Galway, el lujo gastronómico que debes descubrir en la costa irlandesa

  • Encerrada en una de sus múltiples bahías Galway esconde una ciudad de colores, de dimensiones humanas, académica y gastronómica.
Acantilado de Mohar, en Galway.
Acantilado de Mohar, en Galway.
Acantilado de Mohar, en Galway.
Acantilado de Mohar, en Galway.

Irlanda es sin duda el país más latino del norte de Europa. Su gente es alegre, divertida y pasional. Más allá de Dublín, su capital, Irlanda es una tierra dura pero amable; salvaje, pero encantadora; de paisajes inhóspitos, pero relajantes. En la Costa Oeste abierta al Océano Atlántico su carácter se acentúa. La costa se vuelve agreste y rocosa, pero existen playas solitarias de aguas que se vuelven cristalinas cuando las ilumina el sol. Colinas de pastos verdes de una intensidad sorprendente. Encerrada en una de sus múltiples bahías Galway esconde una ciudad de colores, de dimensiones humanas, académica y gastronómica.

Galway se levanta alrededor de la desembocadura del río Burren, entre el lago del mismo nombre y la bahía que protegen las tres islas que detienen los embates del Océano. Galway se ha transformado desde una aldea medieval dominada por “las catorce familias” en una ciudad encantadora, tranquila y entregada a una vida que transcurre entre tragos de ‘stouts’ (vaso típico de cerveza), en sus pubs de coloridas fachadas. Alegre música de inspiración celta y un animado mercado callejero que se celebra cada fin de semana bajo la iglesia de San Nicolás donde se venden quesos, embutidos, ostras y mejillones currys y productos locales.

El llamado Arco español, junto al puerto, es el último vestigio de la muralla que protegía la ciudad y que sirve hoy como referencia de una historia larga y profunda. El moderno edificio que sirve como Museo de la Ciudad es el punto en el que comenzar a descubrir la vibrante Galway. Un paseo de dos kilómetros junto al mar en el barrio de Salthill, sirve para empaparse del ambiente salino y evocador y entender la estrecha relación de sus gentes y el mar. Una ronda de ‘stouts’ (cervezas) en el Pub O’Connor y media docena de ostras frescas con un chorrito de limón para sentirse uno más en la ciudad.

El restaurante Loam y su chef, Enda Mc Evoy, son el nuevo referente de la cocina irlandesa, cuyo esfuerzo pasa por poner en valor la calidad gastronómica de los productos locales. Un esfuerzo que se ha visto recompensado desde hace ya tres años, con una estrella Michelin. Un cocinero y un restaurante con una filosofía exigente y restrictiva para limitar su cocina, las recetas y los platos que elabora haciendo un uso estricto exclusivamente de productos locales. Una filosofía que determina una necesidad creativa aún mayor, ya que no usar especias ni otros sazonadores, obliga a encontrar texturas y combinaciones de sabores más trabajados.

A nadie se le escapa que la costa atlántica de Irlanda no es una huerta rica en producto, además de que los pocos con los que cuentan tienen un ciclo de vida más corto que obliga a Mc Evoy a diseñar nuevos menús con una frecuencia brutal. Flores de saúco, semillas de ajo silvestres, rosas de vinagre, combinadas con algas marinas que aportan salinidad, junto con los pescados típicos de la zona, como el bacalao o la carne de cordero alimentados en los ricos pastos naturales. Todo ello le ha servido para lucir una estrella Michelin a pesar de lo cual ofrece un menú de dos platos y postre por 50€. Vieiras y coliflor, bacalao y brocoli y un postre. El menú intermedio de 7 platos 75€ y maridaje 120€.

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