Comte-Sponville celebra el amor y el erotismo en la pareja en su nuevo libro

  • El amor es "el valor supremo", "la gran aventura humana", para el filósofo francés André Comte-Sponville, quien en "Ni el sexo ni la muerte" hace una apología de las parejas estables y del erotismo, en tanto que "poesía de los cuerpos".

Catalina Guerrero

Madrid, 5 nov.- El amor es "el valor supremo", "la gran aventura humana", para el filósofo francés André Comte-Sponville, quien en "Ni el sexo ni la muerte" hace una apología de las parejas estables y del erotismo, en tanto que "poesía de los cuerpos".

Una pareja feliz no es aquella que ha encontrado el secreto para hacer que la pasión del enamoramiento dure indefinidamente, ya que eso no es posible, afirma en una entrevista con Efe Comte-Sponville, uno de los filósofos europeos vivos de mayor calado y presencia.

Sino aquella a cuyos miembros les queda la alegría de amar y de ser amados, aquella que ha sabido transformar la pasión por la acción, el amor loco por el amor sabio. Esa, subraya, es "una pareja feliz, más o menos feliz, es decir, feliz".

Esto es, una pareja que ha pasado del Eros (pasión) a la Philia (amistad), que son dos de los tres tipos de amor que distinguían los griegos, junto a Ágape (caridad, ternura), explica este filósofo de gran tirón editorial en "Ni el sexo ni la muerte. Tres ensayos sobre el amor y la sexualidad" (Paidós), que presenta hoy en Madrid.

Dos seres, en definitiva, que han saltado de Platón a Spinoza, quien junto con Epicuro y Montaigne son los tres "maestros" de Comte-Sponville para "pensar y vivir". En definitiva, el aterrizaje "alegre" en la vida real tras el torbellino del enamoramiento.

"Alegrarse de la existencia del otro, de su presencia, sentir placer por compartir su vida y su lecho, no significa menos amor, sino más", mantiene, el autor de "Pequeño tratado de las grandes virtudes", "La felicidad, desesperadamente", "El placer de vivir" o "Invitación a la filosofía".

Esos adultos que tienen "la suerte o el talento" de ser felices juntos, dice, son personas que sienten deseo el uno por el otro, que sienten placer al hacer el amor, que se alegran de la existencia del otro, del amor del otro por él y de la alegría de estar juntos, aunque haya días mejores que otros, alegría por vivir el presente.

Ese amor puede durar toda la vida y se alimenta de ternura, confianza, humor o comunicación, así como de amistad y de erotismo.

Las parejas felices son aquellas que son amigas, asegura rotundo desde su experiencia de varias décadas con la madre de sus hijos, ya que, añade: "mi mejor amiga es la mujer con la que vivo, nadie me conoce mejor que ella, y no amo a nadie como a ella. El verdadero amor es una historia de amistad".

Como ateo declarado que es, Comte-Sponville solo cree en el amor humano, que "vale la pena ser vivido" pues "solo se puede ser feliz en el amor", aunque sea extremadamente frágil: "una pareja son dos soledades, dos fragilidades que se encuentran".

Y la espiritualidad para él, en tanto que no está reservada a las religiones, es la vida del espíritu, el "enlace entre la verdad y la alegría", y "donde más se refuerza" es en el seno de la pareja.

Porque solo cuando amamos, cuando actuamos verdaderamente por amor tenemos "momentos de santidad", asegura Comte-Sponville, quien se define como un "ateo fiel", pues aunque no cree en Dios sí sigue ligado a muchos valores judeocristianos, como el valor del amor.

Y el amor, para él, no viene de Dios, sino del sexo y de las mujeres. "En la emergencia del amor como valor supremo la contribución de la mujer ha jugado un rol fundamental", afirma.

"El amor es un invento de las mujeres, no habría existido sin la maternidad. Una humanidad exclusivamente masculina se habría contentado con el sexo, la guerra, el dinero y el fútbol".

Por eso, "cualquier madre, si ama, me conmueve más que todas las santas juntas", confiesa, y asegura que para él "ningún Dios puede sustituir a una madre".

Como tampoco se debe demonizar el sexo en nombre de ningún Dios, ni banalizar, como ocurrió a finales de los años 60 del siglo XX, ya que el deseo y el erotismo nos acercan a nuestra animalidad, señala.

Pero, explica, "el erotismo es un arte, o puede serlo. Es la poesía de los cuerpos, en tanto que son sexuados".

"No existe nada más específicamente humano, aparte de los ritos funerarios, que el erotismo, que el libertinaje, incluso dentro de la pareja (...) Ni el sexo ni la muerte son específicamente humanos. Pero el erotismo y los funerales sí", concluye.

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