Productor de Camarón: Los gitanos necesitan un nuevo guía espiritual

  • Concha Barrigós.

Concha Barrigós.

Madrid, 3 may.- Ricardo Pachón es uno de los sumos sacerdotes del flamenco, el productor de Camarón, el que gobernó su "Leyenda del tiempo" y artífice del documental "Triana pura y pura". Desde su experiencia afirma rotundo que los gitanos necesitan un "guía espiritual" que llene el vacío que dejó el cantaor de la Isla.

Pachón acaba de presentar en Madrid, junto a José Mari Manzanares, Oscar Jaenada, Raimundo Amador y Coque Malla, la edición 35 aniversario de "La leyenda del tiempo" (1979), "una herejía" en su tiempo, el álbum más controvertido de Camarón porque fusionaba "las hechuras" tradicionales (voz, guitarra y palmas) con el entorno roquero sevillano de Pata Negra o Lole y Manuel.

"Pero, aunque los gitanos iban a las tiendas a devolverlo, porque decían que aquél no era Camarón, el disco cambió la historia del flamenco, que, a partir de entonces, se atrevió a transitar otros caminos", detalla Pachón (Sevilla, 1937) en una entrevista con Efe.

El productor, un "obsesionao" desde muy joven con investigar en la fusión entre el "blues", el rock y el flamenco, a la vez que un defensor a ultranza "de la esencia", asegura que Camarón el Gitano (San Fernando, Cádiz, 1950- Badalona, Barcelona, 1992) "encarna la organización del pueblo tribal, sin ingenieros, médicos ni arquitectos".

"Todo el arte gitano se concentra en el flamenco, y por eso no es raro que José fuera el príncipe de los gitanos, la punta de lanza de su pueblo, y que lo tuvieran totalmente idealizado. Es que le llevaban hasta niños enfermos... Pero la vida es cíclica, y, lo mismo que llevamos una era sin él, el pueblo gitano tendrá otro líder espiritual, porque lo necesitan", sentencia.

Pachón está inmerso ahora en la preparación del nuevo disco de La Susi y, sobre todo, en la promoción de una de las "joyas" flamencas del año, "Triana pura y pura", un documental que evoca la expulsión, en los años 50, de la comunidad gitana de ese barrio sevillano, en el que llevaban desde el siglo XV.

"Era el único sitio de Europa donde había gitanos integrados, sin ninguna crispación con los gachés, pero la especulación inmobiliaria pudo con todo", aclara.

El documental, dirigido y producido por él, recupera la grabación inédita de la "última gran fiesta" de aquellos gitanos, es decir, la que celebraron en el Teatro Lope de Vega de Sevilla el 14 de febrero de 1983, en la que los protagonistas, de los que solo sobrevive uno, el cantaor el Coco, de 92 años, enseñaron de qué está hecha esa "estirpe indomable".

Tocan Manuel Molina y Raimundo Amador y cantan Lole Montoya y Josele Lérida, entre otros, para que exhiban su arte los "irreductibles": Pepa La Calzona, el Titi, el Pati, el Filigrana, el Herejía, Farruco...

Entre medias, Pachón, Amador, Lérida, Molina y Matilde Coral van explicando cómo se produjo la diáspora gitana trianera a chabolas de uralita sin agua ni luz, primero, y a las 3.000 Viviendas después.

"Los gitanos vivían en corrales de vecinos en las que todos se ayudaban. Les metieron en las barracas y luego en una vida en vertical que destruyó el ágora en el que vivían. Las 3.000 Viviendas es el infierno. Hay más chorizos por metro cuadrado que en ningún otro sitio. Es para que entre Robocop", asegura.

La fiesta, promovida por la "gitana genial" Gloria Filigranas y que es anterior a lo que hicieron el Lejía y Esperanza "La del Maera" con el "Probe Migué", está grabada por Pachón en Umatic, es decir, con mucho grano, pero el sonido es profesional, porque lo registró con un sistema de dos micrófonos, "el 'rolls' de entonces".

"Eran 40 personas en el escenario, que logramos llevar porque el ayuntamiento dio un dinero para alquilar taxis. Hay que darse cuenta de que la media eran 80 años y que venían del extrarradio. Se ve la ingenuidad de los viejecitos, que hacen fiesta auténtica y no paran de beber, reírse y hacer compás", detalla.

Cuando salen a dar una pataíta por bulerías o unos tangos, los protagonistas hacen alarde de una forma de moverse que viene, dice Pachón, de los "esclavos gitanos del XVII", de los ritmos del cumbé, el mandingo y la zarabanda, "tan erótica que la prohibieron".

"No hay más que ver cómo estos viejos de Triana se echan mano a sus partes, gestos que no caen en la grosería pero que son atrevidas, y eso ahora no se le ve hacer a ningún bailaor. Ahora la gente solo quiere correr, hacer muchos pies y cosas pretenciosas, y se han olvidado de la esencia", que es, sostiene "disfrutar la vida".

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