La revolución de un pueblo contra la tiranía

  • Después de tres días de multitudinarias protestas, el pueblo de Burkina Faso consiguió lo que muchos consideraban impensable: derrocar una tiranía de casi tres décadas liderada por Blaise Compaoré e implantar una transición que permitirá la celebración de elecciones en noviembre de 2015.

Brahima Ouedraogo

Uagadugú, 16 dic.- Después de tres días de multitudinarias protestas, el pueblo de Burkina Faso consiguió lo que muchos consideraban impensable: derrocar una tiranía de casi tres décadas liderada por Blaise Compaoré e implantar una transición que permitirá la celebración de elecciones en noviembre de 2015.

La revuelta ciudadana empezó en la calle, el pasado 28 de octubre, cuando miles de ciudadanos se manifestaron en Uagadugú, la capital, al grito de "Veintisiete años es suficiente" (el tiempo que llevaba Compaoré en el poder).

La chispa que encendió la protesta fue el intento del presidente de reformar el artículo 37 de la Constitución que le impedía presentarse por quinta vez a las elecciones.

Pero lejos de ser una protesta puntual, los burkineses permanecieron en las calles del país y acabaron tomando e incendiando el Parlamento para impedir la votación.

Durante las protestas, que se prolongaron tres días, murieron 24 personas y otras 625 resultaron heridas, según ha confirmado el Gobierno recientemente.

Detrás del clamor de los ciudadanos contra su presidente, estaba el recuerdo de Thomas Sankara, un político conocido como el "Che Guevara africano" que lideró el país hasta 1987, cuando fue asesinado en el golpe de Estado con el que Compaoré llegó al poder.

"La revolución debe continuar donde la dejó Sankara", repetían los burkineses, tanto en la calle como en las redes sociales, donde la revolución fue tuiteada minuto a minuto.

Así, internet se convirtió en una ventana desde la que los internautas de todo el mundo observaron y siguieron este inusual levantamiento popular que obligó a un jefe de Estado a dimitir y abandonar el país el 1 de noviembre.

Fue entonces, en medio de un estado de caos, cuando el Ejército tomó el poder y el teniente coronel Isaac Zida se proclamó nuevo presidente del país.

Los burkineses, contrarios a esta acción, permanecieron en las calles para protestar contra el golpe de mando del Ejército y reclamar una transición guiada por un líder civil.

Este clamor popular, junto a la presión de la comunidad internacional que exigió a Zida el traspaso de sus atribuciones a un Régimen civil, obligó al Ejército a consensuar -con la oposición, grupos civiles y líderes religiosos- una Carta de la Transición que establecía las base de un nuevo Gobierno.

Tras la aprobación de la Carta, Zida abandonó el cargo, pero mantuvo al Ejército a primera línea del Gobierno, pese que la comunidad internacional y la oposición exigieron desde un primer momento que tuviera un carácter estrictamente civil.

Así, el 18 de noviembre, el diplomático y exembajador de Burkina Faso ante la ONU, Michel Kafando, fue nombrado "por consenso" presidente de la transición hasta la celebración de elecciones.

Por su parte, Zida, muy vinculado al Gobierno de Compaoré al ser número dos de su guardia presidencial, fue nombrado primer ministro y logró que cuatro carteras ministeriales fueran ocupadas por altos cargos del Ejército.

Paradójicamente, cuando Zida fue proclamado por los militares jefe de Estado, dijo: "el poder no nos interesa (al Ejército), únicamente los intereses de la nación".

Finalmente, el resto de fuerzas políticas optó por no oponerse a la presencia del Ejército en el Gobierno en favor de la estabilidad del país, porque ningún cargo gubernamental -incluido el presidente y el primer ministro- podrá participar en los comicios del próximo año.

Aunque Burkina Faso consiguió en tan solo un mes derrocar a uno de los jefes de Estado más veteranos en África, aprobar un Gobierno interino y convocar elecciones de manera modélica, la fuerte presencia del Ejército en el nuevo Ejecutivo enturbia un proceso desencadenado por el pueblo.

Incluso el éxito de estas protestas populares, poco frecuentes en África Subsahariana, llevó a muchos a pensar que Burkina Faso -que significa en lenguas locales "tierra de los hombres íntegros"- era un avance de la "primavera africana".

Inevitablemente, la revuelta burkinesa recordó a la "primavera árabe", el fenómeno socio-político que sacudió el mundo árabe en el último quinquenio y logró derrocar dictaduras aparentemente inamovibles: Ben Ali en Túnez; Gadafi en Libia; Mubarak en Egipto: y Ali Salem en Yemen.

Habrá que esperar para comprobar si el estallido de un país entero contra su régimen sirve de ejemplo para otros estados africanos, donde los mandatarios siguen aferrándose al poder mientras la sociedad avanza y reclama nuevas formas de gobernar.

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