Precampaña a contrarreloj 

Casado prepara la carrera hacia Moncloa con su puesta de largo en Castilla y León

Las elecciones del 13 de febrero sirven para curtir a todo el espectro político de cara a las generales, con los sondeos a favor de Mañueco, que podría marcarse un Ayuso y conseguir diez puntos más que en 2019. 

Pablo Casado y Mañueco
Casado prepara la carrera hacia Moncloa con su puesta de largo en Castilla y León. 
Europa Press

Queda mucha tela que cortar aún para las elecciones de diciembre de 2023, si a Pedro Sánchez no le entra una especie de siroco vespertino y decide convocar anticipadamente las generales, cosa que de momento no parece probable. Ya sabemos que el presidente que vive en Moncloa es un ser complejo al que le gusta despistar al personal en las cosas de estrategia electoral. Pero no nos asustemos y hagamos otro tipo de cábalas más probables como las que nos esperan el 13 de febrero -menos de un mes- en las elecciones autonómicas de Castilla y León.

Ya saben que Fernández Mañueco decidió hacerse un Ayuso -unas elecciones repentinas por miedo a la traición de tus socios-, y cortó por lo sano con sus aliados de Ciudadanos. Algo que Francisco Igea no le perdonará nunca pero tendrá que aguantarse como mandan los cánones de la traición política. Según los últimos datos, el PP consigue casi la mayoría absoluta en Castilla y León, tras absorber a Ciudadanos que pierde casi todos sus escaños, como mucho ganaría uno; y en su lugar crece muy por encima Vox, con una fuerza de entre cinco  y nueve escaños. Se habla de que Mañueco podría obtener un 40,3% de los votos, diez puntos más que en el año 2019, y lograr entre 37 y 42 procuradores en las Cortes, frente a los 29 que ha tenido hasta la fecha.

Entre la primera fuerza electoral de los populares y la tercera de Vox estaría el PSOE, que vería reducido su resultado a dos escaños, y el partido de Luis Tudanca perdería entre 27 y 31 como mucho. La mayoría absoluta para gobernar en Castilla y León es de 41 miembros, y el probable presidente del PP obtendría en el peor de los casos un resultado bastante satisfactorio, unos 39 electores; y podría apoyarse para esa supuesta mayoría con Vox -siempre y cuando hubiera acuerdo-, o incluso se habla de Unión del Pueblo Leonés (UPL), que suena con fuerza para alcanzar entre 2-3 representantes. Unidas Podemos -según las encuestas- mejora ligeramente por un punto y podría colocarse en un total de tres miembros más.

Es cierto, que a pesar de lo dicho acerca del presidente Fernández Mañueco sobre su “traición” a Igea y Ciudadanos -aunque él dice que fueron los de Ciudadanos los que empezaron a mover futuras coaliciones-, la mayoría de los castellano-leoneses sigue valorando por encima de todos los candidatos al presidente del PP, con un 5,0 de los puntos. El segundo candidato es Francisco Igea con 4,2, y Luis Tudanca (PSOE) con 4,1. La más alejada de este ranking de adeptos es Fátima Pinacho de Vox, con 3,1 puntos; y Pablo Fernández, de Podemos, con 3,2. Visto el espejo simbólico de los datos provisionales que se manejan para el 13 de febrero, centrémonos en otras cuestiones que tienen una mayor enjundia política; por ejemplo, cómo afectarán los resultados de Castilla y León a los esquemas, tácticas y estrategias varias sobre la mezquina y peleona política nacional, la cual suele moverse en claves especialmente rimbombantes y espectaculares.

Sobre todo, porque las elecciones generales no están nada resueltas por mucho que los profetas electorales anuncien bonanzas para las tropas conservadoras. Hace pocos días, pudimos ver como Sánchez y Casado caían ambos en desgracia -cerca de 900.000 mil votos menos- por su actitud poco inteligente y demasiado provocadora en beneficio de los ciudadanos y en contra de ellos mismos y de Yolanda Díaz y Vox, que eran los que sacan esa ventaja. Aunque es a la hora de la verdad cuando las urnas aparezcan y suenen las campanas, hay que ir preparando las oportunidades y a los votantes cada vez más indecisos y más desorientados.

