Puerta grande para el populismo de El Cordobés y El Fandi

  • La puerta grande de la plaza de toros de Valencia se abrió por primera vez en la feria de Fallas para dar paso a El Cordobés y a El Fandi, que salieron a hombros después de divertir con su toreo populista y bullidor a un público generoso y de espíritu festivo.

Paco Aguado

Valencia, 17.- La puerta grande de la plaza de toros de Valencia se abrió por primera vez en la feria de Fallas para dar paso a El Cordobés y a El Fandi, que salieron a hombros después de divertir con su toreo populista y bullidor a un público generoso y de espíritu festivo.

FICHA DEL FESTEJO: Seis toros de Núñez del Cuvillo, que sustituían a los anunciados de Zalduendo, bien presentados -con más seriedad los tres últimos- y de muy buen y duradero juego en su conjunto.

Finito de Córdoba: estocada trasera y tendida (ovación tras leve petición de oreja); dos pinchazos, pinchazos hondo y dos descabellos (silencio tras aviso).

El Cordobés: estocada (oreja); bajonazo trasero (oreja).

El Fandi: pinchazo y estocada (oreja); estocada delantera (dos orejas).

El Cordobés y El Fandi salieron a hombros de la plaza.

En las cuadrillas destacó bregando Álvaro Oliver y picando, Juan Francisco Peña.

La plaza registró más de tres cuartos de entrada en tarde nublada y con lluvia durante la lidia del segundo toro.

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LO QUE EL PÚBLICO BUSCABA

Mientras los aficionados más puristas y exigentes se iban mostrando su indignación y su descontento, diez mil personas aclamaban felices la salida a hombros de El Cordobés y El Fandi, palmeando al ritmo de la música.

Era el fin de fiesta de un espectáculo en el que, al margen de lo estrictamente taurino, ese público había rentabilizado el precio de su entrada recibiendo exactamente lo que esperaba cuando la sacó: espectáculo y entretenimiento.

Otra cosa es lo que esos dos toreros hicieron para dárselo con una completa corrida de Núñez del Cuvillo, ante la que los aficionados más selectos anhelaron un tipo de tauromaquia muy distinto.

El Cordobés le hizo a su nobilísimo y boyante primero una faena tan larga como vulgar, sin temple ni ajuste, pero salpicada de constantes guiños a la galería y finalizada con el típico salto de la rana debajo de unos entusiasmados tendidos de sol.

Cortó una oreja a ese buen toro y otra más al muy astifino quinto, un animal también bravo pero algo más áspero de embestidas. Sorteó Manuel Díaz esas complicaciones con habilidad defensiva hasta que, bajo los mimos tendidos, pudo desplegar de nuevo todo su repertorio de efectismo y alardes de simpatía.

Lo peor de todo fue que mató de un feísimo bajonazo en la paletilla del toro que, paradójicamente, no fue óbice para que se le pidiera y concediera ese segundo trofeo.

Tres orejas paseó El Fandi, que también dio "marcha" a un público entregado, sobre todo en el tercio de banderillas, donde estuvo variado y espectacular, pero poco reunido. Fue su típico alarde de facultades físicas, coreado también con gritos futbolísticos desde la grada.

En esos segundos tercios fundamentó su triunfo el granadino porque, con la muleta, su trasteo al alegre y bravo tercero no pasó de mecánico y simplón, en tanto que el que le hizo al sexto fue de un toreo liviano hasta llegar al despliegue final de adornos, rodillazos y desplantes. Y en el "subidón" de la fiesta, tras una buena estocada, se le premió con el doble trofeo.

Fuera del contexto de la tarde, el toreo hondo y templado de Finito de Córdoba se vivió como un monólogo de Shakespeare en un teatro de variedades.

Pero, tanto ante su primero, donde no acabó de redondear las series de muletazos, como ante el exigente cuarto toro, con el que se asentó en la arena con valor y autenticidad, Juan Serrano protagonizó los momentos de más torería y calidad de un espectáculo que caminaba por senderos muy distintos. En la arena y en el tendido.

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