Juan Leal sale a hombros en la corrida del centenario en Soustons

  • El diestro francés Juan Leal fue, con dos orejas, el gran triunfador del festejo con el que se conmemoró hoy el centenario de la plaza francesa de Soustons, en el que su compatriota, Juan Bautista, paseó también un apéndice.

André Viard

Soustons (Francia), 13 jul.- El diestro francés Juan Leal fue, con dos orejas, el gran triunfador del festejo con el que se conmemoró hoy el centenario de la plaza francesa de Soustons, en el que su compatriota, Juan Bautista, paseó también un apéndice.

FICHA DEL FESTEJO.- Toros de Hermanos Jalabert, desiguales de presentación, nobles pero de escaso poder.

La rejoneadora Lea Vicens, ovación y ovación.

Juan Bautista oreja y ovación.

Juan Leal, silencio y dos orejas.

En cuadrillas, saludó Curro Robles después de parear al quinto.

La plaza rozó el lleno.

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Para celebrar el centenario de su plaza de toros, la localidad landesa de Soustons organizó una corrida de toros fuera de feria y casi se llenó el coso taurina para ver lidiar un lote noble pero de escaso poder de la ganadería de los hermanos Jalabert.

Juan Bautista aprovechó el toro de mejor nota y más completo, el segundo, para cortar una oreja de peso después de medir perfectamente la nobleza encastada de su oponente a lo largo de una faena muy templada y de muy buen gusto. El quinto, de buena condición también, pecó de falta de fuerzas y no le permitió al arlesino subir el tono de una faena siempre medida y elegante. De no haber pinchado dos veces hubiera cortado otra oreja.

El primero de Juan Leal, aquerenciado en la puerta de chiqueros, sólo le permitió justificarse en un arrimón de poca emoción por la poca presencia de su enemigo. El sexto, muy bien presentado, pecó de fuerza pero no de calidad, y Juan Leal supo medirle los tiempos para sacarle partido en una faena muy trabajada y de un mérito evidente.

Hubo muletazos de calidad antes del arrimón, y la estocada de efecto casi inmediato le permitió cortar dos orejas, bastante generosa la segunda.

Tampoco tuvo suerte Lea Vicens con su primero, un toro muy noble pero manso, que no le permitió lucirse del todo. El cuarto, manso y querencioso también, le ofreció el desquite a lo largo de una faena de calidad creciente. De no haber marrado con el rejón de muerte, hubiera cortado las orejas.

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