OPINION

El coche eléctrico y el realismo de los ingenuos

Imagen de sequía en Málaga.
Imagen de sequía en Málaga.
EFE

El Ministerio de Transición Ecológica quiere prohibir la circulación de los vehículos que queman hidrocarburos a partir de 2050. El anuncio ha sido recibido con fuego graneado. El lobby del automóvil, en simbiosis con la oposición al Ejecutivo de Sánchez, ha criticado con dureza la medida. Su primer argumento: el impacto sobre el empleo.

España es el segundo fabricante de automóviles de Europa y el octavo del mundo. En su conjunto, con fabricación y servicios, el sector emplea a 160.000 personas. Es, además, el tercer sector industrial por inversión en I+D, aglutina el 10% del total. Tiene mucho peso pero le cuesta adaptarse a los nuevos tiempos. Las multinacionales del automóvil no han elegido a España para desarrollar el transporte del futuro. Es un hecho. El miedo se extiende y con el miedo, las presiones.

Sin embargo, el anuncio del departamento que dirige Teresa Ribera es coherente. Francia y Reino Unido han aprobado calendarios similares: prohibición de matriculación y venta de vehículos contaminantes a partir de 2040 y prohibición de circulación a partir de 2050. Dinamarca, Alemania, Irlanda y Holanda tienen plazos más ajustados. Y todo apunta a que la realidad superará todas las previsiones y el mercado adelantará los planes diseñados desde la política para recortar emisiones y frenar el calentamiento global.

En estos momentos, España supera en un 17% el nivel de emisiones de gases de efecto invernadero respecto al año 1990. Ribera quiere que en doce años, las emisiones desciendan un 20% respecto a 1990, el año de referencia. Eso obligará a realizar un esfuerzo espectacular. Una de cada tres emisiones tiene que ser eliminada. No es un capricho. No es una ocurrencia de políticos vendehumos. El país se la juega. Literalmente. Por eso también hay fuego graneado –amigo en este caso- contra la ministra desde las asociaciones de renovables que piden más audacia.

Malas perspectivas

Porque España es uno de los países más afectados por el calentamiento global. La desertización es más que una hipótesis. La franja costera del sureste, Almería, Murcia, Alicante, está en riesgo incluso si se toman medidas urgentes. Las perspectivas son realmente malas. La disposición de recursos hídricos, según las previsiones con las que trabaja el Gobierno, van a caer entre un 20% y un 30%. Es algo que está más allá de cualquier cosa que los ecosistemas de la región hayan experimentado en miles de años.

Imagen de sequía en Málaga.
Imagen de sequía en Málaga. / EFE

En ese marco, potenciar el ahorro y la eficiencia energética y sustituir los combustibles fósiles en los usos finales de la energía (transporte, edificios e industria) con un sistema eléctrico 100% renovable no es una idea descabellada. Se pueden discutir las cifras que maneja el Gobierno para concretar sus planes, como vincular hasta el 20% de los presupuestos generales a la lucha contra el cambio climático. Pero empujar para que en 2030 el 35% del consumo de energía primaria provenga de fuentes renovables o para aumentar el peso de las energías limpias en el mix eléctrico hasta el 100% en 2050 no es ningún disparate.

Críticas duras

Pese a la dureza de las críticas, incluso en el seno de su propio partido, Ribera sabe de qué va la película. Hace dos años sonó como candidata a la Secretaría ejecutiva de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC). Lleva a sus espaldas dos décadas de negociaciones globales sobre el cambio climático e hizo –dicen los expertos- un buen trabajo como jefa del Instituto de Desarrollo Sostenible y Relaciones Internacionales de París.

Al menos en estos momentos, al frente de un ministerio clave para frenar el cambio climático está alguien que no cuestiona el fenómeno. Se nota en que el timón marca otro rumbo. Energía y medio ambiente ya no son polos antagónicos como lo fueron en el pasado, con los Gobiernos del Partido Popular.

La presión de las grandes empresas para modular la velocidad y la profundidad de los cambios se mantiene. Pero por primera vez se ha escuchado en el Parlamento que hay grandes negocios –como el del gas- que tienen fecha de caducidad. Eso supone un paso en la dirección adecuada. Para comprenderlo basta con la afirmación del Director Ejecutivo de la Agencia Internacional de la Energía Fatih Birol al diario 'The Guardian': “No hay espacio para construir nada que emita CO2". Realismo. Propio de ingenuos quizá, pero necesario.

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