La canciller, Angela Merkel, está bajo presión para cumplir la promesa de reducir la entrada de refugiados después de que más de un millón de personas llegaran al país, la mayor economía de Europa, el año pasado, elevando los temores entre la población por el coste que supondría la entrada de tanta gente y por el modo en el que se integrarían en el país.
En febrero, 38.570 inmigrantes entraron en Alemania procedentes de Austria, una cifra que ya estaba muy por debajo de los 64.700 que lo hicieron en enero. Austria es el principal punto de entrada al país.
En febrero, Viena puso en marcha una política de restricciones en la frontera, provocando un efecto dominó en Europa que ha dejado a miles de personas, muchas de las cuales huyen de la guerra y la violencia en Siria, y otros países, bloqueados en Grecia.
Crítica con los estrictos controles fronterizos, Merkel confía en el polémico acuerdo sellado entre la UE y Turquía, que entrará en vigor el próximo lunes, diseñado para reducir los flujos de migrantes hacia Europa Occidental.
El acuerdo ofrece a Turquía ciertos beneficios, políticos y económicos, a cambio de acoger a todos los inmigrantes irregulares, incluidos los refugiados sirios, que lleguen a Grecia a partir del 20 de marzo, y los detractores de esta medida temen que esto pueda hacer que Europa se suavice en lo referente a los Derechos Humanos con Ankara.
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