Falta de actualización de tipos

Los impuestos pierden peso en el precio de la gasolina pese a las medidas climáticas 

Según el último informe de recaudación tributaria, solo representa el 46,3% del coste final de venta de la gasolina y el 41,7% del diésel, frente al 56,4% y 49,8%, respectivamente, de 2009, la última vez que se actualizó el tributo.

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Los impuestos pierden peso en el precio del carburante pese a medidas climáticas
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A pesar de los compromisos ambientales adoptados como parte del Plan de Recuperación, el precio final de venta de los combustibles de automoción está cada vez menos definido por los impuestos que gravan este tipo de productos altamente contaminantes, gracias a la falta de actualización de los tipos que se aplican.

Los datos publicados por la Agencia Tributaria como parte del informe de recaudación tributaria al que se puede tener acceso desde hace unos días apuntan a una caída en el peso de los impuestos sobre le coste final de los carburantes. En concreto, el porcentaje de su precio de venta relativo a los tributos se ha quedado en un 46,3% para la gasolina y un 41,7% para el gasóleo.

Ambas cifras distan de las registradas en 2016, cuando los impuestos suponían un 57,85 del precio de la gasolina y un 53,7% del diésel, aunque el coste final de ambos era menor de media. En 2009, la última vez que se actualizó el tramo estatal del impuesto de hidrocarburos, los impuestos representaban un 56,4% y el 49,8% del coste, respectivamente.

Esta evolución se produce porque los tipos del impuesto de hidrocarburos están expresados en euros y "llevan años sin actualizarse", por lo que "están expuestos a la inflación", explica el investigador de Funcas Desiderio Romero. "Si no se hace actualización, el peso del impuesto en el precio de reduce", resume.

El precio del carburante se compone de dos partes, el componente energético en sí y los impuestos, que son dos: IVA e impuesto de hidrocarburos -compuesto, a su vez, de una tarifa general y otra especial, que absorbe tanto el desaparecido 'céntimo sanitario' como el antiguo tramo autonómico del tributo-.

Actualmente, la tarifa general -que no se ha modificado desde 2009- es de 0,307 euros por litro para el gasóleo y de 0,40069 euros por litro de gasolina, mientras que la especial es de 0,072 euros por litro en ambos casos.

Al tratarse de una cantidad fija por litro, con independencia del precio de venta, supone un porcentaje variable de este, que aumenta cuando los carburantes están baratos -como sucedió en 2016- y cae cuando están caros -como sucedió en 2022, cuando los impuestos supusieron solo el 43,8% del precio de la gasolina y el 38,4% del precio del diésel-.

Pero más allá de subidas o bajadas coyunturales, la tendencia muestra un encarecimiento progresivo de los carburantes, que se traduce en un peso cada vez menor de la fiscalidad en el precio final, con lo que se diluye su potencial efecto a la hora de fomentar el ahorro de combustible.

Romero apunta que si se pretende mantener el volumen de recaudación del impuesto de hidrocarburos habría que ajustar los tipos a la inflación, pero matiza que hay otros elementos a tener en cuenta, como por ejemplo si se quiere penalizar el consumo de carburantes para frenar las emisiones de CO2 o el impacto de estas medidas en la inflación.

Por debajo de la media europea en fiscalidad ambiental

La fiscalidad ambiental en España está por debajo de la media europea. Según datos de Eurostat, en 2022 (últimos datos disponibles) suponía el 4,5% de la recaudación total, frente al 5,12% europea, y equivalía al 1,52% del PIB, frente al 2,02% europeo. Bruselas reclama recurrentemente a España que cierre esta brecha pero "los avances están siendo lentos", admite Romero.

El Plan de Recuperación recogía entre sus objetivos la necesidad de "conseguir un sistema fiscal que interiorice las externalidades medioambientales de la economía, penalice los comportamientos inadecuados e incentive las actitudes responsables en materia de lucha contra la contaminación y el cambio climático".

El libro blanco de los expertos para la reforma fiscal concretó en 2022 este objetivo en varias propuestas, entre las que destacaba una subida "sustancial" de la tributación de los hidrocarburos y la equiparación de los impuestos de la gasolina y el diésel -actualmente más baja, pese a sus mayores emisiones contaminantes-.

Pero el libro blanco se conoció días después del estallido de la guerra en Ucrania que desembocó en una espiral inflacionista, por lo que el Gobierno decidió dejar en suspenso la mayoría de sus propuestas e incluso implementó una bonificación para los carburantes y rebajas fiscales para la electricidad y el gas.

Tampoco se han materializado las propuestas incluidas en el Plan de Recuperación de crear un pago por uso de la red de carreteras -definitivamente descartado- ni de revisar la fiscalidad del sector aéreo o de los impuestos de matriculación y circulación, que los expertos pedían ligar en mayor medida a la contaminación de cada vehículo.

En cambio, sí se han adoptado otras políticas ambientales de menor calado, como el nuevo impuesto sobre los envases de plástico de un solo uso (que recaudó 591 millones en 2023) o sobre los depósitos de residuos en vertedero (cedido a las comunidades autónomas).

Así, en un entorno de crecimiento económico con los ingresos tributarios al alza -sobre todo, por IRPF e IVA-, la fiscalidad ambiental va perdiendo peso en la recaudación en lugar de crecer. De acuerdo a las cuentas ambientales que publica el INE, los impuestos ambientales pasaron de suponer más del 8% del total hasta 2018 a caer al 7,9% en 2019; el 7,6% en 2020; el 7,1% en 2021, y el 6,2% en 2022.

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