El adiós de Wen Jiabao, símbolo de las contradicciones de China

  • Con su último discurso público -el de inauguración del plenario legislativo que elegirá a su sucesor- se despide hoy del poder a efectos prácticos el primer ministro chino, Wen Jiabao, un político carismático entre la ciudadanía pero cuya figura no ha estado exenta de las contradicciones del régimen.

Pekín, 5 mar.- Con su último discurso público -el de inauguración del plenario legislativo que elegirá a su sucesor- se despide hoy del poder a efectos prácticos el primer ministro chino, Wen Jiabao, un político carismático entre la ciudadanía pero cuya figura no ha estado exenta de las contradicciones del régimen.

Nacido el 15 de septiembre de 1942 en Tianjin (norte), este geólogo de formación ha conseguido, combinando una imagen de economista eficiente con otra populista, convertirse en la cara más amable del régimen, aunque también ha recibido críticas que lo acusan de "actor" o de haberse enriquecido en el poder.

Al frente del Gobierno, Wen continuó la política de reforma y apertura que ha convertido al país en la segunda economía mundial e intentó -con poco éxito, dicen sus críticos- corregir las contradicciones sociales que produjo este ascenso.

Además cultivó la costumbre de llevar a cabo actividades con "gente de la calle" con las que se ganó simpatía entre la mayoría de la población china, donde se le conoce como "el abuelo Wen", en contraposición al más hierático y distante presidente Hu Jintao, quien también abandonará el poder a mediados de este mes.

Wen ha conseguido además lo que pocos líderes chinos han logrado, popularidad internacional: es visto en el exterior como el gestor que logró que China esquivara la crisis financiera mundial, y en lo político se le considera un "progresista" que buscó, sin éxito por falta de apoyo, reformas políticas en el régimen.

Argumento a favor de las teorías de que tras Wen hay un reformista frustrado es la histórica foto de mayo de 1989 en la que aparece detrás del entonces secretario general Zhao Ziyang, en su día partidario de cambios políticos, y junto a los estudiantes de Tiananmen, semanas antes de la tristemente célebre matanza.

Años antes, en la Revolución Cultural, Wen no sufrió tanto como otros contemporáneos suyos de los desmanes de los Guardias Rojos; en aquellos años 60 pudo estudiar, graduarse e ingresar en el PCCh, en 1965.

Ocuparía entonces distintos cargos técnicos como geólogo en el Gobierno provincial de Gansu (noroeste), trabajo que le proporcionaría el salto decisivo a Pekín, al ser nombrado en los 80 viceministro de Geología y Recursos Minerales.

En la capital fue Hu Yaobang, otro reformista y antecesor de Zhao Ziyang como secretario general, quien vio potencial en Wen y lo nombró en 1986 jefe de la influyente Oficina General del Partido.

Los primeros noventa fueron complicados para un político sospechoso de haber apoyado a los estudiantes de Tiananmen, pero encontraría un nuevo protector, el primer ministro Zhu Rongji, con quien ascendería en 1998 a viceprimer ministro (encargado de Agricultura y Finanzas) hasta ascender al puesto actual en 2003.

Como primer ministro, Wen ha cultivado una imagen de político preocupado por los ciudadanos, que alcanzó su culminación en 2008, durante el terremoto de Sichuan, en el que murieron 90.000 personas.

Wen viajó al lugar del seísmo a las pocas horas de ocurrir, y las imágenes en las que con un altavoz se dirigía a los escombros para ver si había supervivientes estremecieron a los chinos.

Es además uno de los pocos líderes chinos que en la última década ha dado ruedas de prensa o ha participado como ponente en conferencias internacionales, aunque esto casi le valió un disgusto en 2009 cuando, en Cambridge, un estudiante alemán le lanzó un zapato.

Sus críticos ven en sus baños de multitudes una milimetrada campaña publicitaria del primer ministro, "el mejor actor de China" en palabras del escritor Yu Jie, quien tras publicar una ácida biografía de Wen tuvo que emigrar a EEUU.

Otro foco de críticas al primer ministro saliente lo encarna su esposa, la también geóloga Zhang Peili, a quien se acusa de haberse aprovechado del poder de su marido para acumular una enorme fortuna, controlando el negocio nacional de diamantes.

Las acusaciones de que ella y otros familiares han amasado una fortuna cobraron mayor fuerza el pasado año, cuando un reportaje de investigación del "The New York Times" acusó a la estirpe de los Wen de amasar riquezas por valor de 2.700 millones de dólares.

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