Enfado entre los camioneros

Ruta Madrid-Barcelona, de mina de oro a drama para los restaurantes de carretera

El frenazo de la pandemia ha secado los negocios situados en el trayecto entre ambas ciudades, pero algunos siguieron sirviendo a los transportistas.

Restaurante de carretera La Ruta
Restaurante de carretera La Ruta
Samuel Martínez

"Hay camioneros que han llegado aquí un viernes y desde el lunes solo habían comido fruta, embutido y Bollicaos". Cuando dentro de unos años haya que explicar qué fue la pandemia de la Covid-19, testimonios como el de Sergio Lacasa serán imprescindibles para darle el contexto que, sin duda, ocultarán las dramáticas cifras. "Llegaban quemados, con ganas de discutir y de muy mala hostia". El confinamiento cerró restaurantes, bares y áreas de servicio en todas las carreteras españolas, mientras que muchos transportistas debían seguir con su trabajo, al que había que añadirle la falta de asistencia y el miedo al contagio: "Nosotros decidimos mantener abierto uno de los restaurantes en la ruta Madrid-Barcelona.  Llevamos 20 años viviendo de los camioneros... No podíamos dejarlos en la estacada cuando más nos necesitaban". 

Las autovías, autopistas y carreteras nacionales entre las dos principales ciudades españolas son algunas de las que más trasiego soportan al cabo del curso. Los transportes de mercaderías, la restauración, el combustible y los peajes generan millones de euros; pero todo paró con la Covid. O casi todo. Algunos profesionales del transporte tuvieron que seguir con sus labores esenciales: lo que no imaginaban era que la hora de la comida iba a representar un reto para ellos. Lacasa, propietario de tres restaurantes en la ruta Madrid-Barcelona, fue uno de los pocos que mantuvo alguno de sus locales abiertos cuando el virus causaba los mayores estragos.

Camiones carretera
Camioneros descansando a la altura de Peñalba (Zaragoza). / Samuel Martínez

"En este trayecto, como máximo han estado abiertos durante el estado de alarma muy pocos restaurantes", dice al tiempo que reconoce que estos meses han sido "una auténtica mierda". Y lo han sido por varias razones: de sus cuatro negocios (todos a pie de vía) ha tenido que cerrar de forma definitiva uno de ellos. Por otro lado, "el clima entre los camioneros ha sido insostenible". Con la vista puesta en los dos primeros meses —en los que sirvió comida para llevar de 12 del día a 12 de la noche—, recuerda que muchos llegaban "cabreados con el Gobierno" y la mayoría de ellos "sin miedo al virus". La mayoría. Sergio se preocupa especialmente de no generalizar: "Uno de mis mejores clientes, que cada día se tomaba un bocadillo o un café, no ha vuelto a entrar al restaurante". ¿Por qué? "El virus se llevó a su madre y a su cuñado. Como para no cogerle miedo", sentencia.

De 450 menús diarios a 70... y 35 empleados al ERTE

"No ha sido rentable". El restaurante que ha mantenido abierto —más por servicio social que por otra cosa— durante los meses de pandemia ha costado a Sergio más dinero del que le ha generado. Normalmente, "entre los tres restaurantes servimos de 430 a 470 menús diarios y, hoy por hoy, estamos dando entre 50 y 90". Tan mal ha ido la cosa que el día 11 Sergio entregó las llaves de uno de los tres locales. "El año pasado facturamos 430.000 euros solo en ese en concreto y este curso los beneficios se van a quedar en 180.000". Su empresa y el dueño del local al que se lo tenía alquilado no llegaron a un acuerdo acerca la gestión de las pérdidas y no tuvo más opción que echar el cierre. 

Cuando, al principio de todo, Sergio tomó la decisión de continuar con el servicio de únicamente uno de sus tres negocios, no tuvo más remedio que mandar al ERTE a 35 de sus 40 trabajadores. Quedaron al volante y a las máquinas de 'La Ruta' (en el aragonés pueblo de Peñalba) él mismo, su mujer, su madre, su hermano y una empleada, que es "como de la familia". La buena noticia, no obstante, es que antes de la irrupción de la COVID-19 en España, ya tenía planes de abrir otro local parecido al que tuvo que abandonar. Dicho de otro modo, todos los trabajadores podrán conservar su empleo. "Ahora ya han vuelto al trabajo en torno 50% o un 60% de ellos", sonríe. 

Cuatro autonomías, dos fases y dos paisajes

Cataluña, Aragón, Castilla-La Mancha y Madrid. Cuatro autonomías, dos fases y dos paisajes. Las provincias en las que, como en Barcelona, aún no se ha podido superar la fase 1 presentan una fotografía fría, casi gélida. No hay bares ni restaurantes de carretera abiertos —salvando alguna que otra terraza— y pocos camiones paran a descansar en los pueblos que lindan con la autovía. Pero el clima da un vuelco en la fase 2. Sin acercarse a lo frenético de la 'vieja normalidad', en esta nueva los camioneros han vuelto a encontrar mesas en las que sentarse a comer y entablar, aunque sea a distancia, las discusiones habituales con los colegas del gremio

Restaurante interior
Fase 2. En el restaurante 'La Ruta' solo se puede ocupar un 30% del aforo. / S.M.

Hasta las cigüeñas parecen encontrarse más cómodas en la segunda fase de la desescalada. A la altura de Pina de Ebro, decenas de ejemplares han anidado en lo alto de los postes de la luz y otean los camiones y los pocos coches que vienen y van de Madrid a Barcelona y viceversa pasando por Zaragoza. En el salón de 'La Ruta', Milla ha vuelto a poner toda la carne en el asador para reavivar el negocio que regenta junto a su marido Sergio y familiares. Detrás de la mascarilla, ve el restaurante al 30% de su capacidad, como marca la normativa de la fase 2, y espera a que, de una vez por todas, escampe el chaparrón.

Como en 'La Ruta', los dueños de miles de áreas de servicio y restaurantes de carretera por todo el país despliegan velas y abren sus puertas para que de 45 minutos en 45 minutos —el tiempo que suelen tener para comer— los transportistas vuelvan a frecuentar sus negocios. Pero Sergio también llama al turismo. "Ya perdimos el período más intenso de facturación, la Semana Santa, y necesitamos que vuelvan los turistas". Después de la conversación, el pequeño empresario vuelve al trabajo y se despide con una verdad implacable: "Se sale todo menos del agujero. El que lo tiene jodido es el que está enterrado".

En los rincones más recónditos de la península, en los márgenes llenos de de polvo de las carreteras; emprendedores y currantes cubren con una manta el trauma que deja tras de sí la pandemia, pero no olvidan. "Por lo menos nosotros conservamos el negocio", concluye Sergio. Tras la puerta del restaurante, los camioneros cogen carretera con el estómago lleno y tiran para adelante. Al fin y al cabo, eso hicieron también cuando cuando comían solo fruta, embutido y Bollicaos.

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