La "reina" Merkel, más que nunca ineludible en Europa

  • La popularidad de Angela Merkel se ha erosionado en su país, pero la jefa del gobierno alemán, en el poder desde hace diez años, sigue siendo una figura ineludible para enfrentar las múltiples crisis de Europa, afirman analistas.

Merkel abrió este verano, en nombre de los valores "morales" de la Unión Europea (UE), las puertas de Alemania a centenares de miles de refugiados. En los meses anteriores, había ayudado a capear la crisis griega manteniendo la cohesión de la zona euro y organizado una respuesta europea al conflicto ucraniano.

La supremacía económica de Alemania, combinada a la relativa debilidad de sus socios europeos, hacen de Merkel la "zarina de Europa", a pesar de que los griegos hayan quemado su efigie y que los países del este de la UE la consideren responsable de la llegada masiva de migrantes.

De hecho, su popularidad vacila en su país, en momentos en que la UE necesita de liderazgo.

"Como la UE se mostró incapaz de anticipar las crisis, cayó en la órbita de Merkel prevenir la implosión de la Unión", analiza Judy Dempsey, miembro del centro de reflexión Carnegie Europe, autora de un ensayo sobre la canciller.

Como prueba de su influencia, Merkel desplazó al presidente estadounidense Barack Obama del segundo lugar de la clasificación de las personalidades más influyentes de la revista Forbes. Está ahora justo detrás del ruso Vladimir Putin.

El semanario británico The Economist la calificó como "Europea indispensable".

"Estos últimos años tuvo un papel determinante en la resolución de crisis y situaciones difíciles", explicó Janis Emmanouilidis, del Centro de Política Europea (EPC).

Merkel, oriunda de la ex República Democrática Alemana (RDA), en el bloque comunista, tomó las riendas de su país en 2005, al frente de un gobierno conservador de la CDU (Unión Cristiano Demócrata).

Restableció progresivamente los vínculos con Washington, que se habían visto afectados por la oposición de Alemania, junto a Francia, a la invasión estadounidense de Irak en 2003.

Doctora en física, Merkel, que tiende a utilizar un enfoque científico para resolver los problemas, dudó sin embargo cuando estalló la crisis de las deudas soberanas en la zona euro.

La línea dura representada por Alemania, defensora de la austeridad a ultranza, concentró sobre ella el rencor de Grecia, uno de los países más devastados por la crisis, donde el recuerdo de la ocupación nazi sigue presente.

Pero fue ella quien zanjó este verano que Grecia debía permanecer en el euro.

Merkel contribuyó además a evitar que la UE quedara marginada de la crisis ucraniana, viajando junto al presidente francés François Hollande a Minsk, para negociacir un alto el fuego entre Putin y los ucranianos.

Entre los dirigentes europeos, según se comenta, Putin solo tendría respeto por Merkel.

La crisis migratoria le dio una nueva ocasión de afirmar su liderazgo: en lugar de prestar oídos a quienes temían que el aluvión humano diera nuevas alas a partidos extremistas, Merkel dejó sin habla a sus colegas, al abrir las fronteras de Alemania a los refugiados sirios.

Pero este anuncio dañó su posición en Europa. Los países del centro y del este del continente la acusaron de alentar a oleadas de migrantes a cruzar sus países para llegar hasta Alemania. El primer ministro húngaro, Viktor Orban, llegó incluso a rechazar el "imperialismo moral" de Merkel.

Su generosidad dañó también su popularidad en Alemania, según los sondeos.

"Merkel está bajo presión en Alemania, como nunca hasta ahora. Si debe hacer frente a otros problemas, ello provocaría gran incertidumbre con efectos negativos en Europa", subraya Emmanouilidis.

Su repentina decisión sobre los refugiados recuerda otro giro de su política en 2011, cuando anunció el abandono progresivo de la energía nuclear, después de la catástrofe de la central de Fukushima (Japón). Una iniciativa con un enorme impacto en la política energética e industrial de Alemania.

Para Dempsey, el anuncio sobre los migrantes fue un "error de juicio extraordinario".

Pero aunque se la critique más que antes, Merkel sigue siendo "la reina de Europa", uno de sus sobrenombres, más aún cuando la influencia del tándem franco-alemán declina por la baja popularidad de Hollande, estiman los analistas.

Pero sobre todo está al frente de la primera economía europea, señala Emmanouilidis, para quien "nada importante en Europa puede hacerse sin el acuerdo de Alemania, poco importa quien dirija en Berlín".

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