Viaje a la libertad creativa de Miró, el artista que rehuyó de los dogmas

  • María Llort.

María Llort.

Sète (Francia), 21 jun.- La libertad creativa del catalán Joan Miró sirve de hilo conductor de una exposición en el museo Paul Valéry de Sète (sur de Francia), unas 70 obras de este pintor y escultor que, pese a su cercanía con el movimiento surrealista, mantuvo siempre su independencia artística.

La muestra "Miró. Hacia lo infinitamente libre, hacia lo infinitamente grande", abierta desde hoy hasta el 9 de noviembre, no es una retrospectiva, aunque hay obras de todas las etapas, sino que busca reflejar la esencia de la producción del artista catalán (1893-1983): su personal estética y su rico universo simbólico, cuenta a Efe la directora del museo, Maithé Vallès-Bled.

"Miró es inclasificable", explica la comisaria, "era innovador, onírico, alegre, pero también planteaba preguntas metafísicas" y, aunque estaba muy cerca del movimiento surrealista, siempre rehuyó adherirse a los manifiestos promovidos por André Breton, "porque no quería someterse a dogmas".

Con influencias artísticas diversas, desde las pinturas rupestres hasta el fauvismo y el cubismo, el creador catalán adquirió un lenguaje propio, caracterizado por el protagonismo cada vez más marcado de los colores primarios y las formas simples cargadas de simbolismo.

"No es la primera vez que se pinta con una gama tan reducida de tonos: los frescos del siglo X también están pintados así", explicaba Miró, quien siempre defendió una pintura en la que aspiraba a conseguir la máxima intensidad con los medios mínimos.

Esta libertad en la estética se tradujo también en el ámbito político a través de "un compromiso vital con su país", relata a Efe su nieto, Joan Punyet Miró, que actualmente proyecta la apertura al público del taller de su abuelo en Montroig, en la provincia de Tarragona.

Los conflictos bélicos, la Guerra Civil española y la Segunda Guerra Mundial, dejaron una huella en la obra de Miró, tanto con cambios en los tonos utilizados, más sombríos, como con carteles claramente antifranquistas.

En algunas ocasiones, su arte fue premonitorio, como en las conocidas como "pinturas salvajes", realizadas sobre masonita y que representaban monstruos que anticipaban el horror de la Guerra Civil española, según dejó escrito el propio pintor.

Frente a esas batallas humanas, Miró contrapuso la belleza y la inmensidad del cosmos con obras en las que las estrellas o los planetas centran la atención y ponen de relieve la pequeñez del ser humano, que aparece despojado de su individualidad, sin que se le pueda identificar.

Sin embargo, el pintor catalán defendía que esta simplificación hacía que los personajes fueran "más vivos" que si estuvieran representados con todos los detalles, ya que, en ese caso, "les faltaría esa vida imaginaria que lo engrandece todo".

"Para mí una forma no es nunca algo abstracto, siempre es el signo de algo", decía el artista, que apostó por el simbolismo, por ejemplo, representando a las mujeres como pájaros (una palabra que en catalán puede designar coloquialmente al sexo masculino), en una imagen "poética y erótica al mismo tiempo", según Vallès-Bled.

Miró era un "poeta prehistórico que pintaba", define su nieto, y en ese empeño por unir la lírica con la plástica fue evolucionando su estética hacia una pintura cada vez más gestual, inspirada en el trabajo de los calígrafos japoneses y en la que, como él mismo explicaba, el ciclo creativo empezaba cuando una forma le daba una idea que, a su vez, le llevaba a otra forma.

La larga trayectoria de este pintor mediterráneo -falleció en Mallorca (islas Baleares) a los 90 años- se puede recordar ahora en esta ciudad costera a través de una exhibición que combina unas pocas esculturas y muchos lienzos, la mayoría ellos procedentes de colecciones privadas y, en algunos casos, expuestos por primera vez.

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