La reunión entre líderes chino y taiwanés, un ejercicio de equilibrismo diplomático

  • El encuentro del sábado entre los presidentes chino y taiwanés se anuncia como un delicado ejercicio de malabarismo, en el que cada uno se ajustará a la "guerra dialéctica" entre ambos regímenes rivales, evitando expresiones que puedan legitimar la posición del otro.

En la histórica reunión, en Singapur, Xi Jinping, presidente de la China popular, no se dirigirá por su cargo a Ma Ying-jeou, presidente de Taiwán. Los dos dirigentes se limitarán a darse trato de "señor".

La escueta fórmula se debe a una imposible ecuación protocolaria. Las autoridades de Pekín insisten en su política de "una sola China", y se oponen de frente a las fórmulas que impliquen el reconocimiento de una nación taiwanesa distinta.

Según los expertos, el encuentro del sábado, el primero entre dirigentes de ambos lados desde el fin de la guerra civil en 1949, tendrá un valor fundamentalmente simbólico, más allá de los términos que se empleen.

"Pekín estará atento a detalles sutiles: las fotos, los apretones de manos, la actitud, la impresión que se da", apunta Michael Cole, investigador en la Universidad de Nottingham. Según él no se formalizará ningún acuerdo ni compromiso, dadas las fuertes reticencias de la opinión pública taiwanesa.

Taiwán es un territorio independiente de facto desde el final de la guerra civil y la fundación de la China popular comunista en 1949, cuando las tropas nacionalistas del Kuomintang (KMT) se refugiaron en la isla.

Taiwán se designa todavía, oficialmente, como "República de China". Una apelación que Pekín no acepta, pues considera que la isla es una "provincia" que algún día deberá unirse políticamente al resto del país.

En las declaraciones oficiales en la China popular, los taiwaneses son calificados de "compatriotas", y Ma Ying-jeou de simple "líder" de la isla. Cada mención a organismos políticos o administrativos de Taiwán figura siempre entre comillas.

En un primer momento, en 1945, se atribuyó al gobierno nacionalista del Kuomintang el asiento de China en la ONU. Éste pasó a la República Popular en 1971.

Desde entonces, Naciones Unidas sólo reconoce al gobierno de Pekín, al igual que la casi totalidad de países del mundo. Sólo 22 cancillerías se mantienen fieles a Taiwán, entre ellas el Vaticano.

Prueba de ese aislamiento internacional es que la isla no ha sido invitada oficialmente a la próxima conferencia del clima de París (COP21), prevista a partir del 30 de noviembre.

Taiwán ha podido por otro lado integrarse en el Comité Olímpico Internacional, la Organización Mundial de Comercio (OMC) y el Banco Asiático de Desarrollo (BAD), adoptando en cada ocasión una apelación ad hoc que fuera aceptable para Pekín, como por ejemplo "Taipei chino" en el caso del COI.

Precisamente por falta de un nombre apropiado, Taiwán se quedó sin embargo fuera del Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras (BAII), lanzado hace poco por iniciativa de Pekín.

La distancia entre ambos regímenes aumentó con la democratización de Taiwán y la llegada al poder entre 2000 y 2008 del Partido Democrático Progresista (DPP), tendente a una línea independentista.

La presidencia de Ma Ying-jeou (Kuomintang) ha propiciado una mejoría de la relación con Pekín, aunque sigue habiendo mucha desconfianza.

Prueba de ello es la doctrina militar de Pekín, plasmada en un libro blanco: "si graves acontecimientos condujeran a la separación de Taiwán respecto a China bajo cualquier nombre (...) el gobierno chino estará obligado a adoptar todas las medidas necesarias, incluyendo el recurso a la fuerza, para preservar la soberanía y la integridad territorial" del país.

jug/ehl/avl.zm

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