La última foto

  • Zapatero ha querido darse el gusto de que no se filtrara la que va a ser su última remodelación ministerial y que fuera él mismo quien desvelara los cambios ante los periodistas.

José Miguel Blanco

Madrid, 11 jul.- Zapatero ha querido darse el gusto de que no se filtrara la que va a ser su última remodelación ministerial y que fuera él mismo quien desvelara los cambios ante los periodistas.

Y lo ha conseguido, quizás ayudado por el hecho de que los cambios eran mínimos y, por tanto, era más reducido que en otras ocasiones el número de personas que estaba al tanto de su secreto.

Un secreto a voces en el caso de Antonio Camacho como ministro del Interior y un secreto con cierta sorpresa con la designación de José Blanco como portavoz del Gobierno cuando todas las miradas convergían en Ramón Jaúregui.

Hoy, antes de que Zapatero compareciera, Jáuregui ofrecía una conferencia en Aranjuez y ya avisaba y daba alguna pista que los periodistas se negaban a interpretar como tal: "la noticia va a estar en otro sitio".

Así fue. Estuvo en Moncloa, donde el presidente del Gobierno aupó un peldaño más a quien le ha acompañado desde los tiempos en los que Nueva Vía parecía una ocurrencia de un grupo de jóvenes dirigentes socialistas y quien de hecho ha manejado las riendas del PSOE desde 2010.

Blanco acabará la legislatura más al lado que nunca de Zapatero, siendo la cara del Gobierno tras las reuniones del Consejo de Ministros y, previsiblemente, teniendo que responder cada semana si hay visos de que las elecciones se convoquen antes de lo previsto.

La remodelación anunciada hoy abona la tesis del adelanto electoral. Si hubiera habido algún retoque más de lo estrictamente necesario para cubrir las tareas dejadas vacantes por Alfredo Pérez Rubalcaba, sí podría interpretarse como una clara intención del presidente del Gobierno de agotar la legislatura.

Zapatero sigue insistiendo en que el objetivo es cumplir las metas fijadas hasta fin de mandato, pero desde hace muchas semanas no ha vuelto a citar el mes de marzo como el momento de los comicios.

En el PSOE también se habla ya de que un adelanto electoral podría incluso beneficiar a las expectativas de quien va a estrenarse como cartel socialista.

Aunque está cargada de lógica y razón la recurrente respuesta de que la fecha de las elecciones es competencia de Zapatero, es impensable que la decisión la adopte consultando exclusivamente consigo mismo y es previsible que sea consecuencia de un intercambio de opiniones con Rubalcaba. Lo mismo que a la hora de decidir la remodelación de hoy.

El candidato va a repartir su herencia: el legado de Interior para su más estrecho colaborador en este Departamento, la portavocía para el ministro de Fomento y la vicepresidencia... para nadie.

O mejor dicho, aunque la denominación desaparece con él, la responsabilidad será de facto para alguien a quien ha apoyado en todo momento y con la que tiene plena confianza: Elena Salgado.

No será como María Teresa Fernández de la Vega, pero volverá a ser una mujer la que dirija las reuniones del Consejo de Ministros en ausencia de Zapatero.

Si también faltara ella, Manuel Chaves, el otro vicepresidente, podría asumir una tarea en la que ya tiene experiencia. Eso sí, limitada a una sola sesión de marzo pasado.

Mañana aguarda el rey en Zarzuela. Después se abrirá una etapa de bicefalia socialista durante la que el Gobierno tendrá que saber convivir con los compromisos electorales de quien hasta ahora ha sido su vicepresidente.

Convivir y explicar, como lo tendrá que hacer el jefe del Ejecutivo cuando vuelva a invitar a los banqueros cuyos beneficios quiere el candidato que sean fuente para la creación de empleo.

No se sabe cuándo habrá esa foto. La última del Gobierno Zapatero sí está servida y en ella no estará Rubalcaba. Él se ha movido y ha dado un paso atrás. Pero sólo para tomar impulso.

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