Angèle Diabang, la griot moderna

  • Tarifa (Cádiz).- Desde el siglo XIII, los griot se han encargado de transmitir oralmente la historia africana a través de cuentos, poesías o canciones, una tradición que aún hoy continúa viva y que ahora ha encontrado un nuevo aliado en los cineastas del continente. "Somos los griot modernos", dice Angèle Diabang.

Angèle Diabang, la griot moderna
Angèle Diabang, la griot moderna

Tarifa (Cádiz).- Desde el siglo XIII, los griot se han encargado de transmitir oralmente la historia africana a través de cuentos, poesías o canciones, una tradición que aún hoy continúa viva y que ahora ha encontrado un nuevo aliado en los cineastas del continente. "Somos los griot modernos", dice Angèle Diabang.

Esta senegalesa de 31 años presenta en el Festival de Cine Africano de Tarifa "Yandé Codou, la griot de Senghor", uno de los nueve filmes que compiten por el Griot de Ébano en el certamen de documentales "Al otro lado del Estrecho" del Festival de Cine Africano de Tarifa.

Durante cuatro años ha estado cerca de Yandé Codou para llevar al cine un retrato íntimo de esta mujer que ahora tiene 80 años y cuya voz sublime hizo que se convirtiera en la griot inseparable de Leopold Sédar Senghor, el poeta que, después de ser en Francia el primer negro profesor de francés, se convirtió en 1960 en el primer presidente de la República de Senegal.

Para Angèle Diabang esta griot, que como todas las que han acompañado a los reyes fue "una intermediaria entre el gobernante y el pueblo", representa muchas cosas, y entre ellas, cómo el futuro no puede olvidar el pasado.

"Conocer la tradición ayuda, te prepara para abrirte al mundo", explica esta senegalesa, que ha realizado ya tres documentales y produce películas de cineastas de Senegal, Mali o Togo, unos filmes con los que les gusta "transmitir la historia, inmortalizarla para que pueda llegar a otras generaciones" y también dar a conocer "otra mirada de África".

"En general las noticias sólo hablan de guerra, sida, miseria o hambre en África. Eso existe, pero hay otras muchas cosas, África es un continente en movimiento, el futuro se encuentra allí".

De niña solía enfadar a sus hermanos porque en las únicas películas que veía, en la televisión una vez a la semana, "siempre adivinaba las intrigas antes del final y ellos pensaba que ya la había visto".

Su vinculación con el cine llegó más tarde por casualidad. Estudiaba Derecho porque quería ser embajadora para tener el poder de representar su cultura por el mundo.

Pero un buen día un fotógrafo de publicidad de Burkina Faso la paró en la calle y le pidió que posara para él porque la modelo con la que había quedado le había dejado plantado. Ese día, mientras posaba, comenzó a hacer preguntas al fotógrafo sobre su cámara.

"Ahí comenzó la aventura", cuenta ahora esta senegalesa, que no se paró mucho a pensar en las dificultades del mundo en el que se adentraba.

"Las mujeres africanas somos fuertes y las que decidimos hacer cine con más motivo, porque vas en contra de muchos tabúes, el trabajo exige viajar, estar ausente de la casa", explica.

Y luego están las dificultades de hacer películas en un país en el que no queda abierta ni una sala de cine. "El cine está en un periodo de declive, pero al mismo tiempo hay una generación ahora de gente muy dinámica, que no tiene miedos ni complejos. De aquí a algunos años algo va a pasar", comenta optimista.

En África aquellos que logran, como ella, hacer una película, viven en un continente en el que "no hay una distribuidora" que pueda hacer llegar sus filmes al público.

Así que citas como esta, el Festival de Cine Africano de Tarifa, son todo un aliento para griots modernos como Angèle Diabang.

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