La violencia sectaria hace temblar el proceso de reformas en Birmania

  • Los estallidos de violencia sectaria que se extienden por Birmania ponen en riesgo la continuidad del proceso de reformas emprendido por el presidente, Thein Sein, para apuntalar la democracia en el país tras casi medio siglo de dictadura militar.

Noel Caballero

Bangkok, 30 mar.- Los estallidos de violencia sectaria que se extienden por Birmania ponen en riesgo la continuidad del proceso de reformas emprendido por el presidente, Thein Sein, para apuntalar la democracia en el país tras casi medio siglo de dictadura militar.

"No soy partidario del uso de la fuerza para resolver problemas. No obstante, no dudaré en utilizar la fuerza como último recurso para proteger las vidas y la propiedad de la población", indicó Thein Sein durante un discurso a la nación de 10 minutos retransmitido este jueves por la televisión pública.

El jefe del Ejecutivo birmano, quien hoy cumple dos años al frente del Gobierno civil que recibió el poder tras el fin de la junta militar, advirtió de esta manera a los "oportunistas políticos y extremistas religiosos" que, en su opinión, fomentan el odio entre musulmanes y budistas.

La última ola de violencia entre ambos credos explotó el pasado 20 de marzo en la ciudad de Meiktila, en la región de Mandalay, a raíz de una discusión entre los dueños musulmanes de una tienda de oro y clientes budistas.

Desde esa fecha, las batallas se han propagado por otras 15 ciudades, en las provincias centrales de Mandalay y Pegu, acercándose a unos cien kilómetros de Rangún, antigua capital del país y ciudad con mayor número de población.

A pesar de las medidas de excepción y toques de queda impuestos por las fuerzas de seguridad birmana en estas poblaciones al menos 43 personas han muerto y 12.000 han tenido que buscar refugio ante la turba de budistas armados con palos y machetes que patrullan las ciudades en busca de musulmanes.

La Policía de la división de Pegu se vio obligada a utilizar munición al disparar al aire este miércoles con el objetivo de disolver un tumulto de budistas que se encontraban atacando mezquitas, tiendas y casas de propiedad musulmana.

Cientos de hogares y edificios, la mayor parte ubicados en los barrios musulmanes, han sido calcinados hasta los cimientos por las violentas turbas.

Ante la falta de medios de comunicación fiables, los rumores se propagan entre la población creando pánico entre la colonia musulmana que el pasado lunes, por ejemplo, cerró apresuradamente sus comercios en la plaza Yuzana, en Rangún, ante las informaciones ficticias de la llegada de un grupo violento.

Min Ko Naing, unos de los dirigentes del movimiento opositor "Generación de Estudiantes del 88", apuntó su sospecha de que los actos estén incitados por "fuerzas externas" y culpó a las autoridades de no haber sabido controlar la situación.

"Estamos muy preocupados por la seguridad pública y la inmadura democracia en nuestro país. Debemos protegerla con firmeza", declaró Min Ko Naing este jueves en rueda de prensa celebrada en Rangún.

No obstante, desde que el año pasado se desatara la ola de violencia sectaria en el estado de Rakhine (oeste) tras la violación y asesinato de una chica budista a manos de varios musulmanes, los grupos radicales antiislámicos y las manifestaciones contra los musulmanes se han multiplicado en Birmania.

Incluso, Naciones Unidas denunció que los enfrentamientos en entre budistas y musulmanes ocurridos en Rakhine se convirtieron en una campaña contra la comunidad musulmana en el país.

Por otra parte, las críticas aumentan ante el prolongado silencio de la principal líder de la oposición en Birmania, la premio Nobel de la paz Aung San Suu Kyi, quien poco o nada se ha pronunciado respecto a la violencia que salpica a Birmania.

Los enfrentamientos en el estado Rakhine, donde viven musulmanes de la etnia rohingya cuya ciudadanía no es reconocida por el Gobierno birmano, se iniciaron el junio pasado y sufrieron un rebrote el mes de octubre, costando la vida a 163 personas y dejaron más de 100.000 desplazados, de los que gran parte aún continúan en campamentos de refugiados.

Los brotes de violencia entre la mayoría budista, que representa el 89 por ciento de la población, y la minoría musulmana, que no llega al 5 por ciento, se han venido reproduciendo en Birmania de manera ocasional desde que en 1962 los militares encabezados por el general Ne Win se hicieran con el poder.

Desde que en 2011 la última junta militar traspasara el poder a un Gobierno civil afín, presidido por Thein Sein, el país comenzó un proceso de reformas aperturistas y concesión de libertades encaminadas a establecer la democracia en el país.

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