Destrucción de mausoleos de Tombuctú centra proceso contra yihadista en la CPI

La Corte Penal Internacional (CPI) celebrará a partir del lunes un proceso sin precedentes, en el que un presunto yihadista tiene previsto declararse culpable de crímenes de guerra por la destrucción de mausoleos clasificados como Patrimonio Mundial de la Humanidad en la ciudad malí de Tombuctú.

Los expertos esperan que este proceso envíe un mensaje fuerte contra la destrucción de bienes culturales, máxime cuando 55 enclaves están oficialmente "en peligro" en todo el mundo, como la ciudad histórica de Palmira en Siria.

La CPI, con sede en La Haya, acusa al tuareg Ahmad al Faqi al Mahdi de haber "dirigido ataques de manera intencionada" contra nueve mausoleos de Tombuctú y contra la puerta de la mezquita de Sidi Yahya entre el 30 de junio y el 11 de julio de 2012.

Este presunto yihadista malí sería la primera persona en reconocer su culpabilidad en la historia de la Corte y el primer acusado en responder de crímenes de guerra por la destrucción de patrimonio cultural.

Las destrucciones se convirtieron en "una táctica de guerra para sembrar el miedo y el odio", había escrito recientemente la directora general de la Unesco, Irina Bokova, en la revista "International Criminal Justice Today".

El objetivo de estos ataques es "hacer trizas el propio tejido de la sociedad", añadió Bokova, para quien es "esencial" que estos crímenes no queden impunes.

Ahmad al Faqi al Mahdi es el primer presunto yihadista en comparecer ante la justicia internacional y el primero en responder por crímenes cometidos durante el conflicto malí.

La acusación afirma que este hombre, nacido hacia 1975, era un miembro de Ansar Dine, un grupo yihadista vinculado a Al Qaida en el Magreb Islámico (AQMI).

Ansar Dine controló el norte de Malí durante casi diez meses en 2012 antes de que una intervención internacional impulsada por Francia los expulsara de la mayor parte del territorio.

Como jefe de la brigada islámica de la moral, el acusado habría ordenado y participado en los ataques contra los mausoleos, destruidos a golpe de pico, azada y punzón.

Aunque el enclave fue reconstruido posteriormente, para la fiscal Fatou Bensouda la destrucción "va más allá de piedras y muros".

Tombuctú, conocida como la "ciudad de los 333 santos", venera en sus mausoleos una serie de personajes que, según los expertos malíes del islam, están considerados como los protectores de la ciudad y a quienes los creyentes acuden para pedir bodas, implorar lluvia o luchar contra enfermedades.

Estos ritos chocan con la visión fundamentalista del islam, cuyos seguidores intentaron erradicarlos antes de destruir los mausoleos, según la acusación.

Los ataques tenían como objetivo "la dignidad y la identidad de poblaciones enteras, así como sus raíces religiosas e históricas", asegura Bensouda.

Tombuctú, fundada en el siglo V por tribus tuareg, se convirtió en un importante enclave de comercio de caravanas y posteriormente en un gran centro intelectual del islam, que conoció su apogeo en el siglo XV.

El acusado se declarará culpable ya que, según su abogado Mohamed Aouini, es "un musulmán que cree en la justicia". También quiere "pedir perdón a los habitantes de Tombuctú y al pueblo malí".

Los observadores, que celebran la apertura de un proceso por destrucción de patrimonio cultural, están decepcionados por la ausencia de otras acusaciones, especialmente las de agresiones sexuales cometidas durante el conflicto.

Este juicio podría sentar un precedente en el mundo, máxime cuando la lista de sitios en peligro no para de aumentar. Una de las incorporaciones recientes fue la ciudad antigua de Palmira, parcialmente destruida y saqueada por los yihadistas del grupo Estado Islámico (EI).

No obstante, ni Irak ni Siria firmaron el Estatuto de Roma, el tratado fundador de la CPI, por lo que el inicio de nuevas acciones judiciales no es tan evidente. Sin decisión de la ONU, ninguna investigación es posible.

Para el arqueólogo Christopher Jones, que catalogó decenas de ataques de este tipo del EI en su blog, los yihadistas no quieren únicamente eliminar una cultura.

"Con la destrucción de una mezquita chiita, borran un sistema alternativo de creencias", explicó a la AFP Jones. "Desconectan a los pueblos de los elementos que los unen" a sus ciudades, para que ya no tengan "ningún pasado".

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