Mario Muchnik propone un viaje a la eternidad en una centésima de segundo

  • Un viaje a la eternidad en una centésima de segundo, el tiempo que tarda una cámara Leica en guiñar su obturador, es lo que propone el editor Mario Muchnik dentro de la exposición fotográfica "Instantes robados", inaugurada hoy en Valladolid y que redescubre una faceta no tan conocida de su autor.

Roberto Jiménez

Valladolid, 12 abr.- Un viaje a la eternidad en una centésima de segundo, el tiempo que tarda una cámara Leica en guiñar su obturador, es lo que propone el editor Mario Muchnik dentro de la exposición fotográfica "Instantes robados", inaugurada hoy en Valladolid y que redescubre una faceta no tan conocida de su autor.

"No soy eterno", se ha apresurado a aclarar Muchnik (Buenos Aires, 1931) a los informadores antes de profundizar en este muestrario que resume medio siglo de su infatigable quehacer como editor y escritor, también como fotógrafo de almas humanas y paisajísticas.

Discípulo de Cartier Bresson y cofrade de la Leica, considera la fotografía como "una forma de aprendizaje" y un "dilema moral" que debe resolver "en 1/125 segundos" quien se atreva a ponerse detrás de una cámara. "Es un periodo de tiempo tan pequeño que no permite pensar mucho porque se pasa el instante. Hay que ver la foto antes de tomarla", ha analizado.

Todas las imágenes expuestas, tomadas entre 1963 y 2006, han sido captadas meticulosamente y tienen una historia en derredor: su actividad como editor en el acaso de los 58 "Retratos literarios" y la vida misma en las 77 estampas de "Crónicas viajeras", segunda parte del repertorio que estará en Valladolid hasta el 13 de mayo.

Como un "método de conocimiento" ha considerado a esta forma de apresar la realidad quien en 1973, junto a su padre, fundó Muchnik Editores con "Y otros poemas", uno de los libros postreros del escritor Jorge Guillén, inquilino de esta crónica literaria en imágenes.

Figuran entre los retratos de escritores, todos ellos en blanco y negro, once autores que luego serían galardonados con el Premio Cervantes, en su mayoría iberoamericanos como exponentes del célebre 'boom' que encontró en Muchnik uno de los puentes editoriales hacia España y el resto de Europa.

Adolfo Bioy Casares, Julio Cortázar, Jorge Luis Borges, Ernesto Sábato y Juan Gelman, entre los argentinos, comparten sala de exposiciones con el mexicano Carlos Fuentes, el cubano Alejo Carpentier, el chileno Jorge Edwuards y el hispano-peruano Mario Vargas Llosa.

Entre los 'cervantes' españoles figura Jorge Guillén, el primer autor de cualquier nacionalidad en recibir este prestigioso galardón instaurado en 1976, además de Rafael Alberti, Ana María Matute y Juan Marsé.

Todos ellos, fruto de la amistad y vinculación laboral con Muchnik, aparecen en distintas ciudades, épocas, actitudes y escenarios, casi nunca posan y con frecuencia son sorprendidos por la cámara, siempre la Leica que consagró Cartier Bresson, padre del reporterismo gráfico.

Una vez decidida la velocidad del obturador y la apertura del diafragma, "tan sólo había que apretar un botón y revelar después, no como ahora las modernas cámaras digitales que todo lo hacen ellas menos el "contenido moral" y emocional de la realidad que se pretende captar, ha precisado.

Al revelar, "siempre me he encontrado con sorpresas, cosas inesperadas", ha añadido acerca de esa forma de conocimiento y continuo aprendizaje que, a guisa de corolario, ha extraído de su relación con el arte de la fotografía.

Las "Crónicas viajeras" muestran al espectador, entre otros cuadros, los muñones molineros de Campo de Criptana (Ciudad Real) y la estival soledad de una calle en Puerto Lápice (Ciudad Real), la atmósfera ancestral del Sacromonte granadino a través del flamenco, la certeza de siglos que inspira la Virgen Blanca de la catedral de Toledo, y niños en un mercado de libros viejos de Londres.

"Mis fotos son una necesidad vital emocional, no una declaración técnica", ha recalcado al concluir Mario Muchnik.

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