Berlinale aborda con la costarricense "Princesas rojas" la lucha sandinista

  • La Berlinale viaja con una sorprendente aportación en la sección Generation, dedicada al público infantil y juvenil, a la Centroamérica de los años 80 para sumergirse con la película costarricense "Princesas rojas" en la lucha revolucionaria desde la perspectiva de una niña pionera sandinista.

Elena Garuz

Berlín, 13 feb.- La Berlinale viaja con una sorprendente aportación en la sección Generation, dedicada al público infantil y juvenil, a la Centroamérica de los años 80 para sumergirse con la película costarricense "Princesas rojas" en la lucha revolucionaria desde la perspectiva de una niña pionera sandinista.

El filme debut de Laura Astorga, que opta al premio a la mejor ópera prima en esta 63 edición del festival, es, según explicó hoy a Efe la cinesta costarricense, "una historia basada en hechos biográficos"

"Princesas rojas" es un suspense político de rasgos intimistas que narra la vida de Claudia, de 9 años, pionera sandinista criada en el socialismo e hija de valiosos cuadros de la inteligencia comunista centroamericana de los 80, que tras una larga estancia en Nicaragua regresa con su hermana Antonia y sus padres a Costa Rica.

Claudia, que añora su vida socialista, permeada de cultura rusa y cubana, fantasea con crear un movimiento pionero secreto en la conservadora Costa Rica, mientras sus padres se consagran a la tarea de crear un frente clandestino de apoyo a la revolución.

Sus planes se ven interrumpidos cuando desaparece su madre, que más tarde regresa para llevarse a las niñas a Miami, usando las mismas herramientas con las que antes había servido a la revolución.

"Es mi familia, sí. Entre un 70 y un 80 % es bastante real, y el resto es ficción. Por ejemplo, no éramos dos niñas, éramos tres. Hay detalles en los cuales hay cambios a partir de crear una obra de ficción que sea entretenida y que tenga una estructura neoaristotélica y cosas técnicas del cine", explica Astorga.

La realizadora comenzó a investigar y pensó en un documental, pero descubrió que "la gente que está entrenada en estos menesteres no habla" y las entrevistas se hacían "aburridas como el demonio".

Cuanto más trataba de averiguar "cosas muy particulares acerca del trabajo de inteligencia", los que le contestaban -su padre y sus amigos- le "hablaban de historia política de Centroamérica".

"Nunca lográbamos abordar lo personal o lo concreto, que era lo que a mí me interesaba -o sea, qué se hacía, por qué se hacía, para qué servía-, bien por "razones de entrenamiento", otras por "razones de seguridad", pues "hay cosas que no prescriben de ese tipo de acción", explica.

También se daba el caso de que "estaba tan compartimentado el trabajo, que ellos no saben, hacían una cosa de la cadena de trabajo y no tienen ni idea de para qué servía exactamente", razón por la cual optó finalmente por hacer ficción.

"Todo era un poco nebuloso, un poco escondido, de pronto ibas descubriendo pedazos y sobre todo, ya de adulta, uniendo piezas", agrega.

Una de las razones que le impulsaron a sacar adelante la película fue darse cuenta de su "situación particular", de que tenía "un pequeño tesoro de información" que podía unir a sus "ganas", su "talento" y su "posibilidad de hacer cine".

"De parte del trabajo de la gente que hace inteligencia no se sabe nada. Culturalmente es un universo muy cerrado y en algún punto yo me vi con el privilegio de ser parte de eso de una manera indirecta y sin quererlo" y sobre todo de poder contarlo, subraya.

La película tiene muchos elementos rusos, desde las canciones que canta Claudia -que tiene bastante de ella misma, reconoce la cineasta- hasta matrioshkas, pins de Lenin y los ideales de los niños pioneros.

"No deja de ser siempre como un signo de anticolonización gringa que había en la época en Nicaragua. Yo nunca he estado ni en Rusia ni en la URSS, para mí el ruso tiene una reminiscencia totalmente nicaragüense, porque allí se aprendía ruso en mi escuela, un ruso en un país caliente, tropical", explica.

Según la cineasta, "lo traumático (para los niños) son los padres separándose, lo otro (vivir en la clandestinidad) es raro, pero también se vuelve habitual, empieza a ser parte de una cultura familiar".

"En ese sentido, los niños quedan un poco detrás de eso, no son la prioridad" cuando los padres se separan, que es lo realmente difícil, pues "lo otro es un contexto, que bien podría ser otro", puntualiza.

Respecto a su presencia en la Berlinale, donde la cinta, coproducida con Venezuela, ha celebrado su estreno mundial, Astorga asegura que están "realmente contentas de estar aquí".

"La competencia para nosotros no es un tema, porque ha sido tan avasallador todo el proceso, de postproducción sobre todo, que ya estamos alegres de estar aquí. Nuestras preocupaciones son un poco más básicas y menos elaboradas que un premio.

Con o sin galardón, "estamos excelentes, proyectamos, la gente la ve, aplaude al final, estamos felices", zanja.

En cuanto a que el filme, de una temática quizás más "compleja", se proyecte en la sección juvenil, Astorga dice entender perfectamente la postura de los responsables de Generation.

La cineasta prefiere que su hija, de seis años, consuma "material particular" que quizás no entienda del todo, pero con el que se pueda sentir identificada, por ejemplo a partir de sus protagonistas niños, y que le abra "un universo más allá de las princesas" de Disney o de Barbie.

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