En mi molesta opinión

No es que no tengamos agua, lo que no tenemos es inteligencia

El Pacto Nacional del agua en España: 20 años de sequía de acuerdos PP- PSOE
No es que no tengamos agua, lo que no tenemos es inteligencia.
Europa Press

Cataluña tiene sed. No sólo sed de Justicia o de amnistía, sino sed de la otra, de esa que te moja cuando cae. Cantando bajo la lluvia todo parece mejor, incluso uno puede sentirse Gene Kelly, pero hoy aquí nadie se atreve a cantar mucho porque vivimos en situación de emergencia climática. A lo sumo, podríamos cantarle las cuarenta a la Generalitat por su abandono e impericia al no saber prevenir lo que ahora hay que solucionar de mala manera, deprisa y corriendo. Si me lo permiten, querría proferir una exclamación que me sale del alma: Hay que ser muy ¡tocacollons! para ver que tienes el vaso medio vacío, o vacío del todo, y en lugar de comprarte un botijo te dedicas a bailar la samba con la estelada.

En verano de 2023, el gobierno catalán lanzó una campaña que costó más de 800.000 euros para concienciar a la población sobre la importancia y necesidad de ahorrar agua ya que el nivel de reservas de los embalses en Cataluña en ese momento ya era inferior al 25%. Estaba claro que la situación pintaba cruda y el futuro muy seco. Cataluña estaba en sequía técnica. El eslogan contratado tenía su aquel creativo, como todo lo que encarga la Generalitat, pero también una eficacia relativa: “El agua no cae del cielo”, decía la frase. Bueno, no es cierto pero aceptamos el juego para que en la cabeza de los ciudadanos se meta la idea de que hay que ahorrar agua como sea. A la postre son los que pagan el pato; los otros, los políticos ‘indepes’, se duchan con Vichy Catalán y no se enteran mucho de las necesidades del país.

Aunque como no caiga pronto agua del cielo vamos a tener un problema más grave todavía. Un problema que arranca de la dejadez política de estos últimos años. Todo el mundo sabe que los gobernantes catalanes llevan una década mirando al infinito y más allá con la excusa del trampantojo del separatismo, pero olvidando las cosas importantes, las que dan de comer y de beber. Centrarse tanto tiempo y con tanto empeño económico en la quimera del procés ha provocado que la administración no haya hecho sus deberes ni puesto su interés en los principales problemas que sufre la gente, como ahora vemos con el agua.

¡Socorro que me ahogo! La Generalitat pide ayuda urgente a todos los vecinos de buena voluntad, y apela a la solidaridad entre regiones. No hemos llegado al “España nos roba el agua”, pero si lo exige Puigdemont quizá Sánchez se lo acepte para seguir en Moncloa. Sin duda, habrá que arrimar el hombro y el agua para que la vida fluya. Habrá que ejercer una vez más de hermanos, aunque muchos separatistas piensen que sólo somos primos. Sin embargo, el ahorro de agua tiene que ir en paralelo al despliegue de nuevas infraestructuras que permitan la adaptación a la emergencia climática.

En los próximos cinco años -ya llegamos tarde-, la Generalitat creará y potenciará la desalinización y regeneración del agua, duplicando el caudal de su producción, y mejorará los abastecimientos locales al incrementar la eficacia de las redes de suministro. No me pregunten porque no lo han hecho antes. “Medidas necesarias pero que deberían de haberse abordado con mucha más antelación y que no van a solucionar la urgencia actual”, esta sentencia clara y rotunda no sale de mis labios sino de Marta Santafé, especialista y consultora en Planificación Hidrológica y en gestión de sequías.

Para esta geóloga en Agua y Medio Ambiente, “hay que planificar y gestionar la sequía cuando no hay falta de agua -elemental, querido Pere Aragonés-. Ahora hay que esperar que en los próximos meses llueva agua del cielo para aliviar la crisis hídrica de Cataluña”. Lo de planificar el agua es algo tan razonable y primordial que cualquier persona con dos dedos de frente puede deducirlo y hacerlo, salvo los políticos que controlan la Generalitat que parece que no han sido capaces de verlo antes de que sea demasiado tarde.

Por su parte, Carlos Mazón, el presidente valenciano, ha dicho que no cunda el pánico, que Valencia enviará todos los barcos con agua que hagan falta para sus vecinos del norte, aunque sus vecinos del norte siempre les miren con cierta superioridad, como por encima del hombro y de la barretina. No obstante, pelillos a la mar y barquitos a navegar para que las gargantas de la Diagonal no se resequen y se puedan duchar y hasta cocinar. Faltaría más.

Aunque algunos chicos listos que conocen bien la tierra de la pólvora y los limones han pedido a los valencianos de bien que ya puestos, además de buques con agua del grifo, traigan algún depósito con agua de Valencia. Esa especie de líquido bendito que lleva zumo de naranja, cava y un poquito de vodka, y que es capaz de ayudarte a superar las decaídas noches de la Barcelona dormida y deprimida, y sus incapaces y poco creativos gobiernos. Ay, ay, ay, qué de cosas han de cambiar para que vuelva a funcionar de verdad la Catalunya alegre, inteligente i triunfant. Mientras ese momento llega, tomemos un buen trago de agua de Valencia… y aquí paz y después paciencia.

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