravillosas pero imposibles de retener, que un buen día se largan y te dejan con dos palmos de narices sin saber muy bien por qué, aunque lo entiendas todo. En lugar de lamentarlo y cabrearnos con ella, hay que dedicarse a repasar los recuerdos inolvidables. Hay que agradecerle que nos hiciera tan felices tanto tiempo y decirle, sin lágrimas ni gimoteos, que nunca habíamos visto nada igual, y que nunca la olvidaremos. Messi ha sido durante 20 años la 'novia' de todos los culés. Adiós, Messi, adiós. 

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