En mi molesta opinión

Sánchez tropieza con Biden y Casado con Colón

sanchez biden hablando
Sánchez tropieza con Biden y Casado con Colón
L.I

No es bueno hacer leña del árbol caído. Bien, lo acepto. Pero hay que entender que el 'leñazo' diplomático, de imagen y de prestigio que se pegó Pedro Sánchez el lunes pasado contra Joe Biden tiene más enjundia de la que aparenta, principalmente por lo que oculta más que por lo que evidencia su escaso tiempo de duración. Mucho mejor hubiera sido coincidir en un ascensor, donde no hay escapatoria y le puedes dar sin querer al botón de parada y arañar unos segundos más junto al deseado Biden; o coincidir en el WC de presidentes, donde puedes permanecer más tiempo lavándote las manos o rehaciendo el nudo de la corbata. Aunque allí la foto hubiera sido más complicada de conseguir.

Todo el mundo sabe que Sánchez es un tipo frío, calculador, rebosante de ambición política, y capaz de cualquier cosa por alcanzar un éxito de propaganda que engrandezca su imagen de presidente. De ahí que su encuentro con Biden fuera para él un colofón de oro a una semana positiva en lo que se refiere a éxitos políticos: derrota de Susana Díaz en Andalucía, recambio de Pablo Iglesias en Podemos y desgaste de la oposición, encabezada por Pablo Casado, enredándose una vez más en su laberinto de la plaza Colón, esta vez con el tema del indulto.

Pero vayamos por partes. Lo pactado por los equipos de ambos mandatarios -Biden vs Sánchez- era un encuentro de diez minutos, como anunció la factoría de propagandas de Moncloa días antes. Pero la cosa se torció y al final el presidente de EEUU no tuvo tiempo para Sánchez. El cielo se desplomó sobre la delegación española, y no digamos para el presidente español. ¿Qué hacemos? No podemos decir que Biden nos ningunea una vez más; todavía no he hablado por teléfono con él desde que es presidente. La solución: hacerse el encontradizo en los pasillos de un edificio de Bruselas.

Y así fue. 29 segundos -la vida es eterna en medio minuto- de paseo con mascarilla incluida que no dan para mucho, pero que según Sánchez sirvieron para hablar de numerosas cosas: de la OTAN, de su viaje por América del Sur, de las nuevas políticas 'progresistas' de Biden… tardó cuatro veces más Sánchez en explicar el contenido de la conversación a los periodistas que en realizar el recorrido. ¿Pero por qué nos engañan? ¿Qué necesidad hay de vendernos lo que no ha existido? No sería mejor reconocer la realidad y ceñirse a la verdad. Por ejemplo, que Sánchez dijera: “Por problemas de agenda del presidente Biden se suspendió el encuentro. Hemos decidido vernos en otro momento con más calma. Aproveché la ocasión para saludarle y felicitarle por sus políticas económicas progresistas”. Punto y final de la cita que hubiera sido más razonable y comprensible.

Pero no. Había que vender una fanfarria que sólo existió en la mente de Sánchez y la de sus insaciables fabuladores de propaganda. Que manía en querer aparentar lo que no se es. Para EEUU, España es un aliado de segunda categoría, sobre todo desde que Zapatero retiró sin avisar las tropas españolas de Irak. Esa “traición” de un aliado el país norteamericano no la olvida fácilmente. Allí, puede cambiar el presidente pero no cambia la política exterior, al revés de lo que sucede en España cuando hay nuevo Gobierno. Seguimos siendo un país del que no se fían en la Casa Blanca, y no les importa demostrarlo públicamente. Puede dolernos en el orgullo patrio, pero la realidad es la que es.

Regresemos al territorio nacional, y analicemos lo que sucedió el domingo en la otra orilla del espectro político. Si Sánchez tropezaba con Biden, la derecha -PP, Vox y C’s- hacia lo propio en la plaza de Colón. El éxito de la convocatoria para protestar por los indultos a los presos del procés fue incuestionable, al margen de las cifras que dieron unos y otros. Sin embargo, el resultado no se ha de medir sólo por el poder de convocatoria -que en esta ocasión fue hecha por la sociedad civil- sino por el rédito que sacas de ese acto. Y el rédito, sobre todo para el PP y para Pablo Casado, no fue el deseado, sino otro menos esplendoroso.

La imagen de Colón para los populares sigue siendo controvertida, y aunque no le penalice en exceso puede menoscabar su liderazgo, que tras el éxito de Ayuso en el 4-M había alcanzado cotas importantes. Volver a una zona arriesgada con los mismos “compañeros de viaje" que tuvo en 2019, aunque en esta ocasión no estuvieran juntos ni hubiera foto, no le otorga un mayor crédito ni ningún beneficio político que no tuviera ya. La oposición a los indultos que quiere conceder el Gobierno de Sánchez es totalmente legítima, pero no precisaba de esta muestra de activismo que, en gran medida, puede provocar rechazo en un gran número de españoles que también se muestran en contra de ese indulto pero no quieren verse limitados y plasmados en una manifestación callejera.

El “no" al indulto es transversal y muy amplio, pero llevarlo a la plaza de Colón lo constriñe y le pone una vieja etiqueta que en su día fue cuestionada por muchos. El trabajo de la oposición, y principalmente del PP, es transmitir argumentos de peso y no simples consignas en una manifestación. Un rechazo -el del indulto- que aglutina a millones de españoles no se debe simplificar ni reducir a un encuentro en el mismo espacio que dos años antes te manifestabas contra otro problema, aunque el autor sea el mismo, ya que con ello confundes y limitas.

Sánchez y Casado han tropezado en el mismo problema: la vanidad. Han querido que los demás visualizaran su poderío y su éxito político. La humildad -que tanto escasea en estos líderes de nueva hornada- envuelta en sentido común, ayuda a transmitir mejor los mensajes y esa buena imagen que pretenden conseguir poniéndose medallas que sólo brillan para ellos y su fans. Hacer política es algo mucho más serio, y hacerla para una amplia y diversa sociedad exige mucha inteligencia y mucho realismo para que los ciudadanos no descubran tus trucos y te acusen de que lo único que pretendes es hacerte una foto con gran postureo y poco más. 

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