Para realizar el trabajo, presentado en el Congreso de la Sociedad Española de Medicina Interna, se han recogido los datos de 1.457 pacientes fallecidos en diciembre de 2015, con una media de 82 años. En dos terceras partes (62%) el fallecimiento era esperable cuando el paciente ingresó en el hospital y un 84 por ciento de los pacientes tenían algún síntoma de enfermedad avanzada, las más frecuentes la disnea (47%), el encamamiento más la mitad del tiempo de vigilia (43%), la anorexia (35%) y el dolor (28%).
Asimismo, la mitad de los pacientes (52%) podían ser considerados en situación terminal en el momento del ingreso, pero solo en el 32 por ciento estaba registrado en la historia clínica, de los cuales un 3 por ciento tenían voluntades anticipadas. Del mismo modo, un 75 por ciento de los pacientes falleció acompañado por sus familiares, un 52 por ciento en una habitación individual, un 14 por ciento recibió cuidados psicológicos y un 13 por ciento religiosos.
Se realizó sedación paliativa a un 57,2 por ciento de los pacientes fallecidos que al ingresar estaban en situación terminal. Los síntomas refractarios más frecuentes fueron la disnea (74%) y el dolor (31%), si bien el dolor predominó en los pacientes con cáncer y la disnea en los pacientes sin cáncer.
Al mismo tiempo, la sedación se inició al cabo de 5 días y el fallecimiento se produjo al cabo de 7 días y en un 83 por ciento el consentimiento para la sedación lo proporcionaron los familiares o allegados.
Finalmente, el estudio ha mostrado que la sedación en los enfermos terminales fue igual o superior al 60 por ciento en Madrid, Cantabria, Valencia, Extremadura y Canarias e inferior al 50 por ciento en Baleares, Ceuta, País Vasco, Murcia y La Rioja.
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