El Goncourt novela su particular ajuste de cuentas con la Francia colonial

  • La novela ganadora del último Premio Goncourt, "El arte francés de la guerra", es un "ajuste de cuentas" con la historia colonial francesa, según su autor, Alexis Jenni, quien reconoce que "Francia tiene un problema con la falta de reconocimiento del papel de los republicanos españoles".

Jose Oliva

Barcelona, 21 sep.- La novela ganadora del último Premio Goncourt, "El arte francés de la guerra", es un "ajuste de cuentas" con la historia colonial francesa, según su autor, Alexis Jenni, quien reconoce que "Francia tiene un problema con la falta de reconocimiento del papel de los republicanos españoles".

Jenni, ganador del prestigioso premio galo con una primera novela publicada con casi 50 años, es profesor de Biología en un instituto de Lyon, su profesión, pero su pasión desde siempre fue escribir.

"Tras muchas novelas rechazadas, la anterior hasta veinte veces, pensé en escribir la historia de las guerras coloniales, como un superlibro de aventuras", ha explicado el autor en una entrevista con Efe.

En "El arte francés de la guerra" (RBA/Edicions 62) un hombre conoce tras sufrir una crisis personal a un anciano excombatiente del Ejército galo que ha vivido todos los conflictos desde la II Guerra Mundial y entre ambos se establece una relación, a través de la pintura, que permite al militar evocar sus recuerdos de la Resistencia, de Indochina y de Argelia.

Para el autor, su obra es "una novela de aventuras" e ir explicándolas es como "ver antes que pensar".

La novela no ha estado exenta de polémica en el país vecino y buena parte de las críticas, recuerda Jenni, se centraban en saber qué pensaba el autor. "En el Nouvel Observateur -ha recordado- se llegó a decir que era la obra escrita por un fascista o un radical de izquierdas".

En Francia, explica Jenni, estos temas son muy sensibles y casi es obligado que todo el mundo haya de tener un posicionamiento claro respecto a esta parte de la historia.

También recibió reproches por haber "humanizado" a los militares, como si eso le posicionara ideológicamente, pero Jenni confiesa que despejó su duda la lectura de "Soldados de Salamina", donde Javier Cercas es capaz de humanizar a un intelectual fascista.

Además, Jenni quería hacer una catarsis: "Todo este período es una especie de obsesión, siempre presente, que nunca se acaba de explicar, porque es un tabú y mi hipótesis personal es que en realidad el tabú solo es el relato, porque los hechos los conocemos todos, están publicados incluso en la prensa, pero cada vez que alguien intenta explicar esa historia se le critica desde la derecha y desde la izquierda".

El propio Jenni, quien no es historiador, revela que para hacer esta novela no hizo una investigación extraordinaria, "simplemente visité algunas bibliotecas municipales y consulté en internet".

Ese sentimiento casi religioso de la literatura y la lengua ha hecho que en las letras francesas se haya instalado desde los años 60 en un plano narrativo personal, mientras que "una gran novela sobre la sociedad o lo colectivo no ha sido habitual, igual porque lo real o lo social se aborda más en la novela negra, un género despreciado por la alta literatura".

Por esa razón, "El arte francés de la guerra" se ha considerado tan atípica, por hablar de un paisaje, de la gente, y Jenni piensa, no sin cierto rubor, que "ya era hora de que llegara esa gran novela francesa que cuestionara quiénes somos".

Y sentencia: "Quizá hasta ahora en Francia no se había hecho esa gran novela, porque ya la hizo De Gaulle".

En su opinión, su país debe mucho a los extranjeros que la ayudaron porque creían en sus valores y por eso, considera, "Francia tiene un problema con los republicanos españoles, porque no apoyó primero a la República y luego no acogió bien a los refugiados por decirlo de una manera diplomática"; y atribuye el silencio a que "no nos sentimos orgullosos" de aquel episodio.

La historia de Francia, subraya Jenni, no se puede explicar en clave francesa "de pura cepa", sino que se tiene que tener en cuenta las aportaciones de republicanos españoles, judíos polacos, rusos, que "también ayudaron al restablecimiento de la identidad francesa y de su libertad".

Jenni, que es además caricaturista y dibujante, concede "poderes mágicos" tanto a la pintura como al dibujo y por eso tienen un papel significativo en el libro, "por su capacidad de establecer vínculos silenciosos entre los personajes" y porque "agudiza la mirada".

Otorga en su novela una importancia primordial a la lengua francesa, un símbolo, dice, "casi sagrado" de la identidad francesa junto con la literatura propia.

"Yo me alimento mucho de la lengua, necesito estar bañado en ella para sentirme feliz", apunta el autor, quien propone varias hipótesis estéticas sobre la identidad francesa.

En relación a la polémica en Francia por las caricaturas de Mahoma, Jenni se declara un "firme defensor de la libertad de expresión", si bien no oculta cierta perplejidad por lo que está pasando.

"Tenemos una película idiota que parece hecha por chavales con un móvil y a raíz de esta película se publican las caricaturas. Cabe preguntarse si era necesario, si era urgente, pues creo que se ha echado leña al fuego gratuitamente cuando igual no procedía".

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