Tribuna global

Vuelve la tensión a las curvas de deuda

El rebrote de la volatilidad augura curvas.
El rebrote de la volatilidad en la deuda augura curvas.
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En su libro 'La Guerra de las Galias', Julio César utiliza en muchas ocasiones la expresión “ocurrió lo que era necesario que sucediera” como justificación para describir algún suceso poco menos que inevitable, tras alguna actuación generalmente mejorable de alguno de sus mandos subordinados. Esta expresión tiene perfecta aplicación hoy en día para describir el movimiento actual de las curvas de deuda ante la nueva puesta en escena de las presiones inflacionistas.

Y es que el temor a la inflación ha vuelto a los mercados, si es que en realidad se había ido en algún momento de este año. Prácticamente, desde el comienzo del ejercicio, ya preveíamos que la concatenación del fuerte crecimiento esperado de la economía, especialmente vía demanda, unido al efecto base al comparar el IPC con el del periodo anterior, iba a presentarnos una inflación claramente sesgada al alza. Era necesario que sucediera, en palabras de César.

Lo que ha cambiado un poco en las últimas semanas, acercándonos a lo que ya sucedió en los meses de marzo y abril, es volver a cuestionar qué profundidad, qué duración y qué medidas deberían tomar los bancos centrales para atajar esta subida de precios. Y es que, desde esos meses citados y hasta hoy, el mercado parecía haber comprado sin fisuras el argumento general de todos los organismos monetarios, en el sentido de que la elevada inflación iba a ser un fenómeno meramente coyuntural. 

Y la realidad es que determinados datos macro y noticias relevantes que se están publicando estas semanas, están incidiendo en el hecho de que esta subida de precios puede no ser tan coyuntural como nos sugieren el BCE o la Reserva Federal. Dentro de esta línea destacaríamos la evolución de las presiones salariales en EE.UU., o la decisión de la OPEP de incrementar la producción de crudo para los próximos meses, muy por debajo de las necesidades de una demanda en rápida normalización.

Es evidente que los bancos centrales no van a dejar en la estacada a la economía mundial, increíblemente endeudada tras dos crisis absolutamente brutales en poco más de una década. En ese sentido, los estímulos monetarios, la monitorización de la economía, el acompañamiento de liquidez va a continuar, casi podríamos decir, hasta el infinito. La alternativa sería una crisis masiva de deuda, algo descartable en la medida que es evitable.

Pero, dejando bien claro que no se contempla este escenario apocalíptico, lo que sí es cierto es que debemos ir avanzando en una mayor normalización monetaria, de la misma manera que avanzamos en la normalización sanitaria y económica. Las medidas excepcionales se llaman así porque son precisamente eso: excepcionales. En ese sentido, es de suponer que, poco a poco, se irán retirando estos estímulos “excepcionales”: esto es lo que llamamos tapering. Y eso es solo el comienzo. Lo normal es que, en un plazo determinado, desde luego no inmediato, también veamos subidas de tipos de interés, la medida normal de contención de inflación. Sin duda, lo veremos antes en EE.UU. que en Europa, por la mayor madurez de su ciclo y la mayor intensidad de su recuperación. Y la mayor entidad de su inflación, claro está.

Dicho eso, los mercados financieros tienen una forma muy clara de dar su opinión sobre dónde deben situarse los tipos de interés. Y lo hacen mediante las ventas de deuda pública que provocan una caída en los precios de la misma y, por tanto, una subida automática de rentabilidades. Conviene no ser especialmente alarmista en este tema porque nos seguimos moviendo en rentabilidades históricamente bajas, casi diríamos paupérrimas. El bono alemán a diez años sigue cotizando en tires negativas. Y el equivalente español apenas paga un 0.5% de rentabilidad. En otras palabras, muy lejos de nada que pueda representar un problema serio, hasta donde podemos inferir, en términos de repago de deuda, por más que ésta, como decimos, sea realmente elevada.

En todo caso, en estas últimas semanas, estamos observando este movimiento en las curvas de deuda y, como es necesario que sucediera (de nuevo César) esto pone algo nervioso al mercado de renta variable, tan sensible a posibles correcciones después de un año ciertamente positivo. De momento no se ha roto nada (ni siquiera técnicamente) aunque es cierto que la volatilidad ha subido y la inquietud, también.

Por todo ello, máxima prudencia en estos días, a la espera de nuevos datos macro que certifiquen el crecimiento, de posibles anuncios de bancos centrales y, sobre todo a corto plazo, de la campaña de presentación de resultados de compañías, especialmente por la guía que nos puedan dar para los próximos meses. En la medida en la que todas las variables se muevan hacia la normalización, de manera conjunta, los mercados reflejarán tranquilidad. De lo contrario, podremos ver alguna distorsión en bonos y bolsa que, probablemente, constituya una oportunidad de entrada. Mucha atención.

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