Todos los días suceden controversias en el inhóspito mundo de la política, pero cuando llegan unas elecciones se determina cierta fuerza centrífuga que suele activar una mayor correlación de datos y circunstancias. Lo de Castilla y León sirve como “combate” preliminar para futuras batallas más trascendentes, de ahí que los líderes se lo tomen muy en serio. Pablo Casado ya ha anunciado que él estará muy presente en la campaña autonómica del PP y ofrecerá todo su apoyo para derrotar al PSOE de Sánchez. Incluso habrá que ver cómo diluye el síndrome Madrid, ese que tanto le obsesiona últimamente, y consigue reducir el efecto Ayuso, tan aplaudido y deseado por Mañueco en otros tiempos, teniendo a la vez la misma fuerza en esta campaña. En pocas palabras, será la presidenta Ayuso la estrella invitada a dar algún mitin, o en cambio permanecerá en la sombra aparcada.

No son tiempos muy felices para Génova, y menos cuando las cosas no salen tan bien como uno desea. La sombra alargada siempre está incordiando y demasiado presente. Es cierto que fue Ciudadanos el primero que quiso comerse la merienda de los populares, y fracaso con estrépito. Ahora, también hay nuevos agoreros que vaticinan tiempos malos porque vienen los de Vox a comerse el pastel, pero habrá que verlo con tiempo y analizando los gestos, ya que la historia parece similar pero no lo es. Los del PP acusan a los de Vox de no atreverse a hablar porque cuando lo hacen “todos comprueban que la cagan”, y no son capaces de resolver nada útil. Habrá que ver qué sucede en Castilla y León para equiparar un poco más las fuerzas de unos y de otros, y resolver el gran debate.

Incluso habrá que ver qué decide hacer en Castilla y León la hoy estrella rutilante de la política nacional: Yolanda Díaz. Querrá aglutinar a los partidos a la izquierda del PSOE y lanzarse a su nueva conquista particular, aunque primero tendremos que conocer con qué aliados cuenta la lideresa, y si consigue los avales de sus futuros socios. La estrategia de Mañueco parece que funciona porque supo imponerse con rapidez a la lentitud de la vicepresidenta Díaz que no logra resolver su frente amplio, y por otra parte tampoco consigue desactivar la plataforma de la España Vaciada. Ese invento autonómico que parece que quiere fraguarse con aspiraciones de alternativa remota, pero no acaba de encontrar su forma y estilo, y mucho menos si aparece por ahí la imagen del nefasto ministro, Alberto Garzón. No tener un ministerio real y aparentar solucionar problemas imposibles, es lo peor para un triste político con aspiraciones ridículas y fórmulas necias.

Quizá sea por eso, pero Pedro Sánchez ya da por amortizadas las elecciones autonómicas en la región -no sólo por culpa de Garzón, sino también por Tudanca-, y desiste de que surja la posibilidad de una victoria milagrosa, lo que no significa que no peleé por una batalla digna. Pero ser presidente no significa empecinarse en situaciones imposibles, basta con aceptar una realidad que no destroce todo el panorama electoral, aunque sí confirme que los resultados socialistas, y en especial los de extrema izquierda, siguen sin encontrar cierta mejora positiva en zonas autonómicas. El año 2022 es un periodo de transición política en el que veremos algunas elecciones, y algunas batallas demasiado crudas con nuevos enfrentamientos pendientes de resolución, sobre todo porque Sánchez espera que las cosas vayan mejor para él y su Gobierno en esa futura época de esperanzas económicas y bonanzas financieras. Soñar es gratis, pero también muy cansino y desesperante si los proyectos no llegan nunca.

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