Qué viaje el de aquel día

  • Fue un viaje hacia el triunfo, pero, entonces, el joven Miguel Poveda, veinte años y recién licenciado del Servicio Militar, no lo sabía, ni siquiera lo pretendía.

Antonio Parra

La Unión (Murcia), 7 ago.- Fue un viaje hacia el triunfo, pero, entonces, el joven Miguel Poveda, veinte años y recién licenciado del Servicio Militar, no lo sabía, ni siquiera lo pretendía.

Según sus propias palabras: "Venía a La Unión para probarme, para que me escucharan fuera de Barcelona e ir tanteando mis posibilidades reales de dedicarme profesionalmente al cante flamenco".

Anoche, el hoy triunfante cantaor lo explicaba al público que abarrotaba el antiguo mercado público durante la última gala de la 53 edición del Festival Internacional del Cante de las Minas de la localidad murciana. "Era uno de esos trenes de hace veinte años que tardaban una eternidad entre Barcelona y Cartagena. El viaje duraba tantas horas que tuve tiempo de aprender el cante por mineras, que yo no conocía".

Venía acompañado por el guitarrista Juan Ramón Caro, que lo orientaba en el mundo de los cantes mineros: "Escucha cómo lo hace Pencho Cros, como lo hace Piñana, Encarnación Fernández", me decía.

Caro, que acababa también de salir de Servicio Militar y que había cumplido en Cartagena, lo acompañaba ayer en el escenario que impulsó a ambos hacia el triunfo, en la malagueña con la que abrió su recital, el mismo palo con el que una noche del verano de 1993, en una de las pruebas selectivas en la peña flamenca de la Unión, había dejado atónito al público que tuvo la suerte de estar allí aquel día.

Pero la fatalidad quiso que el recital de anoche, que cerraba también unas jornadas intensas dedicadas al cantaor, durante las cuales ha sido nombrado Hijo Predilecto de la antigua localidad minera, estuviese a punto de suspenderse. Miguel llevaba tres días sosteniendo su quebrada garganta a base de antibióticos.

"En cualquier otro lugar -explicó ya en el escenario- hubiese suspendido el recital, estoy enfermo y ya está. Pero aquí no puedo hacerlo, voy a cantar más que nunca con el corazón, ya que no puedo hacerlo al cien por cien de mis facultades". Hubiese sido, desde luego, un enorme chasco para mucha gente venida de fuera y que tenía esta fecha marcada en el escenario.

Poveda abrió su repertorio con la malagueña, la del Mellizo, la misma de veinte años atrás, peleándose con ella, lo mismo que hizo con las alegrías siguientes. Pero a partir de ahí los palos se sucedieron en una lista larga, generosa.

De nuevo con el toque de Caro se dolió, se sintió y se gustó por soleá. Y después vino una tanda de mineras, una de ellas para su maestro unionense Pecho Cros, de quien siempre reconoce haber aprendido algunos secretos de estos cantes. Y un popurrí de canciones por bulerías de los inolvidables Lole y Manuel, y un bailecito muy al estilo jerezano.

En fin, lo que amenazaba con convertirse en una decepción ante la voz dañada de Poveda, acabó siendo una celebración, renovada, del gran triunfo de 1993. El público estaba feliz, lo jaleaba, lo piropeaba, y él, cada vez más relajado, sin prisas, se entregaba cante a cante. Pero por si alguien quedaba decepcionado, prometió repetir el recital otro día, de forma gratuita.

A partir de mañana comienzan las semifinales de los concursos de cante, guitarra, baile e instrumentos. El próximo sábado, día 10, se celebrará la gran final, que dará a conocer a otro joven triunfador. Ojalá que se parezca a Poveda.

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