El arte de no meter la pata con los gestos: un factor clave para miles de indecisos

  • Como decía Joseph Napolitan, un experto asesor de políticos norteamericanos, "la percepción es más importante que la realidad"
Entrada de los líderes políticos al debate en Atresmedia.
Entrada de los líderes políticos al debate en Atresmedia.
EFE

Poco después del debate en Antena 3 de los cuatro principales candidatos, el canal de televisión cedió la palabra a un experto en lenguaje no verbal que decodificó las señales inconscientes de los políticos. "Rivera mueve mucho las manos, apuntándolas a su rival Pedro Sánchez", dijo, queriendo significar que era una forma de acosarle. También se fijó en los trajes de tres de los cuatro candidatos, diciendo que eran azules, porque el azul es un color que queda bien en televisión.

En los últimos años, los análisis del lenguaje no verbal forman parte de los exámenes por los que tienen que pasar los personajes públicos, de modo que los analistas de comunicación están convirtiendo a los televidentes en “expertos” en las más sutiles formas de ese lenguaje.

Ya sabemos analizar la vestimenta, los microgestos, la mirada, la voz, la posición del cuerpo y todo aquello que puede ser interpretable. Todavía se recuerda cómo Albert Rivera se estuvo moviendo todo el tiempo en el debate entre varios políticos en las pasadas elecciones generales. Era, decían los expertos, un signo claro de nerviosismo. Y también de inestabilidad.

Porque todo eso forma parte de la persuasión de las masas para que una persona, sea político u hombre de negocios, pueda convencer a los votantes. Como decía Joseph Napolitan, un experto asesor de políticos norteamericanos, “la percepción es más importante que la realidad”.

La habitual postura "del vaquero" de Pablo Iglesias, en parte desafiante, pretende ser una demostración de fuerza. O la forma en que Pedro Sánchez habla mostrando las palmas de las manos hacia arriba que, como Jesús en la iconografía, es muestra de que quiere hacer juego limpio. "Si los votantes creen que el candidato ‘X’ es un hombre honesto, éste puede robarles sus carteras y salir bien librado; si creen que el candidato ‘Y’ es un ladrón, será inútil que cuatro cardenales y 16 obispos testifiquen a su favor”, decía Napolitan en su libro “100 cosas que he aprendido en 30 años como asesor de campañas electorales".

Los analistas aún recuerdan cómo en el primer debate televisado de la historia, Kennedy contra Nixon, este último no se dejó maquillar, y aparecía con notables muestras de sudor, mientras que el candidato demócrata lucía lozano y convincente. Ganó las elecciones.

Un candidato debe hacer que lo conozcan, que lo quieran y que lo elijan. Eso dicen Carlos Fara y Maximiliano Aguiar en un libro que acaba de salir del horno, titulado “Manual de marketing político” (Almuzara. Edición de Julio César Herrero). Los atributos principales que debe mostrar un candidato son, dicen los autores, “firmeza, cercanía, sensibilidad, ética, eficiencia, capacidad, protección visión, experiencia y juventud”.

Esa es la imagen personal que debe proyectar un buen político, o como se dice ahora, “la marca personal”.

En estas elecciones la marca personal puede ser clave porque todas las encuestas hablan de que hay una enorme cantidad de indecisos. Los indecisos toman su decisión días u horas antes de poner su voto en la urna, con lo cual un simple gesto puede arrastrar millones de votos, o una metedura de pata puede perder otros millones.

Desde hace muchos años, los partidos políticos tienen equipos de formadores que preparan y adiestran a los políticos para desarrollar todas estas habilidades. Pero ahora hay algo en lo que se esmeran en especial: no les entrenan para hacerlo bien, sino para no hacerlo mal. Es decir: para que no metan la pata, no hagan gestos raros, no escondan las manos, porque ahora más que nunca, una metedura de pata gestual se convierte en viral en cuestión de horas.

Marco Rubio, senador republicano por Florida, tuvo la oportunidad en 2013 de dar la réplica al discurso a la nación de Barack Obama. Pero estaba tan nervioso que se quedó sin saliva, y su reacción inmediata, muy humana, fue salirse del cuadro de la cámara para coger una botella de agua y bebérsela a continuación delante de millones de estadounidenses.

Fue una imagen de inseguridad y de imprevisión que el senador trató de neutralizar lanzando su propia botella de agua (Marco Rubio Water Bottle). Recaudó más de 200.000 dólares, pero el vídeo aún sigue rondando por YouTube, la máquina de las pesadillas.

La imagen de Santiago Abascal a caballo con una cuadrilla ecuestre por los campos de Andalucía, hizo troncharse de risa a muchos de sus enemigos, y hasta la Sexta tituló la noticia como “Vox viste a Santiago Abascal de Aragorn”, es decir, como uno de los personajes de la película El señor de los anillos.

Una persona vinculada al aparato de propaganda de Vox afirmaba que era precisamente lo que se pretendía: vincular a Abascal con el campo y el caballo para captar el voto de los pueblos andaluces. El caballo es el animal por antonomasia de Andalucía: el caballo andaluz, los caballos de la Feria de Sevilla, los caballos que usan los cazadores… Obtuvieron unos inesperados 12 diputados.

Lo que a unos votantes enfada, a otros es precisamente lo que les gusta. Los gestos de Donald Trump empujando al presidente de Montenegro para ponerse en primera fila en una reunión de la OTAN, enfurecieron a la sociedad neoyorquina, pero gustaron a los partidarios de Trump, gente del medio oeste, del campo, o de pequeñas ciudades, que, como se demostró en las elecciones de 2016, querían dar una lección a las élites “educadas” de Washington y de Nueva York.

La clave es esa: hacer los gestos para tu “target”, para tu público objetivo. El permanente gesto de enfado de Pablo Iglesias y de Irene Montero les funcionó a la perfección en pasadas elecciones, pues medio país estaba muy cabreado por la crisis. El desaliño permanente de Iglesias atrajo a un público que quería un candidato antisistema: y el traje con corbata el “del sistema”. Mejor sin él.

Ahora, quizá, ese lenguaje no verbal no sea tan eficiente, una vez que el país está en mejor situación económica, lo cual explicaría que en el debate el tono de voz y el mensaje de Iglesias fuera, sorprendentemente, el más conciliador.

En cambio, la gestualidad de Pablo Casado es de la de una persona optimista. Siempre sale sonriendo porque si se hiciera recordar a la gente qué recuerdan del líder del PP, seguramente dirían que su sonrisa. La sonrisa, que le falta a Iglesias y que parece forzada en Pedro Sánchez, es la “marca” de Casado. De hecho, en los carteles electorales de los cinco principales candidatos, Casado es el único que sonríe. El resto aparece o enfadado o hierático.

Lo cual no quiere decir que se estén equivocando. Cada uno piensa sobre todo en sus votantes naturales, pues como citan los autores del libro mencionado, en el fondo están empleando el hexámetro de Vendôme. Este maestro francés de la retórica del siglo XII, dijo que el discurso debe adaptarse a este lema: quis, quid, quibus auxiliis, cur, quomodo, quando. Que en español moderno quiere decir, “quién dice qué a través de qué medios a quién y con qué efecto”.

Mostrar comentarios