Wallraff vuelve a camuflarse para desentrañar el lado más oscuro de Alemania

  • Barcelona.- Hace tres décadas fue el periodista indeseable Hans Esser. Denunció, después, las condiciones laborales del emigrante como "Cabeza de turco". En los noventa se convirtió en iraní para una televisión japonesa y, luego, estuvo una decena de años muy enfermo, prácticamente en silla de ruedas.

Barcelona.- Hace tres décadas fue el periodista indeseable Hans Esser. Denunció, después, las condiciones laborales del emigrante como "Cabeza de turco". En los noventa se convirtió en iraní para una televisión japonesa y, luego, estuvo una decena de años muy enfermo, prácticamente en silla de ruedas.

Ahora, recuperado y en plena forma, regresa el alemán Günter Wallraff con su nueva obra, "Con los perdedores del mejor de los mundos" (Anagrama), donde vuelve a camuflarse para desentrañar el lado más oscuro de la opulenta Alemania, ya sea actuando como un negro somalí, un vagabundo sin casa, un teleoperador-estafador o como trabajador en una panificadora "infrahumana".

El periodista, de 68 años de edad, ha presentado hoy en Barcelona su libro, aseverando que cuando empezó con estos trabajos de denuncia le caían "una avalancha de pleitos y querellas", mientras que ahora no sólo no ha recibido ninguna citación judicial si no que ha conseguido que se cierren "dos de las peores instituciones que había para albergar a 'sin techos'" y que en dos semanas se inicie un juicio contra el propietario de la citada panificadora.

A la vez, remarca, la Ministra de Justicia de su país acabó impulsando una nueva ley sobre los derechos de los consumidores, tras la publicación de estos textos.

"Las personas afectadas -prosigue- se han dado cuenta de que si me acusan levantan todavía más ampollas. Ahora se han vuelto más sabias y ya no me dicen nada".

A pesar de ello, y de que cree que en las últimas décadas la sociedad germana está mejor informada y es más consciente de los derechos de las minorías, él no puede dejar de hurgar en lo más profundo del lugar en el que vive, porque "cada vez hay una brecha más grande entre masas paupérrimas de personas y una clase pudiente que se enriquece más".

Asimismo, mantiene que existe un "racismo latente", que ha empeorado en los últimos años, aunque también reconoce que "por suerte, todos los políticos de los grandes partidos aguantan bien y no quieren meterse en las olas populistas".

Preguntado de forma directa sobre si con algunos de sus disfraces no provoca, precisamente, condescendencia, Wallraff ha defendido que para entender mejor todo lo que luego explica a los lectores necesita "sentir las cosas en carne propia".

Tampoco ha obviado que en algunas críticas publicadas en su país se le ha llegado a comparar con el personaje ficticio de Borat, y sobre el norteamericano Michael Moore ha dicho que lo que quieren los dos es parecido aunque los métodos de trabajo son distintos.

En cuanto al periodismo que se hace actualmente, ha precisado que sólo puede hablar del de Alemania, donde "todavía hay medios de comunicación de calidad, que informan de manera contrastada y con diversidad de opiniones".

Sin embargo, ha alertado de que la tendencia, por la bajada en las tiradas de los periódicos y el auge de Internet, es el "amarillismo, especialmente en la televisión, donde sólo cuentan las cuotas de audiencia".

Respecto a Internet, considera que abre un mundo de posibilidades "positivas", aunque se ha manifestado a favor de que ya desde las escuelas se enseñe a niños y jóvenes que deben distinguir entre lo que son informaciones serias de lo que son noticias disparatadas.

A la cuestión de sobre hasta cuándo seguirá con sus camuflajes, Wallraff, que también está al frente de una Fundación de integración de hijos de inmigrantes, ha advertido de que lo hará "mientras tenga fuerzas" porque "más que de una profesión se trata de una obsesión".

Es por ese motivo, ha bromeado, que seguramente su último papel natural será como miembro de "una residencia geriátrica".

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