La inquietud de la frontera, retratada por Ivo Saglietti

  • Madrid.- Desencanto. Esa es la idea central que se desprende no sólo de la fotografía de Ivo Saglietti (Francia, 1948), sino también de las explicaciones que ofrece al sentido de sus imágenes.

Photoespaña muestra la teoría del arte de la luz del artista Moholy-Nagy
Photoespaña muestra la teoría del arte de la luz del artista Moholy-Nagy

Madrid.- Desencanto. Esa es la idea central que se desprende no sólo de la fotografía de Ivo Saglietti (Francia, 1948), sino también de las explicaciones que ofrece al sentido de sus imágenes.

Al igual que ya hiciera el director de cine griego Theo Angelopoulos en "Landscape in the Mist", Saglietti inicia, con el mismo título, un viaje interior a través de 50 fotografías en blanco y negro, que permanecerán expuestas, dentro del circuito de PhotoEspaña, hasta el próximo 29 de junio.

Saglietti relató en una entrevista con Efe, que su profundo sentimiento mediterráneo explica el origen de esta serie, en la que expone su visión humanística de la profesión con un recorrido que se inicia en Albania y cruza fronteras, siempre marcadas por el dolor y el sufrimiento, hasta llegar al desierto de Siria.

"Viajando pierdes el sentimiento de pertenencia a ningún lugar", asegura Saglietti, ganador en 1992 y 1999 del World Press Photo, para quien el Mediterráneo es la cuna de infinidad de acontecimientos, como el nacimiento de las grandes religiones, las grandes democracias o los grandes imperios.

Precisamente, el hecho de que un lugar tan importante para la civilización sea a la vez tan conflictivo es lo que más impacta al fotógrafo, quien asegura que su deseo es contar con imágenes "la inquietud de la frontera".

"Cómo con tanta cultura no se ha podido llegar a un momento de paz", se pregunta Saglietti, quien recuerda que el conflicto es el denominador común de muchos de los lugares por él retratados, como los territorios palestinos, Bosnia, Líbano o Siria.

El interés del francés no es tanto hacer fotografía-denuncia como remover conciencias sobre un mundo de víctimas de todo tipo, "de la violencia, del poder, de la intolerancia".

Saglietti admite que cuando empezó a hacer fotografía "pensaba que podía cambiar el mundo", pero hoy, muchos años después, ha reconocido la imposibilidad de hacerlo, aunque -dice- "la mala fotografía lo empeora".

En su desencanto, el fotógrafo recuerda que han pasado más de 200 años desde la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano firmada en París en 1789, "en la que se decía que cada hombre tiene derecho a ser feliz, y hoy seguimos igual que entonces".

Sin embargo, el blanco y negro que utiliza para sus fotografías no es en absoluto el resultado de su pesimismo, porque cuando lo empezó a utilizar "aún era optimista".

"El blanco y negro es el color de la fotografía; el de la realidad, la esperanza, la tristeza, el contraste de la vida. Son dos colores que se unen para describir el mundo", asegura.

Entre todas, destaca la imagen de un herido en Ramala, durante la intifada, y sendas fotografías en las que aparece un primer plano de los huesos con los que tratan de identificar cuerpos en las fosas comunes de Tuzla, en Bosnia, y un listado con las personas asesinadas en la masacre de Srebrenica, en 1995.

Pero no todo es pesimismo para el artista, por eso, la exposición termina en "la espiritualidad y el silencio" del desierto de Siria, con la "esperanza" de un futuro que tome ejemplo de una de sus imágenes de un monasterio cristiano cuya máxima es el diálogo interreligioso "en el nombre de Dios, que es sólo uno".

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