La insoportable ineficacia del ajuste presupuestario

    • De cada diez euros que se recortan sólo cuatro sirven para reducir el déficit.
    • El margen para reducir el gasto público es cada vez más estrecho.

Bruno Pérez

Seguramente se lo habrá preguntado en más de una ocasión en el transcurso de los últimos meses: "Pero, ¿sirve para algo tanto ajuste?" Casi todos los días los medios le bombardeamos con noticias sobre el cierre de algún hospital, el despido de profesores, la supresión del algún programa social o que, sí, finalmente, se volverá a subir el IVA y la barra de pan, la caña de los sábados y la ropa nueva que ya sólo se compra una vez al mes le saldrá más cara.

Y, sin embargo, cuando llega la hora de comprobar los efectos de esos ajustes...resulta que no han servido para gran cosa. Las cifras son demoledoras.

Cuatro años después de que las autoridades asumieran que la austeridad era la única vía para salir de la crisis y tras haber visto desfilar recortes de todos los colores, el déficit público a mitad de 2012 está aún en el 8,4% del PIB, apenas 2,8 puntos menos que ese 11,2% que disparó todas las alarmas en 2009.

En ese periodo, sólo desde la Administración del Estado se han aprobado medidas de incremento de ingresos y de reducción del gasto por más de 80.000 millones de euros. El déficit público, sin embargo, apenas ha remitido en 30.000 millones.

¿Qué ha ocurrido para que tanto recorte no se haya traducido en una reducción del déficit?

En primer lugar, estamos en medio de una gran recesión. En unas circunstancias económicas normales, un recorte del gasto del 10% en el presupuesto generaría un ahorro del 10%. En un contexto recesivo, un recorte del gasto del 10% genera un ahorro...mucho menor.

La razón es sencilla. Las crisis activan los llamados estabilizadores automáticos del presupuesto público, que no son otra cosa que las prestaciones por desempleo, los créditos fiscales a empresas por las pérdidas en sus balances y el resto de ayudas que sirven para aliviar la situación de los contribuyentes, pero que presionan el gasto público.

El Servicio de Estudios del BBVA ha analizado la magnitud de este efecto y ha concluído que en 2012 podría llegar a elevar el gasto público en dos puntos de PIB, nada menos que 20.000 millones de euros.

El segundo motivo hay que buscarlo en las comunidades autónomas. Con el 80% del gasto anclado a la sanidad, la educación y los servicios sociales, una importante sangría de ingresos y una estructura de función pública desmesurada, los intentos de ajuste apuntados por los gobiernos regionales apenas han logrado contener la crecida del déficit.

Lo que se sabe hasta ahora es que entre 2008 y 2010 el desequilibrio en las cuentas autonómicas pasó del 1,49% al 3,39%, y en 2011, ya con el foco de Bruselas fijado en las cuentas autonómicas, el déficit regional apenas se redujo en unos 400 millones de euros, manteniéndose por encima del 3%.

Todo esto nos deja en un escenario en el que los tímidos avances que se han conseguido en el proceso de consolidación fiscal han respondido a los ajustes aprobados desde la Administración del Estado.

¿Hasta qué punto han sido eficaces éstos? Vayamos a los datos. Si aceptamos la cuestionable hipótesis de que el Estado cumplirá este año el objetivo de déficit, que le obliga a reducir el desequilibrio de sus cuentas del 5,2% al 4,5% del PIB (algo más de 7.000 millones de euros), el saldo 2009-2012 indicaría que 80.000 millones de euros en ajustes habrían permitido reducir en 50.000 millones eldéficit.

Si ampliamos el foco hasta el año que viene y las medidas previstas en el proyecto de Presupuestos Generales del Estado para 2013 surtieran el efecto deseado, la relación sería que tras recortar 95.000 millones el déficit se habría reducido en 59.000 millones.

Es decir, de cada diez euros en ajustes sólo seis sirven realmente para reducir el déficit.

¿Dónde van los cuatro restantes? Pues a financiar esas desviaciones en el gasto y en los ingresos a cuenta de la recesión de las que hablaba el Servicio de Estudios del BBVA y a enjugar la factura creciente de políticas de gasto como el pago de las pensiones y los intereses de la creciente deuda pública, que sólo en 2013 incrementará el gasto público en 10.000 millones.

El asunto es que el margen para reducir el gasto cada vez es más estrecho, como se aprecia en el perfil de las medidas aprobadas por los sucesivos gobiernos.

En 2010, cuando un déficit del 11,2% del PIB el año anterior hizo despertar al Ejecutivo de Zapatero del sueño de las medidas de estímulo por el lado del gasto, el Estado consiguió reducir gastos por 28.510 millones de euros en un solo año.

El ajuste tuvo truco. Sólo la supresión del Plan E liberó el presupuesto de gastos del Estado de 11.000 millones de euros. Pero ese año fue también el del gran recorte social de Zapatero: se bajó el sueldo de los empleados públicos, se congelaron las pensiones y se inició el camino de los recortes en gastos corrientes, gasto farmacéutico y subvenciones públicas.

A partir de ahí, los esfuerzos de consolidación pasaron de ser fundamentalmente por el lado del gasto a explorar la vía de los ingresos hasta el punto de que en los últimos dos años el reparto entre las medidas de uno y otro signo ha sido equitativo.

En los Presupuestos de 2013, la mayoría del ajuste vendrá por el lado del gasto, pero éste ya será apenas de 8.000 millones y es que hasta para los recortes el margen termina acabándose.

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