Misia resiste la crisis a base de "Delikatessen"

  • Concha Barrigós.

Concha Barrigós.

Madrid, 20 mar.- Ha pasado "necesidad" y le ha quedado "el miedo en los huesos", por eso cuando ha venido la crisis, la portuguesa Misia se ha puesto a reflexionar sobre las "neveras minimalistas", léase vacías, y ha resuelto que su nuevo disco tenía que ser "un menú" que alimentase a sus fans pero con "mucho estilo".

"Delikatessen Café Concerto" (Warner), que presentará mañana en Madrid, es, probablemente, el disco más ecléctico de los once que ha grabado desde 1990, en el que alterna boleros con tangos, copla, canción francesa y música portuguesa, cocinados en compañía de invitados como Iggy Pop, Fabrizio Romano, Ramón Vargas, Dead Combo o Adriana Calcanhotto.

"Estaba un día pensando en la crisis y en las neveras vacías y como soy bastante trágica me acordé de Chaplin comiéndose su bota. Lo hacía con el estilo que creo que no hay que perder nunca, pase lo que pase, y pensé que yo no me iba a comer mis zapatos, que iba a hacer un menú de canciones, pero que lo iba a hacer con glamur", explica en una entrevista con Efe.

Y dio con "platos" que tienen en común su raíz latina y que son todos "muy años 50": de "Fado do ciúme" a "Agua que no has de beber" y de "Nanas de la cebolla" a "Les mots d'amour" o "Chanson d'Helene", con Iggy Pop.

"La canción que más tiene que ver con la idea del disco es 'Estación de Rossio', que nació de ver en un escaparate una caja con telegramas antiguos. Como soy un poco gótica y ya no tengo familia, pensé que allí habría historias de personas de las que me podía 'apropiar', como de las fotos familiares que compré en Estambul", revela.

Aunque al principio creyó que allí habría noticias del tipo "nos casamos" o "fue niño", lo que se encontró fueron telegramas de artistas que iban a trabajar a Lisboa, entre ellos uno de Juanita Cuenca, que encontró "a su portugués" en la Estación de Rossio.

"Es que la de Juanita es como la historia de mi propia madre, una bailarina de danza clásica española que viajó a Lisboa para trabajar y se enamoró de mi padre", relata esta artista de tercera generación, nieta de "la Velez", una "semivedette frívola", detalla, saboreando los adjetivos que anunciaban a su aya en El Molino.

Nació en Oporto, donde vivió hasta los 20 años, y luego se trasladó con su madre y abuela a Barcelona, pero el miedo a pasar hambre se le "metió en los huesos" cuando llegó a Madrid.

En la capital vivía en la Puerta del Sol y "comía solo una vez al día; eso sí, un consomé del (restaurante) L'Hardy".

En aquel entonces trabajaba en el programa que hacía Jesús Hermida por las mañanas en TVE: "'Señorita Misia, cinco temas por día'. Me enseñó lo que no tenía que hacer. Cantar de todo es no cantar de nada", resume sobre esa experiencia.

Se describe como una "personalidad oceánica", "una esponja", "culturalmente ibérica" y "muy ecléctica", "trilingüe" -portugués, español y catalán- y "cosmopolita".

"Para mí es más fácil sumar que amputar. Saber una cosa más no me hace perder nada de lo que ya sé. No me hace menos fadista cantar copla, por ejemplo. Tengo bulimia del conocimiento", reivindica, mientras acaricia en su regazo a Bonsay, un chihuahua que es su "más grande compañía".

Ha querido que su disco fuera algo más que la música que contiene, "un objeto de deseo". Por eso ha cuidado hasta el mínimo cada detalle.

Es, afirma, un "universo para la vista, el oído y hasta el acto", algo que se quiere "tener" precisamente "en un momento tan difícil como este" y que, en definitiva, es como su consomé de L'Hardy o la forma en la que Chaplin se comía los cordones de su bota.

Tanto le ha gustado la experiencia que después del siguiente disco, que volverá a ser de fados, para seguir en su esquema creativo, habrá un "Delikatessen II", con música, adelanta, de Nino Rota y Piazzolla, entre otros.

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