A un año de la crisis de niños migrantes, el triunfo de dos salvadoreñas en Nueva York

  • A un año de la explosión de la crisis de niños migrantes centroamericanos en Estados Unidos, y mientras Europa recibe un flujo de refugiados sin precedentes, Cindy y Daniela, dos salvadoreñas llegadas en aquel momento a Nueva York, acaban de obtener el asilo político, un pequeño triunfo en la lucha de miles.

De 12 y 8 años respectivamente, Cindy y Daniela son dos de los más de 68.000 menores interceptados en la frontera de Estados Unidos con México desde octubre de 2013 hasta septiembre de 2014, en el momento más crítico del fenómeno de niños migrantes que conmovió a la región.

Su victoria para permanecer en el país junto a sus padres indocumentados es una pequeña luz de esperanza en medio del sufrimiento y la incertidumbre de miles de familias que luchan en los tribunales de Estados Unidos para evitar que sus hijos sean deportados.

"Tenemos muchos casos de niños no acompañados y no todos ganan, la ley es muy limitada. Con su historia muy difícil y muy fuerte, Cindy y Daniela lo hicieron", cuenta Rebecca Popuch, abogada de la organización Asistencia Legal Centroamericana, en su modesta sede en el subsuelo de una iglesia católica en Brooklyn (sudeste de Nueva York).

Del otro lado de la mesa, las pequeñas salvadoreñas y su padre, Wilmer Lainez, de 37 años, sonríen. "Estamos agradecidos por cómo nos ha apoyado Estados Unidos ayudándonos con el asilo porque mis hijas tienen mucho miedo de regresar allá", dice el hombre a la AFP.

"Yo con la abuela estaba bien, pero mi papá decidió traernos para acá porque había mucha delincuencia en El Salvador", explica de su lado Cindy, recordando aquel día en que "los pandilleros se metieron en casa" y su vida cambió para siempre.

Asistencia Legal Centroamericana (CALA, por su sigla en inglés) ganó el caso de las niñas basándose en la teoría de la persecución por las relaciones familiares, luego de graves hechos de violencia sufridos en Zacatecoluca, en el departamento salvadoreño de La Paz (centro).

El flujo masivo de personas que huyen de la guerra y la miseria ocupa la portada de los diarios desde hace semanas con la situación que se vive en la Unión Europea (UE), a cuyas fronteras han llegado en lo que va de año más de 500.000 migrantes desde Medio Oriente y África.

En el caso de la familia Lainez, Wilmer llegó a Estados Unidos en 2006 empujado por la "extrema pobreza" en su país y en momentos en que su mujer Dayana estaba embarazada de su segunda hija.

Tras pagar a un coyote (persona que ayuda a cruzar la frontera mexicano-estadounidense a cambio de dinero), Lainez se dirigió a Queens (noreste de Nueva York), donde tenía primos, y empezó a trabajar en una cadena de restaurantes, en principio con la idea de quedarse un tiempo y volver.

Mientras veía cómo aumentaba la violencia en El Salvador, en 2008 llegó su mujer, a quien había enviado dinero para que efectuara la misma travesía, dejando a las dos niñas con su abuela materna y tíos.

Pasaron años de indefinición hasta el punto de inflexión del 19 de mayo de 2014, cuando "sujetos enmascarados y fuertemente armados" entraron en la casa de los Lainez en Zacatecoluca y golpearon al esposo de la hermana de Wilmer delante de las niñas. Dos días después, mataron a un vecino.

"En ese momento tomé la decisión de que ellas se vinieran de emergencia al día siguiente. Contraté una persona para que las trajera y ellas se vinieron solitas por el camino sin ningún familiar", cuenta sin poder evitar el temblor en sus manos.

Mientras las chicas emprendían el viaje a Estados Unidos, la familia en Zacatecoluca denunció a la banda y la policía detuvo a su jefe, lo que dio lugar a represalias que incluyeron una extorsión monetaria y un ataque a balazos a un primo de Wilmer, que escapó con vida de milagro.

"Viajamos en autobús, en carro, en lancha. Nos entregaron en la frontera a migración y de ahí fuimos a una casa hogar", recuerda con simpleza Cindy, feliz de estar con sus papás, "poder disfrutar" de ellos e ir a la escuela.

Tras pasar unas semanas en Texas (sur) en un albergue para menores migrantes no acompañados hasta que sus padres fueron localizados, las niñas viajaron en avión a Nueva York con una citación judicial para dirimir su futuro.

"En la corte nos recomendaron este lugar", dice Wilmer, en referencia a la ayuda recibida en CALA, que desde 1985 ofrece servicios gratis o a bajo costo a inmigrantes.

Allí empezó una batalla judicial que duró un año, hasta junio pasado.

"Metimos una petición de asilo porque menores de edad como Cindy y Daniela tienen la ventaja de ir primero a la oficina de asilo, que es diferente a la corte, principalmente porque no hay fiscal", explica Popuch.

"Ganaron porque tenían un familiar que era testigo y estaba cooperando con la policía", precisa.

Si esta historia tuvo un final feliz, Popuch aclara que "desafortunadamente muchos que enfrentan violencia en Centroamérica no califican para el asilo".

Desde octubre de 2014 hasta agosto pasado la crisis ha cedido un poco, con 30.000 niños detenidos en la frontera EEUU-México, una cifra que muestra sin embargo que el drama sigue vigente.

mar/jb

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