Aislar o dialogar con la islamófoba "Pegida", un nuevo dilema alemán

  • La capacidad de movilización de la islamófoba "Pegida" ha sacudido al espectro parlamentario alemán, unido en el propósito de frenarla mientras algunos expertos aconsejan dialogar con una corriente en la que conviven ultraderecha y ciudadanos considerados comunes.

Gemma Casadevall

Dresde (Alemania), 13 ene.- La capacidad de movilización de la islamófoba "Pegida" ha sacudido al espectro parlamentario alemán, unido en el propósito de frenarla mientras algunos expertos aconsejan dialogar con una corriente en la que conviven ultraderecha y ciudadanos considerados comunes.

"Tratar de aislarla es contraproducente. Tampoco es útil disuadir al ciudadano de secundar sus marchas en un país defensor de la libertad de expresión", afirmó hoy a Efe el politólogo de la Universidad Técnica de Dresde Werner Patzelt, un día después de que la última convocatoria de Pegida concentrara en la ciudad a 25.000 seguidores.

Los llamados "Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente" (Pegida) marcaron un nuevo récord de asistencia en su duodécima marcha por la capital del "Land" de Sajonia, pese a todas advertencias del estamento político, incluida la canciller, Angela Merkel.

"Sí, es cierto: salieron en todo el país otras 100.000 personas para alzar su voz contra 'Pegida'. Pero estos contramanifestantes dejarán de estar ahí el próximo lunes o al siguiente. Y 'Pegida' seguirá con sus marchas semanales", vaticinó este catedrático.

No es casualidad, dice Patzelt, que el movimiento se haya originado en su ciudad y que ahí haya obtenido el mayor eco: "Pegida necesitaba una gran ciudad para crecer. Dresde es la capital de un 'Land' conservador, terreno idóneo para ellos".

Mientras el catedrático sostiene que no todos quienes acuden a sus marchas son ultraderechistas, otros ven Pegida como una nueva "válvula de escape" del radicalismo de derechas.

"Ningún ciudadano que no comparta esas ideas desfilaría en Alemania junto a cabezas rapadas, entre pancartas racistas. Alemania, con su pasado, no puede permitirse jugar con el término gente corriente", apunta Caroline Brünler, alumna de Patzelt e intérprete ocasional para un canal francés desplazado a Dresde.

Sajonia es algo más que un bastión conservador. La Unión Cristianodemócrata (CDU) de Merkel es la fuerza dominante en ese estado del antiguo territorio comunista desde la reunificación, en 1990, pero además ha sido terreno abonado para distintas formas de voto de castigo a los partidos establecidos.

Ahí han convivido el postcomunismo -la segunda fuerza regional- con el ultraderechista Partido Nacional Democrático (NPD), que durante dos legislaturas tuvo escaños en la cámara regional sajona, y ahora ha subido con fuerza el euroescéptico Alternativa para Alemania (AfD).

"En la memoria colectiva siguen muy presentes los bombardeos aliados que arrasaron la ciudad. La región que envuelve Dresde -Pirna y otras ciudades- está sembrada de camaraderías neonazis que alimentan el estigma de ciudad mártir. Confluyen muchas páginas de la historia mal redactadas", prosigue Brünler.

Hasta ahora, se contraponía el ejemplo de Dresde y sus manifestaciones crecientes de Pegida, con el caso de la vecina Leipzig, donde su equivalente local -"Legida"- apenas tenía eco.

Este lunes, 30.000 contramanifestantes desfilaron por Leipzig a favor de la tolerancia y contra la fanatismo, pero también lo hicieron unos 3.000 partidarios del neonato "Legida", lo que para el profesor Patzelt significa que el movimiento puede crecer en otros lugares.

Como él, el ministro alemán de Interior, Thomas de Maizière, también considera que es necesario distinguir entre los organizadores de Pegida y muchos de los ciudadanos que acuden a sus marchas.

En opinión de Maizière, miembro de la CDU, muchos ciudadanos se suman a las manifestaciones para mostrar su hastío con la clase política y también su frustración ante los constantes cambios que exige la globalización a una población que hace 25 años ya se vio obligada a adaptarse al mundo capitalista tras el fin del comunismo.

"Nosotros los combatimos por convicción. La CDU de Merkel lo hace por interés, porque teme que se le escape el elector derechista en su bastión", opina Juliane Nagel, diputada en Sajonia de La Izquierda, formación surgida del postcomunismo y de una escisión del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD).

La Izquierda ha estado desde el primer momento en las manifestaciones contra el movimiento islamófobo, cuando el resto de la clase política "pretendía ignorar esa ultraderecha disfrazada", apunta Nagel.

"Pegida es un desafío para la CDU y también para AfD, que se debate entre convertirse en una especie de Frente Nacional a la francesa o hacer ver que son meramente euroescépticos", dice la diputada. "Con un poco de suerte se destrozarán entre sí y dejaremos de hablar de ellos", añade.

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