Cataluña prepara un voto crucial para su futuro y el de España

  • Todos los partidos políticos en Cataluña afilan sus armas a un mes de unas elecciones regionales de alto voltaje que los independentistas quieren utilizar como un plebiscito para iniciar la secesión del resto de España.

La batalla del próximo 27 de septiembre es crucial para los independentistas que desde el referéndum sin valor legal celebrado en noviembre no paran de perder apoyos en los sondeos, viéndose superados por los contrarios a la secesión por primera vez desde 2011.

En julio, los partidos nacionalistas dejaron atrás sus divergencias ideológicas para fraguar una gran coalición, "Junts pel Sí" (Juntos por el Sí), formada por la conservadora CDC del presidente Artur Mas, la izquierdista ERC y las asociaciones civiles responsables de las masivas manifestaciones independentistas de los últimos años.

Mas ocupará el cuarto lugar de la lista, liderada por un exeurodiputado ecolo-comunista, Raul Romeva, y compuesta también por numerosas personalidades como cantantes, economistas, el entrenador del Bayern de Múnich Pep Guardiola e incluso un cura de 95 años.

"Vamos juntos porque tenemos la necesidad de construir un nuevo Estado", aseguró el miércoles Romeva.

Su objetivo es obtener una "victoria clara e incontestable" que les permita lanzar una hoja de ruta, elaborada a petición del gobierno de Mas, que en 18 meses debería desembocar en la secesión de esta región de 7,5 millones de habitantes, generadora de una quinta parte de la economía española.

Para ellos, dicha victoria no consistiría en obtener más del 50% de los votos, como en un referéndum, sino una mayoría de los 135 escaños de la cámara regional.

Sin embargo, según un sondeo publicado este jueves en el diario ultraconservador español La Razón, su lista se quedaría en 57 diputados, lejos de los 68 que marcan la mayoría absoluta.

En cambio, los independentistas aseguran disponer de encuestas internas según las cuales rozarían esa mayoría, que podría desencadenar un conflicto sin precedentes en la historia democrática de España desde la muerte del dictador Francisco Franco en 1975.

Los partidos antiindependentistas, aunque niegan el carácter plebiscitario de estos comicios, ponen toda la carne en el asador para movilizar a sus adeptos, mayoritarios pero menos activos políticamente que los nacionalistas.

El Partido Popular del jefe de gobierno conservador Mariano Rajoy, que preveía un descalabro en una región donde su fuerza es muy minoritaria, cambió a última hora su candidato apostando por el controvertido exalcalde de Badalona, la tercera ciudad catalana, denunciado por "xenófobo" por algunas ONG.

"Nos estamos jugando algo muy serio", aseguró el lunes su candidato, Xavier García-Albiol, que según el sondeo de La Razón conseguiría 12 escaños.

Rajoy participará en varios actos de campaña así como el líder de la oposición socialista, Pedro Sánchez, que propone terminar esta crisis construyendo una España federal.

Pero las principales amenazas para el independentismo no son los partidos tradicionales, sino las nuevas fuerzas como los antiliberales de Podemos y los antinacionalistas de centroderecha Ciudadanos, que serían segunda fuerza con 25 diputados según el sondeo de La Razón.

Estos últimos prescindirán para estos comicios de su principal activo, su joven y carismático líder Albert Rivera, futuro candidato a las elecciones legislativas previstas para final de año en el conjunto de España, lo que podría restarles puntos durante la campaña.

Por su parte, Podemos se presentará en una coalición con otras fuerzas de izquierdas bautizada Cataluña Sí Se Puede, repitiendo la fórmula que les permitió arrebatar la alcaldía de Barcelona al partido de Artur Mas, a quien acusan de corrupto y critican por sus drásticas políticas de austeridad.

El objetivo de todos ellos es conseguir una alta participación que, a priori, debería perjudicar al bando secesionista. "Si hay un 72 o 73% de participación, se les acaba la broma a los independentistas", dijo García-Albiol.

En caso contrario, la victoria independentista desencadenaría una crisis política justo cuando empieza a dejar atrás las severas dificultades económicas de los últimos años que impulsaron el auge del movimiento secesionista.

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