Mali deja atrás el golpe de Estado y la amenaza yihadista

  • Mali ha logrado superar este año una de las peores crisis de su historia reciente dejando atrás los estragos causados por el golpe de Estado del 22 de marzo de 2012 y por la ocupación yihadista del norte del país, para retomar el difícil camino hacia la democracia y la reconciliación nacional.

Idrisa Diakité

Bamako, 11 dic.- Mali ha logrado superar este año una de las peores crisis de su historia reciente dejando atrás los estragos causados por el golpe de Estado del 22 de marzo de 2012 y por la ocupación yihadista del norte del país, para retomar el difícil camino hacia la democracia y la reconciliación nacional.

El último episodio de esta vuelta de página ha sido la inculpación y encarcelación provisional, el pasado noviembre, del general Amadu Haya Sanogo, líder del golpe de Estado que en marzo de 2012 puso fin al mandato del entonces presidente Amadu Tumani Turé y aceleró el colapso de las provincias septentrionales.

Sanogo, que se benefició poco después de la asonada militar de una amnistía a cambio de permitir el regreso del orden constitucional, ha sido acusado de asesinato de unos veinte soldados durante la represión de un fallido contragolpe lanzado en abril de 2012.

Asimismo, noviembre y diciembre han sido testigos de unos comicios legislativos considerados el sello final de una complicada transición que culminó el pasado agosto con la elección del antiguo primer ministro Ibrahim Bubakar Keita como nuevo presidente del país.

Keita, conocido por sus seguidores como IBK, se impuso con más del 70 por ciento de los votos en unas elecciones cuya participación superó el 50 por ciento, el mayor índice registrado desde que en 1992 se celebraron las primeras elecciones presidenciales multipartidistas.

Numerosos sectores malienses han puesto en IBK sus esperanzas de superar tanto la crisis que azota al país, como los viejos demonios que cíclicamente amenazan su estabilidad, las rebeliones tuareg del norte del país.

"Existe un ambiente de esperanza y de regreso a la normalidad. A pesar de que la situación está lejos de poder considerarse fácil, creemos que Mali está en el buen camino", aseguró a Efe Amadu Goita, miembro del partido Frente por la Defensa de la República (FDR), una de las formaciones más hostiles a los militares golpistas.

El punto de inflexión hacia la normalización de la situación lo marcó la intervención militar francesa del 11 de enero de este año, denominada "Operación Serval" y solicitada por el entonces presidente transitorio, Dioncounda Traoré, después de una nueva ofensiva de los grupos yihadistas que ocupaban el norte del país.

El grupo salafí Ansar al Din, y los terroristas Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI) y Monoteísmo y Yihad en África Occidental (MYAO) se habían hecho con el control de las provincias de Gao, Kidal y Tombuctú en junio de 2012, después de haber expulsado al grupo rebelde tuareg Movimiento Nacional de Liberación de Azawad (MNLA).

Estos rebeldes tuareg, que se habían levantado en armas el enero anterior para reivindicar la independencia de esta vasta región maliense, se hicieron con el control de la parte septentrional del país gracias al caos y al vacío de poder que siguió al golpe militar de Sanogo.

Tras la Operación Serval conducida por Francia y apoyada por la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO), se desplegó en el país la Misión de la ONU para la Estabilización de Mali (MINUSMA) y se aceleraron los dispositivos para la celebración de elecciones.

El despliegue militar ha permitido la progresiva normalización de la situación de seguridad en el norte, a pesar de que se han registrado asaltos y atentados protagonizados por los grupos yihadistas.

Entre estos ataques, destacó el secuestro y asesinato a principios de noviembre de la periodista de Radio France International (RFI) Ghislaine Dopont y del técnico Claude Verlon, en la ciudad de Kidal, sobre la que los rebeldes tuaregs todavía ejercen un importante control.

Asimismo, favoreció la firma de un acuerdo entre Bamako y los grupos rebeldes independentistas el 18 de junio en Burkina Faso que contemplaba, entre otras cosas, un alto el fuego, la celebración de elecciones, el regreso del Ejército y la Administración Civil a Kidal y el comienzo de un diálogo de reconciliación.

A pesar de esto y aunque los rebeldes han devuelto a las autoridades centrales las sedes de los principales edificios gubernamentales, la tensión entre ambas partes continúa latente y se han vivido esporádicos enfrentamientos entre ambas partes.

"Es necesario evitar una gestión superficial de esta crisis. El presidente debe abrir los ojos y acelerar los cambios", declaró a Efe Nuhum Keita, miembro de la plataforma progolpista Movimiento Popular del 22 de marzo.

Para él, la crisis en el norte "es profunda" y el riesgo de que los rebeldes del MNLA, que acusan al Ejército regular de cometer excesos, retomen las armas es todavía muy alto.

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