Marsé confía en la inmortalidad de la novela pese a las nuevas tecnologías

  • Valladolid.- Un escritor ajeno a las "modisterías" literarias dictadas por el mercado, recluido en su mundo interior de narrador y con una confianza plena en la vitalidad de la novela, a pesar de los cambios "que impongan las tecnologías", se ha mostrado hoy en Valladolid Juan Marsé, el último Premio Cervantes español.

Marsé confía en la inmortalidad de la novela pese a las nuevas tecnologías
Marsé confía en la inmortalidad de la novela pese a las nuevas tecnologías

Valladolid.- Un escritor ajeno a las "modisterías" literarias dictadas por el mercado, recluido en su mundo interior de narrador y con una confianza plena en la vitalidad de la novela, a pesar de los cambios "que impongan las tecnologías", se ha mostrado hoy en Valladolid Juan Marsé, el último Premio Cervantes español.

"La novela siempre ha caminado por vericuetos extraños, sorprendentes, inesperados. Es un saco donde cabe todo, como decía Baroja. Aparentemente decae pero luego resucita, siempre se ha dicho que está crisis y sin embargo goza de buena salud: no morirá nunca sean cuales sean los cambios que impongan las tecnologías", ha reflexionado Marsé en una entrevista concedida a la Agencia Efe.

El deseo del hombre de contar historias "no desaparecerá nunca" porque siempre ha tenido la necesidad de reinventarse él y el mundo" que le rodea, ha insistido acerca de la inmortalidad "de la ficción", concepto éste que ha preferido utilizar para referirse a la novela.

Autor de relatos como "Últimas tardes con Teresa" (1966), "Si te dicen que caí" (1973), "El embrujo de Shanghai" (1933) y "Rabos de lagartija" (2000), Juan Marsé (Barcelona, 1933) abomina de lo que ha denominado "modisterías literarias" a las que nunca ha estado atento ni le han importado.

"Me ha interesado más un mundo personal, pero ahí se corre el riesgo de que los críticos te digan que eres un escritor de la misma novela siempre. En cualquier caso, no me ha afectado", ha precisado uno de los autores contemporáneos españoles que, junto a Miguel Delibes, ha sido más veces adaptado al cine.

La memoria y la infancia de su Barcelona natal, el barrio donde fue niño, la posguerra civil y el franquismo configuran las coordenadas literarias de un autor que fue hijo de un represaliado por rojo y separatista, según se encargó él mismo de explicar en 2009 durante el discurso de recepción del Premio Cervantes.

No es ajeno Marsé, algo más de medio siglo después, a la Barcelona y Cataluña en que actualmente reside, donde los políticos, a través de los debates, polémicas y discusiones, con frecuencia en la prensa, "se empeñan en crear un problema donde no lo hay", el relativo a la integración de ciudadanos de diverso origen y desde las premisas del nacionalismo más extremo.

"La interrelación de culturas (en Cataluña) se da en la calle sin ningún tipo de problema. Ahí los políticos no tienen nada que hacer. En mi propia familia somos bilingües: mi mujer, que es extremeña y mis hijos también", ha apostillado acerca de una cuestión que hunde sus raíces "en las banderías y planteamientos ideológicos".

Adscrito a la Generación del 50, no le gusta a Marsé que le encasillen en géneros, escuelas o tendencias de los que "pasa" y que en su caso generó un equívoco ya que su primer libro, "Encerrados con un solo juguete" (1961), coincidió "con un auge del realismo social, mientras que su novela "iba a contrapelo del objetivismo de entonces", era algo distinto.

Tras burlar los encasillamientos con "Últimas tardes con Teresa" (1966), al apostar por una línea de escenarios y ambientes "más bien decadentes y con atmósferas íntimas", Juan Marsé entroncó así con una tradición realista que, según sus palabras, "arranca de la novela picaresca y de Cervantes, y llega hasta Galdós, Baroja y el Clarín (Leopoldo Alas) de 'La Regenta'".

Horas antes de recoger en Valladolid el Premio de las Letras que anualmente concede la Fundación Internacional Cristóbal Gabarrón, ha expresado su admiración por la poesía y reconocido su incapacidad para afrontar algo que siempre ha considerado "una cosa muy seria", aunque en tiempos hizo sus "pinitos".

En la misma línea de soledad literaria, ajena a modas, estilos y tendencias, ha expresado su escepticismo acerca de los premios y en concreto del Nobel, que ayer le fue concedido a Mario Vargas Llosa en su vertiente literaria.

"Los señores del Premio Nobel son imprevisibles. La han pifiado muchas veces, por ejemplo (en el caso de las letras hispanas) al dárselo a Echegaray y no concedido dado a Borges, Baroja o Delibes", ha concluido.

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