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El mejor regalo de Navidad: la desinflación viene con su letra pequeña

La desinflación financiera ha comenzado a trasladarse a la economía real por dos razones de peso: el alza de precios de consumo erosiona el consumo, reduce márgenes y obliga a subir los tipos de interés.

Regalo de Navidad.
Regalo de Navidad.
Dall-e vía La Información

Puede resultar contraintuitivo que en el año de los IPCs récord de dos dígitos la desinflación haya sido tendencia en los mercados financieros. Pero lo cierto es que es un hecho irrefutable. Las bolsas y los bonos marcaron techo en noviembre de 2021 cuando la Reserva Federal de Jerome Powell dio la señal de la salida a la política monetaria de estímulos masivos y tipos negativos, aunque no comenzó a subirlos hasta marzo. Los tiempos entre los banqueros centrales son como los de los seres arbóreos Ents de Tolkien en el Señor de los Anillos: lentos, muy lentos pero en caso de emergencia pueden reaccionar bruscamente de forma veloz como ocurrió en 2020 y 2022.

Las tecnológicas ejemplifican el proceso de desinflación financiera a la perfección. Empresas como Tesla, Meta (Facebook) o Amazon acumulan una pérdida de capitalización bursátil de más de 3 billones con b de dólares desde sus máximos. Lo que puede parecer el pinchazo de una burbuja es en realidad un regreso a la normalidad. Las inyecciones masivas de estímulos monetarios pero sobre los tipos de interés cero o negativos provocaron una burbuja sin precedentes en la renta fija y unas valoraciones desorbitadas en bolsa. Lógicamente, con las tasas del 3% y 4% en la mayoría de economías desarrolladas, el dinero exige algo más que crecimiento.

Jason Draho, director de inversiones para América de la gestora UBS Wealth Management, ha elevado esta semana la palabra 'desinflación' como el término del próximo 2023 aunque su mención se refiere, sobre todo, al ámbito macro. "Con la preocupación de los inversores pasando de una alta inflación a una desaceleración del crecimiento, puede parecer retrospectivo que desinflación sea nuestra palabra del año para 2023", alega a modo de defensa porque el proceso comenzó a finales de 2021. 

La desinflación es el problema más dominante del mercado ahora mismo, según Draho. En primer lugar, lo es para la política de la Fed en la medida en que cuanto mayor velocidad registren los índices de precio de consumo antes se frenará el agresivo ajuste monetario del banco central. En segundo lugar, la magnitud de ese proceso marcará el punto de inflexión y la transformación de los bancos centrales de 'enemigos' en 'amigos' de las bolsas. En tercer lugar, la desinflación es el termómetro que medirá si la recesión es severa o llevadera, si el aterrizaje económico es suave o brusco. 

De la desinflación al riesgo de deflación, la delgada línea roja

En último término, y como añadido a la tesis de Draho, la velocidad en que se desinfle la inflación puede resucitar un riesgo y un viejo fantasma que ha tenido en vilo a las economías occidentales hasta la pandemia económico-sanitaria de hace dos años. Se trata del leviatán de la deflación, más peligroso y poderoso si cabe que el monstruo de la inflación del que alertábamos en estas mismas páginas allá por abril de 2020, fenómeno que finalmente despertó con la crisis de suministros a finales de ese año. 

No se trata de premoniciones o presagios sino de los efectos potenciales que tienen las fuerzas monetarias de los bancos centrales. Si alguien dudaba que las inyecciones de liquidez combinadas por valor de más de 10 billones de euros de EEUU a Europa -pasando por Japón, Australia, Canadá...- no iban a generar una ola inflacionaria en la economía es que pecaba de inocencia, autoengaño, mala fe o escondía sus intereses. En sentido inverso, el drenaje masivo y coordinado en 2022 y 2023 de los estímulos adoptados entonces tiene la capacidad de apagar demasiado deprisa la llama de la inflación, magnificando la recesión y que el riesgo deflacionario reaparezca.

Por este motivo, la desinflación es buena para la economía, las empresas y los hogares siempre que se desarrolle con moderación. Es saludable que el IPC de EEUU lleve cinco meses consecutivos desacelerándose con un descenso acumula de 2 puntos porcentuales, desde el 9,1% de junio al 7,1% de noviembre. Pocos han reparado en que ha aumentado el ritmo de enfriamiento y que se trata de la lectura más baja de todo 2022. Para la Fed de Powell todavía no es una caída convincente pero quizá dentro de un mes comience a convencerse de que sí lo es. Juzguen ustedes.

La inflación termina 2022 en mínimos anuales en EEUU y... en España

Comparativamente, en España, el IPC terminó el mes de noviembre con un crecimiento interanual del 6,8%, 400 puntos básicos menos que el 10,8% que marcó en julio y la segunda lectura más baja de este 2022. Aquí la velocidad es mayor y se debe, al parecer, a las medidas de contención de precios energéticos adoptadas por el Gobierno en torno al gas, como el tope de precios cuando su uso es para generar electricidad, o la misteriosa capacidad que ha tenido España para importar más gas de Rusia y EEUU a través de metaneros que de Argelia, con quien nos unen dos gasoductos y ha sido el suministrador dominante desde hace dos décadas. 

No olviden, sin embargo, que una de la razones por las que comienzan a enfriarse los precios de consumo es por la debilidad de la demanda. La verdad de la economía española no es tan buena como la dibuja el Gobierno ni el cuadro macro recién pintado esta semana. Algo no encaja. Es difícil de creer que el PIB esté creciendo al 4,4% tras el golpe que ha supuesto la inflación en los bolsillos de hogares y empresas. Quizá el empujón de los fondos europeos sea mayor del previsto o, simplemente, los datos reflejan una realidad pasada lejos de la actual. 

Los propios banqueros centrales admiten que los efectos de la radical subida acumulativa de tipos de interés de 2022 son una incógnita todavía porque la transmisión monetaria va con un retraso de meses. El sentido común y la teoría económica nos recuerda que tratar de enfriar una olla hirviendo echando aguar fría por encima no es lo recomendable, aunque salga bien, porque se corre el riesgo de tener un accidente. Lo mismo pasa con los tipos de interés y la inflación. Aplastar el alza de precios de consumo destruyendo la demanda genera víctimas colaterales como el desempleo, el parón de la actividad en sectores como el inmobiliario o que la inversión se autocensure. Una cosa es la desinflación y otra un reventón. 

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