"Que los muertos descansen en paz y quiera Dios que los vivos podamos también vivir en paz". Es una de las frases de la misa que se ha celebrado hoy en la Basílica del Valle de los Caídos. Dentro, los móviles se quedan sin cobertura. Pocos conocían que al mismo tiempo que el abad del monasterio benedictino, el Padre Santiago Cantera, oficiaba el Tribunal Supremo decidía paralizar la exhumación de Francisco Franco.
El monumento abría sus puertas a las diez de la mañana. En la fila para entrar, un matrimonio que venía desde Barcelona hacía cola. La pareja está visitando Ávila, Segovia, Toledo y la parada aquí era "obligada". Lo visita "porque hay que verlo", y considera una pena "todas las maniobras políticas que tiene alrededor". Algo parecido piensa un matrimonio que trae por primera vez a sus dos hijas. "Yo ya venía mucho de pequeño", relata el padre. La madre (ambos prefieren no dar su nombre) lo tiene claro: "Franco ya no debería estar aquí, pero venimos a verlo porque es un monumento".
María Rosa y Julio son un matrimonio de argentinos que tras hacer 20.000 kilómetros en avión, 8.000 en autobús y 30 más andando han acabado un día antes de marcharse a su Buenos Aires en uno de los monumentos "más polémicos" que hay en España. Compañeros de viaje suyos decidieron no acudir porque prefirieron quedarse haciendo las maletas, "pero nosotros hemos venido a verlo porque es bonito". Al preguntarles por lo que sienten su respuesta es directa: "Nosotros sentimos con los 9.000 desaparecidos en Argentina lo que aquí con los 30.000 muertos de Franco".
A las diez de la mañana pocos eran los que se acercaban a visitar el Valle de los Caídos, que puntual abría sus puertas. Lo que llamaba la atención a las menos de diez personas que estaban allí a esa hora, incluidos los trabajadores de Patrimonio, era un grupo de agentes de la Guardia Civil. "¿No vendrán a sacarlo?", decían en referencia a la tumba de Franco. No, tras una visita por la basílica se fueron sin más.
No tardaron en llegar en un día importante para los trabajadores en la basílica los autobuses con turistas. Alemanes y británicos. Todos entran maravillados con la "hermosura" de la basílica. Y la mayoría se detienen ante la primera tumba que encuentran en el suelo, junto al altar. Es la de José Antonio Primo de Rivera. Su guía es la que les indica que la de Francisco Franco está justo detrás. La mayoría de ellos desfila luego por la tienda de souvenirs que hay metros antes de salir. Un imán es lo que a primera hora de la mañana parece tener más éxito.
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