Nicolás Massú traga sapos a cambio de espantar el enojo

  • Aunque es uno de los mejores tenistas latinoamericanos de este siglo, el chileno Nicolás Massú no llora por aparecer en el puesto 482 del mundo; asume que tragar sapos es su manera de emprender el camino de regreso a la alegría.

Gustavo Borges

Guadalajara (México), 18 oct.- Aunque es uno de los mejores tenistas latinoamericanos de este siglo, el chileno Nicolás Massú no llora por aparecer en el puesto 482 del mundo; asume que tragar sapos es su manera de emprender el camino de regreso a la alegría.

"Trabajo en silencio hace tiempo, me he comido muchas derrotas, todo por terminar una semana contento porque estar enojado no es bonito", aseguró hoy el jugador después de vencer hoy 6-4, 6-4 al estadounidense Nicolás Monroe en la segunda ronda del tenis de los Juegos Panamericanos.

Massú, campeón olímpico en Atenas 2004, llegó a ser el número nueve de la lista de la ATP y es uno de los deportistas más queridos en la villa de atletas de los Panamericanos, sin embargo su salud y su tenis han sufrido de más y recientemente descubrió que sólo con humildad podrá hacer el camino de vuelta.

"Tengo huellas de batallas por todo mi cuerpo, mi tenis era muy físico, recorrí muchos kilómetros y no he podido estar sano, pero si juego todos los días voy a mejorar porque necesito estar en la cancha para estar bien", asume.

En Guadalajara, Massú se enfrentará mañana al brasileño Ricardo de Mello, 112 del mundo, un zurdo peligroso que amenaza con volver a aguar la fiesta de la semana al chileno.

"Le gané varias veces, pero fue en otro momento, ahora hay que ver, ya se fueron los dos primeros favoritos del cuadro (el argentino Horacio Zeballos y el brasileño Joao De Suoza) y ojalá Mello, tercer preclasificado, también pierda, conmigo, obviamente", dijo.

Serio, con la misma mirada desafiante de cuando todos lo querían en sus torneos, a primera vista Massú parece arrogante, pero su discurso muestra lo contrario y habla de no mirar por encima del hombro a los humildes de la lista mundial.

"Ante mi juegan sueltos, no tienen nada que perder y el presionado soy yo; para mí no es fácil jugar torneos chiquitos, pero estoy obligado porque nadie me regalará el número 50 del ránking por mi pasado", explica.

A los 32 años cualquiera piensa que su retiro está cerca, pero Massú habla como si aún fuera un adolescente y asegura tener todo el tiempo del mundo para jugar y recuperarse.

No es que haya perdido el juicio, sólo ha dado una especie de viaje a los orígenes para parecerse al niño de cinco años que fue y solía tomar una raqueta con el simple propósito de jugar.

"Si no ganó los Panamericanos no pasará nada, pero me muero de ganas por darle la medalla de oro a Chile, siempre se empieza por algo y quiero regresar a donde siempre estuve, en los grandes torneos contra los mejores del circuito", dice.

Ahora mismo Massú sufre un desgarro en un muslo y juega los Panamericanos con un parche que le enmascara el dolor. Lo usa por cortesía con los médicos porque su mayor dolor no lo curarán unas vendas azules, sino una racha de triunfos para volver a ser feliz. A estas alturas eso le equivale a un título de Grand Slam.

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