Airbnb es el ejemplo de cómo la tecnología está interrumpiendo en los modelos de negocios existentes en el mundo del alquiler vacacional. Nacida en el año 2008 en California, esta empresa y plataforma de software dedicada a la oferta de apartamento y alojamientos turísticos de forma temporal, ofrece un mercado comunitario basado en la confianza.
En él, la gente publica, descubre y reserva alojamientos en todo el mundo, desde su ordenador o dispositivo móvil. “Tanto si quieren alquilar un apartamento para pasar una noche como un castillo durante una semana o una villa durante un mes entero”, señalan desde la compañía.
La empresa, en realidad, no gestiona ni un alojamiento en todo el mundo, pero funciona en más de 191 países. En esta plataforma de economía colaborativa los usuarios ofrecen alojamiento en su domicilio a cambio de una compensación económica.
Hoy en día, según datos que ofrece la compañía, cuenta con más de 200.000 millones de huéspedes repartidos en 65.000 ciudades de todo el mundo y, como curiosidad, hay dados de alta más de 1.400 castillos.
¿Cómo funciona Airbnb?
Para el viajero, Airbnb tiene la ventaja de que ofrece muchos tipos de viviendas en zonas saturadas o donde puede no ser posible encontrar establecimientos turísticos tradicionales. También, la posibilidad de que su anfitrión quiera ser algo más que el dueño de la vivienda y pase a ser gestor de alojamientos en su zona o guía de experiencias gastronómicas, deportivas, culturales, etc.
Para el anfitrión, la plataforma permite obtener unos ingresos extras por alquilar una vivienda o parte de ella a unos precios que decide él mismo. De la misma manera, es el propietario el que decide qué alquila, con qué frecuencia y cuándo lo alquila. Todos los pisos que se den de alta y se anuncien en Airbnb necesitan cumplir la legislación al respecto de su ciudad o comunidad, como indican desde la propia web de Airbnb
Sin embargo, en los últimos meses se han levantado multitud de voces críticas contra Airbnb, especialmente de hoteles y vecinos, alegando que los alojamientos evaden el pago de impuestos, el malestar y ruido que generan los turistas y que los inquilinos realquilan apartamentos, entre otras.
En España, ayuntamientos de ciudades como Madrid, Barcelona o San Sebastián están intentando frenar el crecimiento de este tipo de apartamentos turísticos en el centro de las ciudades para evitar seguir perdiendo vecinos y que los barrios se conviertan en complejos vacacionales.
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